“Cambiamos solo para ser más nosotros mismos”
Habría que preguntar a Rodolfo Martínez si ese cambio es para mejorar o empeorar. En mi caso los cambios de la edad no me han hecho ser más diligente con mis compromisos. Debía al señor Martínez esta reseña sobre el adepto Yáxtor desde hace mucho tiempo: la vida me ha hecho la puñeta estos dos últimos años y dando gracias de que la cosa no ha ido peor. Ahora que parece que empieza a arreglarse para mi, aunque el mundo aún parece empeñarse en otra dirección, es hora de pedir perdón y empezar a cumplir. Lo siento Rodolfo, espero al menos que la espera haya merecido la pena… o al menos que no me cubra de vergüenza.
Para empezar algo obvio que la reseña no me va a hacer ganar renombre como crítico precisamente. Me siento triste y el señor Martínez tiene en esta ocasión bastante culpa. Se que, en este universo en el que vivimos, todo aquello que tiene un principio habrá de tener un final. Y aquí y ahora hablo de literatura. Es una perogrullada terriblemente cierta… que me toca mucho las narices las narices. Ay.
Toda esta alegría que me desborda se debe a que últimamente estoy dando fin a muchas sagas que significan mucho para mí por su calidad, por su originalidad y porque, que demonios, sus personajes se han convertido en viejos amigos de los que no deseo separarme. Pero, claro, como ya he dicho antes todo lo que empieza tiene que acabar… y es comprensible que los escritores quieran dar por finalizado un viaje que emprendieron con el objetivo más o menos dilatado de terminarlo algún día. Ahora debo dar por terminado mi viaje con Yáxtor Brandan, el adepto empírico protagonista de la saga «El adepto de la reina» que el gran Rodolfo Martínez creara en el año 2009. Casi diez años ha tardado en aparecer el cierre de la saga, “La sombra del adepto”, (Sportula, 2018) en el que aquel asesino eficiente, amoral y sin escrúpulos, émulo inconfeso de James Bond, se ha convertido en un hombre atormentado que busca su redención y la esperanza de un futuro con una familia a la que amar.
Lo advierto, para aquellos que no han leído el resto de la serie (¡a qué estáis esperando, leñes!) lo que sigue sobre «La sombra del adepto» les va a sonar a chino. A entrenarse en idiomas.
La novela, como todas las de la saga, es un cúmulo de aventuras, de tramas diversas que se cruzan y se descruzan, y que en este cierre devienen tan importantes como la trama central que arrastra a Yáxtor en la búsqueda del hijo que descubre haber tenido con Mizumi, la chambelán del emperador de Honoi. De hecho, personajes secundarios de gran peso en la historia del adepto como Shércroft, Asima, Adepta Suprema de la Curación, Qérlex Targerian, el adepto empírico supremo, o el diplomático y animoso Fléiter Praghem, pasan a primera fila y son los grandes protagonistas de bellas y trágicas historias de amor, de momentos de redención y lucidez, de sacrificios que cruzan el abismo de la muerte.
Y es que, más allá de la aventura, del continuo fluir de una trama que no admite reposo alguno, encaminada hacia un final en el que todas las líneas dramáticas alcanzan su culminación, la historia de Yáxtor tiene mucho de reflexión sobre la vida, sobre la muerte, sobre el amor, sobre lo que significa la lealtad, el respeto hacia el diferente, lo que nos hace humanos y lo que estamos dispuestos a perder por aquello que da sentido a nuestra existencia. Todo ello dado en su dosis exacta, sin discursos ni largas frases explicativas, haciendo que los hechos digan más que las mismas palabras… a pesar de que Martínez maneje las palabras a veces con gran belleza.
En ese sentido no puedo dejar de hablar de la valentía de Martínez para abordar campos literarios en principio muy alejados de una historia del fantástico-ciencia ficción-steampunk y varias cosas más. Es muy posible, sin embargo, que por la consciente mezcla de tantos estilos el autor quisiese probarse de otras formas y abordase la reinvención histórica… y la poesía. No es que Martínez se metiese en estos lares de golpe y porrazo en esta entrega. Ya desde el primer libro de la saga, en esas introducciones a los capítulos, se ha probado con la narración histórica, las sagas, las leyendas, pequeños poemas para llegar a «El jardín de la memoria» (Sportula, 2011) y crear su primer soneto. La experiencia debió gustarle porque en este libro conclusivo hay poesía y hay otro soneto, de arte mayor (mírese “verso” en la wikipedia, que es un ejercicio sano), en la página 92, de tema amoroso, que no está nada mal. Pongo el final:
“Hay momentos en el borde del abismo
y lugares donde el tiempo es inconstante.
Hay futuros sin entrada ni salida.
