Los tres primeros episodios de “La rueda del tiempo” están ya disponibles en Amazon Prime Video y, si tuviera que definirlos con una única palabra, esta sería “mejorable”. Lo son en prácticamente todos los aspectos: guion, dirección, efectos especiales, vestuario. ¡El vestuario! Es tan, tan cutre… pero ya volveré a eso más tarde. La buena noticia es que, a pesar de sus muchas flaquezas, los puntos fuertes son bastantes como para pensar que, con suerte y algo de tiempo, la serie tiene potencial para crecer y convertirse en un producto digno de las aclamadas novelas que adapta.
Basada en la saga de Robert Jordan, que culminaría Brandon Sanderson, nos sitúa en un mundo de magia y profecía mucho más cercano a la fantasía clásica de Tolkien que a la obra de cierto autor que inspiró cierta serie que me niego a mencionar, porque si tengo que volver a leer la frase “¿¿es esta serie la nueva X??” me va a dar un parraque. Es hora de que, como sociedad, dejemos de comparar historias fantásticas entre sí solo porque la ropa es vagamente medieval, y más cuando el tono de ambas no podría ser más opuesto.
“La rueda del tiempo” no busca subvertir el género, sino que juega dentro de sus parámetros. La Luz contra la Sombra, héroes elegidos destinados a salvar el mundo, monstruos temibles, reinos y hechicería. Muchos de sus elementos nos son familiares y, por lo tanto, accesibles. Otros destacan por su singularidad y proporcionan (o deberían proporcionar) un sabor propio y característico.
Para empezar, las mujeres ostentan posiciones de poder, dando lugar a una sociedad mucho más igualitaria de lo acostumbrado (Por qué esto resulta más extraño e increíble para algunos que ver un dragón escupiendo fuego es un tema para otro día).
Son las mujeres las únicas que pueden acceder al Poder Único (es decir, a la magia), que hace girar la Rueda del Tiempo y controla el universo. Estas mujeres son las Aes Sedai, de las que Moraine (Rosamund Pike) forma parte. En este mundo, el tiempo no tiene principio ni final y todas las personas son parte de un ciclo eterno de muerte y reencarnación. Ahora, una profecía indica que el legendario Dragón ha renacido y que solamente él (o ella) podrá salvar al mundo del Oscuro… aunque en el pasado fue también responsable de su destrucción. Esto tiene mucho que ver con que a los hombres no les sea permitido canalizar el Poder Único, posean o no la habilidad.
En busca del Dragón llega Moraine a Dos Ríos, desde donde emprende un viaje hacia la Torre Blanca de las Aes Sedai con un grupo de jóvenes. Uno de ellos es el elegido, está por verse cual.
“La rueda del tiempo” haría bien en recalcar los aspectos que la hacen única y explorar su mundo sin miedo.
A lo largo de los tres episodios se nos van dando pequeñas pinceladas de mitología, muy poco a poco para no abrumar. Aun así, es fácil llegar a la conclusión de que solo estamos viendo la primera fila de árboles de un bosque inmenso. Es esta sensación y las ansias de descubrimiento, unidas a las maravillosas localizaciones de la serie, lo que me incita a ser benevolente y me hace querer seguir a los protagonistas en su viaje.
Un viaje que muchas veces se vuelve extremadamente lento, poblado de personajes que no son más que esbozos (con contadas excepciones) de algo parecido a la personalidad. A nivel actoral, solo Pike destaca de momento, dotando a Moraine de un carisma solemne y una fuerza tranquila.
Los efectos especiales parecen sacados de la misma época en que Jordan comenzó a escribir sus libros. Son tan de los 90 como un episodio de Xena. Y luego está el vestuario. Pregunta seria: ¿A dónde han ido a parar los 100 millones que cuesta la serie? Porque a vestir a los personajes desde luego que no.
Esos jerseys de lana que podrías encontrar perfectamente en cualquier tienda del centro, esos forros de borreguito, ese abrigo que lleva Rand (Josha Stradowski) y que no se distingue apenas de aquellos de piel vuelta que estuvieron tan de moda hace unos años… ¡Por favor! Es un despropósito. Parece que el grupo se ha juntado para jugar a D&D en vivo y la mayoría va con disfraces improvisados. Hay que cuidar estos detalles, que sacan completamente de la historia. Además, le dan un aspecto genérico que no ayuda en nada a captar la atención del espectador.
“La rueda del tiempo” haría bien en recalcar los aspectos que la hacen única y explorar su mundo sin miedo. Si lo consigue, y mejora a nivel técnico, podría llegar a ganarse un lugar en el corazón de la audiencia. Si no, dudo que la benevolencia dure. Crucemos los dedos.