El ser humano deseó coronar las nubes con sus propias manos, gobernar las estrellas y tener al mundo bajo su mirada. Las hijas de Tara nos trasladan a un mundo en que los humanos se autodenominan la cúspide de la pirámide y lo alteran en función única y exclusivamente de sus deseos y su percepción de lo humano, apartando la coexistencia con otros ajenos a ellos. Las hijas de Tara es una obra de Laura Gallego, un título de ciencia ficción y fantasía, publicada en una nueva edición por Minotauro.
Las dumas y Mannawinard, enemigos incompatibles con estilos de vida totalmente dispares. Las dumas son ciudades que viven de la última tecnología y el desarrollo de lo artificial. Mannawinard es un inmenso bosque en el que se respira la magia y en el que ha renacido la diosa Tara. Entre mvos están los Páramos: territorios baldíos que funcionan a modo de barrera. Quizás la única razón por la que no han intentado devorarse el uno al otro. En medio de esta guerra fría, la mercenaria Kim es contratada para robar un androide de la compañía Nemetech. Aunque su misión no seguirá el pronóstico que ella esperaba.
Las hijas de Tara parte de la premisa de un mundo partido en dos, irreconciliable en apariencia y solitario en existencia. Los detalles que dan forma a los acontecimientos más insospechados están presentes desde el principio. Sin embargo, la historia avanza a trompicones, de forma errática y en ocasiones inconexa con los personajes.
La gran mayoría de los personajes presentes apenas son esbozos de fondo, algo que no es tan extraño en una novela que es casi un RPG sin misiones secundarias. La mayoría de la historia sucede entre asaltos nocturnos, muchos días viajando por páramos desiertos y el silencio de las tierras yermas. Aun así habría disfrutado muchísimo más si los personajes como la sacerdotisa Kea, Moira o los pobladores de Mannawinard hubieran tenido una mayor profundidad y desarrollo. Por no hablar de la Madre Blanca, cuya existencia se mantiene restringida a ser la que auspicie el viaje de la heroína.
Nada como una incursión noctura para que todo salga mal
Keiko y Kim, las dos protagonistas por excelencia, con quienes empieza la historia, son dos personajes muy sólidos. Da gusto conocerlas, con sus más y sus menos. Tienen una química entre las páginas que realza las características más subyacentes de cada una de ellas. Aunque me mata que en un mundo en el que hace mucho tiempo que no existe la «barrera» oriente/occidente, Keiko sea llamada en numerosas ocasiones oriental por sus rasgos. Sin embargo, Kim es simplemente Kim o, como mucho, mercenaria. Que el personaje de cabello rubio no sea definido por esas etiquetas me pica en la nariz, pero supongo que tengo que recordar que la novela original en realidad era de 2002.
Semira y Chris, por otro lado, son dos personajes que intentan presentarlos como nuevos integrantes del grupo protagónico, pero que no terminan de definirse. Son muy ambiguos, y no es porque ambos sean parcos en palabras. Adam, por otro lado, acaba convirtiéndose en el personaje más interesante y carismático de toda la historia, con un enriquecimiento y crecimiento constantes. Y eso que de cuando en cuando parecen olvidarse todos de su existencia.
Hubo un aspecto durante la novela que me mató el interés de una forma bastante brusca, y fue el romance. No me malentiendan, soy la primera a la que le encanta un buen romance y creo que la lista de libros que he reseñado habla por si sola. Pero no lo disfruto nada cuando está metido con calzador porque la heteronormatividad manda. Podría entender la atracción, pero no había desarrollo alguno para un estrecho vínculo romántico. Lo usual cuando no le das cancha a los personajes para conectar y solo lo hacen por magia potagia de la trama y sus necesidades de cerrar arcos.
Donde existe la máxima tecnología pero nadie busca el mapamundo en Google Maps
El mundo que construye Laura Gallego es sólido en lo que hablamos de las dumas y los páramos. Kim nos brinda experiencias muy vividas de lo que supone la vida en las dumas, que había de particular a cada una y, a su vez, que es lo que las une. Nos habla de la separación de clases, la importancia de la economía, la desintegración de cualquier organismo público en pos de una jerarquía capitalista hasta el extremo y ahogada en la soledad y la desesperación.
Kim nos retrata una humanidad más ligada a las máquinas que a la naturaleza. Una sociedad en la que es más aceptable adaptar el cuerpo al metal para lograr la normatividad social que el cuerpo del propio individuo. Es la parte del mundo que más calado y presencia tiene en la historia, incluso cuando no está presente, porque Kim compara todo con sus recuerdos en las dumas. Y los inhóspitos y contaminados páramos no se parecen en nada a las grandes ciudades. Si tiene un punto flaco quizás sea Mannawinard. Incluso cuando los protagonistas se introducen en su interior para cumplir con su misión, sigue siendo la selva. Mannawinard es, incluso para sus propios habitantes, un gran desconocido.
La novela nos muestra una aventura que batalla entre la fantasía y la ciencia ficción, que se sumerge en las intrincadas intrigas de las ciudades y se oculta en la caótica simplicidad de la ley de la selva. Donde la humanidad y la racionalidad son puestas en tela de juicio. Donde el dinero tiene más poder que la vida y la brutalidad se manifiesta en todas sus formas.
¡Hola Carolina!
Leí la novela hace como unas semanas. Mi opinión es muy parecida a la tuya. Una novela con un inicio trepidante y que define muy bien el mundo en las Dumas, haciendo que nos imaginemos mundos tecnológicos “de película”. Luego se va desinflando, tiene altibajos, la historia de amor no tiene ningún sentido (de hecho, para mí la historia de amor tendría que haber sucedido entre las dos protagonistas), hay un personaje cuyo único objetivo es morir y hace que, al no haberse desarrollado, una muerte que debería resultar traumática la pases por encima como si nada, etc.
Me resultó incluso un poco frustrante, porque Laura Gallego tiene un potencial muy bueno, y escribe cosas maravillosas. Pero este libro lo sentí como “podría haber sido maravilloso”, quedándose en mucho menos de lo que aspiraba. Quizá, el haber sido un libro “por encargo”, en el que le dieron los elementos que tenían que aparecer, haya dejado demasiada impronta en la novela.