La sonrisa del vampiro, de Suehiro Maruo: obra de culto depravada y sangrientaSuehiro Maruo es uno de los mayores exponentes del manga de horror. No hay más que echar un vistazo a su obra cumbre, “La sonrisa del vampiro”, con la que la editorial Glénat introdujo al autor por primera vez en nuestro país, allá por el lejano 2002. Dos tomos autoconclusivos donde la locura, la muerte y la violencia explícita campaban a sus anchas, y que ahora Panini Cómics reúne en un único tomo en formato de lujo que hará las delicias de los coleccionistas. 

“La sonrisa del vampiro”
comienza en un Japón desolado por la II Guerra Mundial, donde una mujer jorobada trata de sobrevivir rapiñando cadáveres. Confundida con un demonio por su aspecto y sus atroces prácticas, es asesinada y enterrada. Pero ni siquiera la tierra la recibe y resucita convertida en vampiro. Varias décadas después, le cuenta su historia a Konosuke Mori, un adolescente al que ha decidido transformar en el no muerto que herede todos sus conocimientos.

Así, la primera parte de este manga (correspondiente al tomo 1), sigue a Mori en su iniciación al vampirismo en un Tokio de los años 90 en el que la sociedad está podrida hasta el mismo tuétano.

Corrupción que nos muestra por un lado Runa Miyawaki, una muchacha que trata de mantener su inocencia rodeada de chavales que pegan palizas a los vagabundos o de chicas que venden sus bragas y se prostituyen a cambio de un puñado de yenes, y cuya inútil resistencia cesa tras ser violada por un payaso.

Y por otra parte Sotto Henmi, un sociópata adolescente cuyos actos ascienden rápidamente en la escala que va de la violencia hacia el asesinato y que reúne en una sola persona toda la decadencia y depravación de la sociedad japonesa.

Ambos personajes se cruzarán en el camino de Mori, y verán sus destinos truncados por una maraña de venganza, atracción y muerte.

La sonrisa del vampiro, de Suehiro Maruo: obra de culto depravada y sangrientaLa segunda parte de la obra, titulada “Paraíso”, lleva a la cada vez mayor familia vampírica de la jorobada a una zona rural de Japón, puesto que el ojo de la opinión pública recae sobre el reguero de asesinatos que han dejado en Tokio, exponiéndoles a ser descubiertos. Allí se encontrarán con otro grupo de vampiros al que tendrán que enfrentarse y se verán envueltos en el caso de una niña desaparecida hace ocho años al que su hermano busca desesperadamente.

Pero el nuevo escenario no los aleja de la perversión, porque esta puebla el mundo entero. Y Suehiro Maruo no se corta un pelo en mostrarla de forma explícita: drogadicción, violencia contra personas y animales, violaciones y prostitución con menores, mutilaciones, pedofilia, necrofilia, entomofagia, infanticidio y un largo etc. Aquí no queda fobia o filia con cabeza, y lo más irónico es que ni siquiera son los vampiros los que cometen los peores actos.

Y este es uno de los puntos clave de “La sonrisa del vampiro”, que utiliza el vampirismo como una especie de antídoto contra una sociedad del todo mancillada y deshumanizada. Tan corrupta, que es mejor ser un no muerto homicida que pertenecer a ella.

Y es que los vampiros protagonistas muestran hasta un cierto sentido de la justicia que los convierte en los personajes más humanos entre la chusma desalmada que puebla este manga y, por lo tanto, en aquellos con los que el lector empatizará. Que lo dicho no lleve a confusión: no son para nada buenos samaritanos. Les da igual andar acuchillando adolescentes que secuestrar niños para darse un baño después con sus cuerpos desmembrados. Pero al final terminan matando a unas cuantas víboras, y muestran vínculos muy fuertes entre ellos, sin que duden en protegerse mutuamente.

La sonrisa del vampiro, de Suehiro Maruo: obra de culto depravada y sangrienta

Uno de los aspectos que más me ha gustado del manga es el tipo de vampiro al que Maruo da vida. Se trata de nosferatus de la vieja escuela, de esos que no pueden sobrevivir sin sangre fresca, que se pegan a las paredes como arañas y cuya fuerza y velocidad rivaliza con su cadavérica belleza. De los que no poseen ni necesitan un alma. Por no tener, no tienen ni colmillos y rajan gargantas a navajazos; un recurso por otra parte muy vistoso. El mangaka no utiliza el vampirismo como don, sino como maldición: en esta obra el lector no encontrará juventud eterna que valga.

