Lady Macbeth llama a las temibles puertas de Glamis para recuperar su nombre, su voz y sus sentidos en la nueva historia de Ava Reid. Publicada en español por Umbriel, la novela cuenta con la traducción de Carla Bataller Estruch y el diseño de portada de Tim Byrne.
Retomando la famosa historial maldita de William Shakespeare, la novela encierra al lector entre muros de piedra gruesa y oscura, una humedad más crepitante que el fuego y un mar hambriento de vida. Aunque las olas no rugen con tanta fuerza como los hombres sedientos de poder.
Utilizando excusas vagas como el valor de la palabra y el honor, roen la existencia de las mujeres hasta convertir sus huesos en astillas.
Roscille ha crecido rodeada por las ambigüedades humanas y las erráticas corrientes del poder debido a su padre, el duque de Breizh. Siendo una hija bastarda, Roscille sabe que apenas es un títere en las manos de su padre hasta que pase a serlo de su marido.
Poco tiene ella que decir cuando se decide que será la esposa de Macbeth, un señor escocés cuya espada siempre está cubierta de sangre y cuyas tierras están tan alejadas de todo que solo se puede escuchar el mar. Siempre lo ha sabido y lo ha aceptado, pero le reconcome y aterra. Unos miedos que se disparan cuando la separan de su única doncella y la llevan a los dominios de Macbeth, barón de Glamis, un espacio en que la presencia de cualquier mujer es una mancha.
Aunque no hay nada que a Roscille le resulte conocido, desde las costumbres al idioma, hay algo que permanece. Está atrapada en un mundo de hombres que no tardará en señalarla por bruja debido a sus ojos hechizados, que la aplastará a la mínima oportunidad. Y no tiene más opción que adaptarse como buenamente pueda si quiere sobrevivir.
A partir de la mirada cansada de una joven que se ha rendido ante la crueldad del mundo, pero que necesita hacer lo que sea preciso para sobrevivir, nos encontramos con personajes tan complejos como sus emociones y su ansia. Roscille solo puede recurrir a su astucia e inteligencia, dos virtudes muy poco apreciadas en una mujer. Tanto como la independencia de identidad, voz, deseo y cuerpo.
Reid tiene la capacidad de crear escenarios contundentes, duros y crueles con precisión y meticulosidad. Incluso cuando cambia de enfoque, ese rastro cargado de rabia y sangre acompañan a su pluma.
En El arte de ahogarse, la crueldad del mundo apenas es visible a través de una niebla densa. Esto genera una impresión de aislamiento, soledad y desconcierto aplastantes. Utilizando la magia como un espejismo que separa a la protagonista del resto de personajes y la hace dudar de la verdad y la cordura, Reid creó una imagen tan sólida como pesada de la vida de las mujeres que tratan de sobrevivir al trauma, al abuso y la revictimización y el desprestigio.
Aquí, en cambio, Reid crea un escenario descarnado en el que la magia deja de funcionar como espejismo y la violencia es evidente y ruidosa. La certeza de que las mujeres son una posesión más sobre la que desplegar la ira, el poder y el deseo. Cuando las mujeres osan contar con voz propia, poder y pensamientos, son brujas y prostitutas. Merecen castigo. Merecen que sus voces sean apagadas, sus pasos limitados y sus sentidos destrozados.
El arte de ahogarse y Lady Macbeth tratan a la vez sobre la soledad de las mujeres que sobreviven a la violencia machista, al sistema, pero lo hacen desde dos perspectivas diferentes. Effy va encerrándose más y más en sí misma al verse abandonada y apartada. Roscille no olvida en ningún momento que lo que está viviendo lo han experimentado tantas mujeres antes que ella y que lo seguirán viviendo las que le irán detrás.
Pese a eso, la rabia va haciendo mella en ella hasta el punto de superar el miedo. La rabia por lo que le han hecho a ella, por lo que le han hecho a otras. Por la violencia que deja huesos rotos, embarazos interrumpidos en caídas y dientes rotos, cicatrices de castigo y sábanas ahogadas en sangre.
Si hagas lo que hagas, desees lo que desees, intentes lo que intentes, estás condenada a sufrir y morir por las maquinaciones de los hombres, ¿qué queda? Nada más que la venganza.
Pese a su brevedad, Lady Macbeth relata una historia cargada de rabia y violencia, con personajes sometidos a la incertidumbre y al miedo. Una lectura tan cruda como inolvidable.