«La Sangre de los Elfos» es el título de la tercera entrega de la saga de Geralt de Rivia, publicada originalmente en 1994 -continuación de «La Espada del Destino«- llegó a tierras españolas de la mano de Bibliópolis en 2003, desde cuya fecha ha conocido ya –siguiendo el éxito editorial del conjunto de la serie- una reimpresión y una segunda edición.
En esta entrega, Andrzej Sapkowski da un nuevo salto en su esquema narrativo haciendo de «La sangre de los elfos» la primera novela de la serie y, por tanto, dejando atrás el mundo del relato en el que, hasta el momento, se venía moviendo el personaje del brujo de Rivia y su universo. En la construcción de la novela, Sapkowski recurre a varios elementos: la definición de una densa y muy bien caracterizada red de personajes secundarios que, además, tienen la virtud de resaltar y matizar aún más a Geralt de Rivia, de la misma forma que representan una excelente oportunidad de urdir nuevos y distintos hilos argumentales; los nuevos personajes aparecen aquí siempre de la mano de aquellos ya conocidos, adquiriendo inmediatamente un innegable viso de credibilidad, además de abrir aun más el enfoque de la trama; el intenso y descriptivo uso de las escenas de acción, sobre todo en cuanto al aprendizaje en el uso de la espada por parte de Ciri, aunque por veces pueden llegar a resquebrajar en algo el ritmo; y, sobre todo, un acentuado carácter episódico y escénico que lleva al lector, en cada episodio, a afrontar un hilo determinado de la trama, y dentro de él, a distinguir perfectamente las escenas o momentos que la configuran.
La sangre de los elfos establece un clima de tensión y ansia, donde la inminencia de importantes hechos y la latencia de desconocidos y futuros dramas se muestra a través de la inquietud interna de Geralt de Rivia, tanto en el temor de éste por Ciri y por la desconocida forma que tomará ‘su destino’ para con ella, como por la tragicómica relación con Yennefer, síntoma de la lucha interna del brujo entre aquella parte suya más ‘humana’ y su deber para con su ser.
En la planificación de la novela se perciben con claridad, creo, los caminos que unen esta entrega con la siguiente, «Tiempo de odio», en cuanto el clima prebélico y de latente espera que aquí se percibe, alcanza en aquella más claras y contundentes cotas; un excelente manejo del pulso narrativo que debemos reconocer también a Sapkowski y que es muestra clara de su maestría con la pluma.
El argumento de «La sangre de los elfos» continúa la línea temporal de las dos anteriores entregas, y nos muestra a un Geralt de Rivia alejado de sus anteriores aventuras, recluido en el misterioso castillo de los brujos, donde protege y entrena con la espada a la joven princesa Ciri. Jaskier no deja sus correrías y amoríos por distintos pueblos y lugares, si bien será su reconocida amistad con el brujo, y el intrigante significado de las letras de sus canciones, las que atraigan hacia él los intereses de misteriosos emisarios y fuercen un reencuentro de desconocidas implicaciones. Yennefer, alejada de Geralt desde hace tiempo y sin noticias sobre su paradero y circunstancias, recibe una carta de éste solicitando su ayuda; la relación se reconstruye de forma accidental y con intrigantes peligros de por medio y con muchos sentimientos por aflorar. Los nuevos personajes se definen y determinan en el clima de inestabilidad política y de intereses de los que, por algún motivo, Ciri parece ser un eje central cuya posición estratégica es el argumento principal del peligro al que está expuesta. Geralt y sus compañeros harán denodados esfuerzos por protegerla, y por garantizarle a Ciri una eficaz autoprotección. He aquí, entonces, la parte de la historia en el que las bases de este aprendizaje, protección y peligros se yerguen y exponen a los ojos del lector.
Otro de los aspectos que más destacan en la novela es el tratamiento de un tema tan actual como es la incorporación del diferente dentro de las sociedades homogéneas. Las figuras de los brujos, hechiceras y, sobre todo, elfos, en relación con la sociedad humana en la que conviven, sirve de leitmotiv para explicar de múltiples formas, y afrontar con imaginación, un tema espinoso como es el de la incorporación de la otredad en las sociedades homogéneas. La voz narradora y de forma más clara la mano autora, a través de los breves textos que encabezan cada capítulo, aportan un análisis de la situación, y una clara opinión sobre los hechos que se suceden. La guerra misma, de hecho, está provocada por la radicalización de la diferencia hasta transformarla en conflicto, y la postura de oposición y condena de la guerra sirve así, también, de posición moral con respecto a la cuestión de la diferencia social y su inclusión.
La política cobra también una más clara intensidad. Las figuras de la realeza, los territorios y sus reyes, las relaciones entre ellos, sus afiliaciones y sus oposiciones, se muestran en La sangre de los elfos de forma más clara que en ninguna otra entrega de la saga hasta el momento. Este es, sin duda, uno de los rasgos que mejor definen la ligazón entre esta entrega y la siguiente. El hilo narrativo del que el autor deberá tirar en las entregas siguientes, principalmente, para afondar en esa posición central de Ciri en este hilo narrativo, al que seguirán –sin duda- todos los personajes que configuran la comunidad construida alrededor de Geralt de Rivia.
La sangre de los elfos es, entonces, una novela que supera (con creces) el reto que supone el salto vertiginoso desde el relato. Lo hace manteniendo las virtudes ya conocidas: unos personajes intensos y de gran riqueza, un trasfondo ético y moral de gran actualidad y profundidad, y un tono y pulsos narrativos muy bien llevados. Además, aporta una trama política creíble y coherente con los hilos narrativos ya conocidos que, si bien no tiene aún la complejidad necesaria como para que podamos opinar sobre ello (lo haremos en la crítica de la siguiente entrega, «Tiempo de odio»), anuncia ya unas prometedoras posibilidades argumentales. Sapkowski, por tanto, presenta otra nueva entrega de alta costura, bien planificada y pensada, y escrita con la misma gran calidad a la que ya nos tiene acostumbrados. Un hecho que confirma de forma rotunda a Sapkowski como el renovador del género fantástico al que nos venidos refiriendo, además de como uno de los mejores autores conocidos por los aficionados. De cara al futuro su mayor reto está, entonces, en ser capaz de superarse a si mismo, algo que se presenta (a la vista de lo ya mostrado) algo muy difícil de conseguir; ¿será capaz de conseguirlo?