Pero, oculto entre tu dulce cataclismo,
me entretengo en dibujarme en tu semblante
y meterme a borbotones en tu vida”
Puede que no sea una obra maestra del género (muchas sinalefas para cumplir doce versos y, ¿sabéis lo que he dicho antes de la wiki?) pero al menos Quevedo no se revolverá en su tumba. Y yo sería incapaz de mantenerme en la rígidez de la estructura del soneto con esa soltura. Siga así maestro (acabo de ver que Martínez ha sacado hace poco una recopilación de sus poemas. Esa me la apunto sin falta).
El autor no ha dejado de asombrarme a lo largo de la saga cambiando siempre de registro literario con una facilidad pasmosa y con una coherencia digna de un maestro. Si la historia comenzaba con un estilo cercano a la novela de espías, ligado a la fantasía con un toque steampunk, la narración se lanzó después por los terrenos de las historias de samurais, de la nostalgia de las novelas de formación, sumándose un estilo tras otro, para centrarse en esta última en la ciencia ficción para hablar de los orígenes del mundo de Ervinder. Tanto mestizaje no ha restado un ápice de originalidad a la historia sino que lo ha acrecentado y es uno de los grandes sellos de calidad de la misma. En cierto modo me recuerda a otra de las grandes series del fantástico español, la Saga de Tramoréa de Javier Negrete donde un comienzo impecable del fantástico (el segundo libro es uno de los mejores relatos fantásticos que haya leído jamás, por cierto) se transforma a lo largo de las cuatro novelas en una narración más propia de la ciencia ficción. La fusión como sello propio de identidad del fantástico español.
Sin embargo, a mi parecer, la saga de Martínez es mucho más rica en personajes, su psicología es mucho más complicada, más densa, la evolución de los mismos se va desarrollando de forma paulatina a lo largo de los cuatro libros para culminar en este último, definiendo de forma definitiva todos los caracteres que habían ido creciendo y afianzándose a lo largo del tiempo, con el modelo trágico del adepto como perpetuo telón de fondo.
Aunque es la historia de Yáxtor la que hace avanzar toda la trama de «La sombra del adepto», las andanzas y avatares de los seres que le rodean son tan ricos y trascendentales como la suya.
El adepto, es cierto, nace en el primer libro como un ser sin alma dedicado a cumplir los mandatos de su reina pero el descubrimiento de su pasado, de la horrenda muerte de su mujer y su hijo, hace que se rebele contra su destino y crece como ser humano ante nuestros ojos hasta este libro donde el pasado y el presente le hacen tomar una serie de decisiones que desembocarán en una lucha final llena de pérdidas… y algo más. También el resto de personajes evoluciona a lo largo de las novelas: la reina de Alboné pasará de ser un ser misterioso lleno de sabiduría a una mujer atormentada por el miedo a la muerte; Shércroft sacrificará su sabiduría, largamente desplegada a lo largo de la serie, en aras de la amistad; Qérlex Targerian aceptará finalmente el precio de su falta con Yáxtor e iniciará el camino de la redención; Itasu, la guerrera, aprenderá por fin a confiar en el amor, etc. Todo un despliegue de humanidad que enriquece a cada paso la trama y la engrandece también.
Y no quiero acabar sin dejar de destacar algo que hace única a la saga: la decisión del autor de reubicar la posición de los libros, convirtiendo el tercero en el segundo y el segundo en el tercero. Yo he sido uno de los lectores que he leído la saga en su sentido original y no puedo decir que, analizada la cuestión, me sorprendiese la decisión de Martínez ya que el tercer libro original recogía varios relatos sueltos publicados con anterioridad sobre la juventud y formación del adepto, añadiéndole una recuperación física “in extremis”, y funciona muy bien como base del carácter del protagonista y tránsito hacia las aventuras que están por llegar. Si se me apura, diría que es el libro más flojito de la saga, porque en él la trama se detiene y se detiene demasiado en mi opinión. Pero el resto de libros son tan buenos que no pienso poner más peros. Dicho está.
¿Por qué siempre se acaba lo bueno? ¿Por qué?
En conclusión, voy a lamentar muchísimo perder a Yaxtor Brandan y sus compañeros pero ya Martínez se ha metido en otros jardines que explorar y estoy deseando echarles un vistazo aunque mi vida sigue cambiando y no se donde estaré en un par de meses. Quizás, y lo digo literalmente, aparezca navegando hacía Terranova o las costas africanas o, visto como nos ha lucido el pelo en este desastroso año, siga en casita cuidando de mis padres que son mayores. Sea como sea espero contar con un buen libro de Rodolfo Martínez. En eso el maestro solo cambia a mejor y que siga así muchos años.
Si os interesa «La sombra del adepto» aquí y para los que queráis darle una oportunidad a la saga completa (que acaba de ser publicada este mes, más fácil no os lo puedo poner) en Sportula.