El pasado mes Norma Editorial publicó entre sus novedades manga “Last Game” 11, el shojo ligero de Shinobu Amano que alcanzaba así su penúltimo volumen. Y lo hacía con un tomo tan lleno de ternura y diversión como los anteriores, pero también mucho más intenso. Porque la trama empieza a llegar a su fin y tanto Kujo como Yanagi se ven obligados a tomar decisiones.
Si no conoces este manga o no estás al día, te recomiendo que leas nuestras reseñas previas, ya que este artículo puede contener spoilers de los volúmenes anteriores.
Ya de vuelta del ryokan de la familia de Yanagi, Kujo se da cuenta de que si quiere que algo cambie, debe empezar a actuar. Pero sus intentos por confesarse dejan al pobre Yanagi más asustado que enterado de lo que ocurre. Por su parte, el padre del chico vuelve a Japón y, tras invitar a Kujo a pasar un día con él, hace que Yanagi se plantee su futuro.
Con las navidades a la vuelta de la esquina, ¿qué decisión tomará con respecto a sus sentimientos?
Con este tomo, “Last Game” encara su recta final de forma más dramática e intensa de lo que nos tiene acostumbrados, enganchándonos así desde las primeras páginas. La frustración por ese continuo tira y afloja de los protagonistas es ahora sustituida por la tensión de las dos grandes cuestiones que aún quedan sin resolver: ¿logrará encontrar Kujo el valor para confesarse por fin? ¿Y qué va a hacer Yanagi con su vida?
Con su torpeza y honestidad habitual, ambos protagonistas tratan de resolver estas cuestiones, dando vida a escenas tan emotivas y preciosas que han hecho gritar a mi fangirl interior: llamadas telefónicas interminables, manos metidas en abrigos y confesiones a ambos lados de las vías de un paso a nivel. Situaciones clásicas en los manga shojo que, sin embargo, Shinobu Amano consigue dotar de una ternura especial.
Por su parte, los secundarios continúan funcionando como apoyo de la pareja protagonista, cumpliendo su papel de amigos, celestinos y alivios cómicos, pero sin salirse mucho de ahí. La excepción que confirma la regla es Kei, que se ha consolidado como uno de los personajes más interesantes, con una construcción y una evolución bastante sólidas.
Mención aparte merece el padre de Yanagi, personaje algo extravagante que hace su entrada en el manga solo para presentar un obstáculo más a la pareja. Y uno muy decisivo a la par que inesperado, que acelerará el desarrollo de la historia para bien o para mal.
Aunque más intenso y dramático, este nuevo tomo de “Last Game” continúa en la línea ligera y cómica de la serie con sus malentendidos y tonterías habituales, por lo que te da aliento para divertirte entre pequeño y pequeño drama.
A este tono ayuda mucho el dibujo de Amano, muy clásico del shojo. Elegante, limpio y expresivo, combina muy bien las viñetas más narrativas y pequeñas con otras más emocionales y amplias, pausando la acción en los momentos adecuados. Logra así darle un ritmo excelente a la obra.
Como siempre, la calidad en la edición de Norma Editorial acompaña a todos sus tomos: tramas bien impresas, sin transparencias y con un tamaño cómodo y un tacto agradable.
Con este 11º tomo “Last Game” pone todas sus cartas a la mesa y deja con un sabor agridulce: esperando el final para saber qué ocurre, pero también deseando que no llegue para no separarme de esta historia que tan buenos momentos me ha hecho pasar.
A mí solo me queda, como he hecho desde el primer tomo, recomendar este manga a todos los amantes de los shojo. Os aseguro que Kujo y Yanagi no os defraudarán.