Wendy (Dakota Fanning) es una joven autista que vive en una casa con otros muchachos con necesidades especiales en Oakland, California. Tiene su rutina diaria (qué hacer nada más levantarse, qué ropa ponerse, qué tareas realizar) y la sigue, aunque en ocasiones no le guste hacer algunas cosas. Es temperamental cuando las cosas no salen como está acostumbrada y no le gustan las sorpresas. Siempre lleva colgados del cuello su iPod y una libretita en la que apunta notas o frases que seguir. Cuando sale a la calle de camino a su trabajo en una tienda de repostería o pasea con su perrito Pete, sabe hasta qué calle puede ir. Su vida sigue unas pautas y Scottie (Toni Collette), su cuidadora, se preocupa de que las cosas sean fáciles para ella. Pero Wendy querría vivir de manera autosuficiente en casa de su hermana Audrey (Alice Eve), ayudándola con el cuidado de su hija Ruby. De hecho, Wendy tiene un plan: está escribiendo un guion para un concurso de la mítica serie «Star Trek», de la que es fan, y espera ganar los cien mil dólares del premio, que le servirán para demostrar que puede valerse por sí misma y echarle una mano a su hermano con los gastos. Pero Audrey piensa que Wendy aún no está preparada para dar ese salto ni cuidar de un bebé… o en realidad no se ve capaz de tener a Wendy en casa. Sea como fuere, a falta de dos días para entregar el guion en los estudios de la Paramount en Los Ángeles, Wendy se levanta al amanecer y emprende el camino a esta ciudad. Una aventura en toda regla.
«Larga vida y prosperidad» –oportunista adaptación castellana del título original, «Please Stand By», que adquiere pleno sentido al final del filme– es una película amable y bienintencionada que no engaña ni tampoco sorprende, pero que juega con acierto con las pocas teclas argumentales (y muy convencionales) que tiene a su disposición. Su director, Ben Lewin, sigue una fórmula parecida con una cinta anterior, «Las sesiones» (2012): poner el foco en una persona diferente; lo que entonces era un poeta tetrapléjico y con un pulmón de acero (John Hawkes) que busca perder la virginidad en manos de una peculiar “terapeuta” sexual (Helen Hunt), en este caso se trata de una chica autista en pos de un sueño y con un talento especial para construir historias alrededor de los personajes de la serie de Gene Roddenberry. A nadie sorprenderá la relación implícita entre Wendy y el personaje de Spock en la serie y las películas realizadas, alguien con unas ciertas dificultades para las relaciones sociales.
El viaje de Wendy hacia los estudios Paramount no será fácil y pondrá a prueba toda su capacidad para mostrarse como una persona plenamente autónoma; cierto es que algunos agujeros argumentales (y no pocas casualidades) en algún momento arriesgan la credibilidad de la trama, pero también es verdad que los espectadores conectamos con Wendy guion (aunque el filme a ratos puede resultar bastante paternalista hacia el personaje) y hacemos la vista gorda con esas inconsistencias de guion. Pues la película transcurre por cauces agradables, nos ha atrapado desde que empezamos a ver las rutinas diarias de Wendy –del mismo que hace casi treinta años empatizamos con las idiosincrasias de Raymond Babbitt (Dustin Hoffmann) en «Rain Man» (Barry Levinson, 1988)–; de hecho, en una línea similar a la recientemente oscarizada «Green Book» (Peter Farrelly, 2018), las buenas intenciones del filme se superponen (cuando no acompañan a) a los convencionalismos y nos sentimos partícipes de las peripecias de Wendy (desde la comodidad de la butaca y a este lado de la pantalla, dicho sea de paso). Que además la protagonista sea una seguidora (y muy conocedora) del universo Star Trek es un aliciente, nos hace cómplices de los sueños de Wendy; impagable resultará la secuencia de Wendy con el agente de policía angelino que interpreta Patton Oswalt.
El resultado es una película sencilla y sin pretensiones, amable y generadora de una buena dosis de buen rollo de principio a fin, y que llega con un cierto retraso a nuestras salas (se preestrenó oficialmente en el otoño de 2017). Previsible, sí, y algo condescendiente, también; pero como espectadores, sin embargo, ansiamos que las cosas transcurran hacia una resolución que demuestre que la protagonista es capaz de hacer lo que se proponga. Un filme que le guiña el ojo al trekkie y le hace ver que no es ningún bicho raro, del mismo modo que Wendy no es “rarita” por el hecho de ser autista. Una película ideal para una tarde de esas en las que quieres huir de la monotonía del día a día y recargar pilas de ilusión en una sala de cine. Como eso, cumple más que sobradamente, al tiempo que nos preguntamos por qué no vemos a Dakota Fanning y a Toni Collette más a menudo en la pequeña y gran pantalla.