“Last Game”, el manga shojo de Shinobu Amano que editaba Norma Editorial, ha llegado a su fin con su undécimo tomo. Tras once meses de hacernos reír y calentarnos el corazón, por fin hemos podido conocer el desenlace de esta historia de amor y desafío. Y, sin que sea sorpresa alguna, Yanagi ha salido victorioso.
Si no conoces el manga o no estás al día, te invito a visitar las reseñas anteriores donde te cuento, sin spoilers, mis impresiones al respecto. Ya que este artículo puede contener datos relevantes de la trama hasta el décimo volumen. Dicho esto, ¿qué nos depara “Last Game 11”?
El décimo tomo del manga nos dejó con la impactante noticia de la partida de Yanagi hacia Estados Unidos para formarse como el heredero de la empresa de su padre. Mientras, Kujo toma la determinación de confesársele al fin, aunque está convencida aún de que a él le gusta otra chica. Pero sus intentos chocan constantemente contra un Yanagi ocupadísimo preparando todo el papeleo para el viaje.
Un malentendido hará que la chica de un paso atrás y evite a su amigo justo cuando él debe marcharse repentinamente sin poder hablar con ella. ¿Qué hará Kujo cuando descubra que Yanagi se va?
“Last Game 11” nos trae, al fin, los grandes momentos que los lectores estuvimos esperando: la ansiada confesión, la primera cita y… sí, el bodorrio (sin quejas, que antes que yo te ha spoileado la portada). Y lo hace en tan solo cuatro capítulos. Cuatro capítulos que combinan todo el humor y la ternura propia del manga, sí (y que seguramente te hagan sonreír) pero que al mismo tiempo se sienten un poco apresurados. Y es que después de diez volúmenes, resolverlo todo en solo cuatro capítulos escama un poquitín.
Sí, la escena de la confesión es preciosa, con sus momentos graciosos y ese toque personal que solo pueden darle Kujo y Yanagi. Sí, en la primera cita la inocencia de la chica y la desesperación de él culminan, después de las risas, en un momento emocionante. Y aunque la boda me ha dejado un poco más fría porque surge casi de la nada (de repente nos encontramos con que han pasado varios años para ellos), también tiene sus puntos cómicos y dulces.
Pero aún con todo, me ha sabido a poco. Necesitaba más: saber cómo Yanagi y Kujo se comportan como pareja (más allá de una primera cita); cómo vivieron su año separados después de que el chico se fuese a EE. UU; o conocer qué fue del resto del grupo. Porque en este tomo solo orbitan alrededor de los protagonistas, sin apenas más que un momento propio para Soma.
Creo que se podría profundizar mucho en una relación que tanto les costó alcanzar, y más cuando los últimos tres capítulos son los llamados especiales (léase de relleno).
Tampoco me ha convencido la evolución de los protagonistas en esos años antes de la boda: y es que resaltar la frialdad de Kujo y el carácter desesperado de Yanagi en aras del humor en vez de fortalecer su vínculo como pareja me parece desacertado.
De los demás personajes ni siquiera hay evolución en “Last Game 11”. Aparecen en la ceremonia con el futuro más predecible para todos ellos, sin más.
Y con todo esto no quiero decir que el final de la historia no me haya gustado. Tiene sus fallos, pero lo he disfrutado mucho (y sí, he berreado de emoción durante la confesión). El manga sigue manteniendo su personalidad, esa ligereza, humor y ternura que me conquistó desde el primer tomo. Los protagonistas continúan compartiendo una química brutal y los secundarios se mantienen también en su papel de consejeros a los que se le toma cariño. Es, simplemente, que Shinobu Amano podría haber aprovechado esos capítulos de relleno para darnos algo más.
Por descontado, su estilo de dibujo sigue siendo magnífico, expresivo, limpio y elegante, muy característico de los shojo. Sabe manejar bien la tensión, lleva bien el ritmo y controla las emociones del lector en casi todo momento, dejándolo visualmente satisfecho.
¿Tiene “Last Game” un final digno?
Puedo contestar sin duda que sí. El último tomo del manga nos da justo lo que esperábamos: una historia ligera, sentimientos a flor de piel y algunas carcajadas. ¿Podría hacerlo mejor? También.
Pero quizá ese sabor agridulce venga precisamente de que este es el final, de que toca despedirse de Kujo, Yanagi y compañía. De esa sensación que te queda al final de toda buena historia.