Todo empieza dentro del marco de la toma de Granada, en el que vemos a una reina Isabel la Católica con un temperamento fuerte, con un aura de serena autoridad, a la que vemos recibir la primera gramática española, la de Antonio Martínez de Cala y Xarava, al que conoceréis mejor como Antonio de Nebrija, un elemento clave para la consolidación y difusión del castellano como lengua a nivel mundial), arengar a las tropas para tomar Granada (imitando, en su toma, la pose del cuadro de Francisco Pradilla), escuchar a distintos embajadores y científicos sobre la ruta occidental hacia las Indias, y recibir a Colón con cierto escepticismo.
¡Y ojo a la caracterización de Colón! Nada de peinados a tazón, ni de caras sedas y terciopelos. Es un Colón marino curtido, un tipo fuerte que sabe imponer su carácter ante una marinería que en buena parte estaba compuesta por todo tipo de rufianes. ¿Y por qué? Porque, no nos engañemos, en las primeras expediciones no enviamos precisamente a lo mejor de cada casa.
Vemos también cómo usa ciertas artimañas para que los marineros piensen que recorren menos distancia (un guiño histórico, ya que para conseguir la financiación para su proyecto falseó la distancia estimada para llegar basándose en los cálculos de las cartas de Toscanelli y las estimaciones de Posidonio, que usaba otro tipo de “milla” distinta a la italiana), cómo gestiona los problemas de abastecimiento a bordo (muestra cómo el agua “se mareaba” –así se decía-) y cómo maneja la situación en su primer encuentro con los indios al llegar a las costas de Las Bahamas primero, y de la isla de La Española después.
Mientras tanto, no nos dejemos el papel de Juan de la Cosa, el gran cartógrafo cuyo mapa de América podemos admirar en el Museo Naval de Madrid. Cartógrafo e investigador cuyas ansias de conocimiento vemos bien representadas mostrando a la marinería de dónde viene, y a dónde van. Así como ejerciendo de etnólogo en los primeros contactos con los indios.
Nos contarán también la situación que se vivía en el papado, teniendo en cuenta que estamos en los últimos momentos de Inocencio VIII. Y aprenderemos los curiosos tratamientos médicos que se le administraban, así como algunos ejemplos de la falta de ejemplaridad de su papado.
Y todo ello de una manera amena y directa, con un rico elenco de secundarios: Urtubia, Peru, El Negro, Bernardino de Talavera, Alonso de Ojeda (en la toma de Granada se le puede ver, así como a Juan Sebastián Elcano)… Y ese es uno de los puntos fuertes de la serie: la mayor parte de los conquistadores españoles se conocieron y sus destinos se entrecruzaron en varias ocasiones, y sus historias no transcurrieron de manera lineal, como nos lo enseñan en la escuela, sino que todas transcurrían a un tiempo y los que estaban juntos en una primera circunstancia, se volvían a ver las caras poco tiempo después en otra aventura.
Veremos una multitud de detalles, como los rudimentarios medios antiparasitarios de la época (“encalaos y sin piojo”: una capa de cal sobre el cuerpo y el pelo rapado), cómo se medían los nudos de navegación, o el detalle que el primer español que habló con los indígenas fue Luis de Torres, y lo hizo en árabe.
El conjunto de la actuación es sobria y muy creíble. Pocos aspavientos, expresiones sobrias… se nota mimo en el trabajo y en la encarnación de los personajes. Miguel Lago hace un Colón muy creíble, tremendamente humano y alejado de la imagen de “Almirante de la mar océana” que transmiten los libros de texto –y eso sin contar su papel adicional como Inocencio VIII-; Mario de la Rosa hace crecer a Juan de la Cosa de manera espectacular, dotando de alma y sensibilidad a una figura sobre la que suele pasarse de puntillas; mientras que Aitana Sánchez-Gijón hace valer sus tablas en el medio dota a Isabel la Católica de un carácter y carisma muy propios de su figura. Además, tienen el buen tino de marcar a los personajes dentro de una escala de grises a la hora de narrar un episodio de nuestra Historia que viene a ser bastante denostado por algunos sectores y que termina moviéndose por las movedizas tierras de lo políticamente incorrecto.
De tal manera, se introduce el tema de qué se puede hacer con los veteranos de la guerra contra Granada, así como de la cuestionable procedencia de los primeros embarcados: los primeros se embarcan por buscar gloria y nuevos territorios para conquistar con objeto de calmar sus ansias guerreras, los segundos porque no tienen otra alternativa mejor.
Hablemos ahora de la producción de esta serie, en la que no se han escatimado medios: el uso de grupos de recreación para representar la soldadesca medieval en la toma de Granada (rodada en Ávila), en la que se tuvo el cuidado de que, incluso, se consumiese comida cocinada al modo medieval (proporcionada por Bastimento, unos restauradores expertos en el tema bien conocidos en el mundo recreador por su buen hacer al respecto), los interiores del Monasterio de Veruela y la iglesia de San Martin de Tours en Frómista (en cuyas paredes se va dibujando el mapa del Nuevo Mundo) para las escenas de interior… pero, ante todo y sobre todo, lo más espectacular: la navegación en la réplica de la nao “Victoria” (la nave de Magallanes, que en la serie hace las veces de la “Santa María”), construida en 1992 y restaurada en 2004 y con la que se volvió a dar la vuelta al mundo; y el rodaje en la selva brasileña, con indios auténticos que actuaban como tales y hablaban sus propios idiomas. Lo más significativo del rodaje con estas tribus fue que muchos de ellos no ven con frecuencia al hombre blanco, por lo que sus expresiones y reacciones son de lo más genuino.
En general, nos encontramos ante un producto con una cuidadísima documentación y puesta en escena, que huye de la idealización del descubrimiento. Nada de las representaciones pictóricas de José Garnelo Alda o John Vanderlyn. Un viaje sucio, sacrificado, con intentos de amotinamiento, la pérdida de una de las tres naves y un solo deseo: pisar tierra firme. Sin ceremonias, sin rituales ni poses. Simplemente volver a pisar tierra y reaprovisionarse.
Insisto de nuevo en la naturalidad de los actores, a los que vemos tanto ejerciendo de marineros, como de carniceros, como de traductores. Muy metidos en sus respectivos papeles.
Estamos, pues, ante un trabajo muy notable: espectacular, directo y simple. Como dije al principio: como si alguien que sabe te desmenuzase el contenido de la Historia y te lo presentase de manera lúdica y divertida mientras tomas una cerveza. Un producto bueno muy bien realizado, narrado de forma realista y directa, totalmente nuestro y que está a la altura de otras series documentales extranjeras. Una muestra de que poniendo el dinero en las manos apropiadas, se pueden hacer grandes cosas.
Dadle una oportunidad. Y recordad que los capítulos siguientes se irán emitiendo los lunes a las 22:00 en el canal #0, de Movistar+. Y los sábados se hará una reemisión con un “cómo se hizo” a continuación.
Una delicia de producto. Palabra.