Y llega el momento de hablar del apartado gráfico, pura poesía gore claramente influenciada por el Grand Guignol francés, un género de teatro que estuvo en marcha desde finales del siglo XIX hasta mitad del XX y que destacaba por sus obras oscuras que sometían a los protagonistas a todo tipo de atrocidades.

El estilo de Maruo es muy peculiar. Caracterizado por un trazo muy fino que recuerda al ukiyo-e (tipo de grabado popular en Japón) y sobre todo al muzan-e, derivado del primero pero que muestra escenas sangrientas o de naturaleza violenta.

El autor juega mucho con el contraste entre blancos y negros y los sombreados, que dan un aspecto tétrico a sus escenas. Quizá lo que más destaque de su estilo es la multiplicación de elementos, sobre todo de ojos, bocas o rostros, pero también de cuerpos enteros, para dar sensación de movimiento y locura. Una demencia que sabe reflejar muy bien a través de La sonrisa del vampiro, de Suehiro Maruo: obra de culto depravada y sangrientalas expresiones de sus personajes, de sus ojos ensombrecidos e inyectados en sangre, de sus sonrisas de dientes enormes.

Se trata de un mangaka que disfruta de los primeros planos, mostrando sin pudor las escenas más explícitas, mientras deja que la viñeta acapare el protagonismo por encima de un diálogo comedido. Cuyos escenarios están llenos de oscuridad y detalles desagradables. Cuyo prototipo de personajes se alejan de la perfección generalizada: veremos cuerpos viejos y gordos. Y ni siquiera aquellos personajes atractivos se libran de la deformación provocada por el terror, la furia o la locura.

El de Maruo no es un estilo precisamente bonito, pero en ciertas ocasiones consigue crear imágenes de una gran belleza, especialmente los protagonizados por Mori y su joven compañera vampira.

La narrativa resulta un tanto caótica; el autor es dado a cambiar de secuencia de acontecimientos de una viñeta a otra, e igual estás en medio de un asesinato y de repente este se corta para mostrar un diálogo entre los vampiros o cualquier atrocidad. Un recurso practicado con absoluto conocimiento que busca precisamente transmitir desorden para acentuar la locura que impregna las páginas del manga. Lo que sí tiene pecado es que los personajes se parezcan tanto entre sí. A veces no sabes si estás viendo a Mori o a Henmi, a Runa o a cualquiera de las otras chicas, lo que llega a desorientar un poco.

Toda esta depravación gráfica tiene algo de hipnótica, y consigue atrapar la mirada del lector, que, como morboso voyeur, es incapaz de dejar de pasar las páginas. Aún así, hay escenas bastante fuertes capaces de causar náuseas a los estómagos más sensibles, e incluso de provocar un desagradable empacho a los que ya estamos acostumbrados al delirante gore japonés. Después de todo, Suehiro Maruo no se ha ganado el título de máximo exponente del ero-guro (estilo erótico grotesco) por nada.

La sonrisa del vampiro, de Suehiro Maruo: obra de culto depravada y sangrienta

En resumen, “La sonrisa del vampiro” es una tormenta de locura y depravación creada solo para los ojos más morbosos. Cae de cajón que se trata de un manga para mayores de edad, pero también deberían mantenerse alejadas las personas sensibles a las imágenes de violencia y muerte explícitas.

Para aquellos que disfruten de la muerte, la sangre y el sexo (en una obra cultural, sobreentendamos), recomiendo darle una oportunidad a este manga, pues es un título de culto, rey de su estilo y adictivo hasta lo malsano.

Y qué mejor momento que este, con el formato de lujo de Panini recién salido al mercado. Un tomo de grandes dimensiones y tapa dura con sobrecubierta, que incluye páginas bicromas y portadas interiores a color. Hecho para poder recrearnos en cada viñeta con malvada alevosía.

Un imperdible para los aficionados al gore.

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Cris Carou
Profundamente enamorada de las historias y de cualquier formato que sirva para contarlas (especialmente el papel). Cuando no estoy creando mis propios mundos de fantasía, analizo y reseño los de los demás. Admito dragón como animal de compañía.

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