Logan: El oeste de los héroes nos aguardaAhora que lo pienso creo que he leído comics (o novelas gráficas. Tebeos no que al parecer es despectivo… ¡Con lo que siempre me han gustado los tebeos!) desde que tengo uso de razón. Uno de mis hermanos aprendió a leer con ellos y yo compraba, por docenas, comics de superhéroes a 25 pesetas en el pueblo de La Rioja donde íbamos a veranear. No me desprendía de ellos ni a tiros y aún guardo muchos de ellos. Comics de Nova, el Caballero Luna, La Cosa del Pantano… amén de Spiderman, Thor, X-Men, los Defensores, Los Vengadores y otros muchos que se quedaron por el camino.

Recuerdo incluso una reedición del primer número de los X-Men en el que aparecían la Bestia, Cíclope, creo que Ángel, el profesor Xavier y una individua super cuqui, vestida de principios años sesenta, como una Doris Day cualquiera, que resultaba ser Miss Jean Grey. Si, esa, la que luego desintegraba planetas a la hora de comer. La verdad que a mis nueve años los X-Men originales me resultaron sosos y bastante modositos. Donde estuviese La Cosa del Pantano…Mi madre en aquella época no era muy exigente con nuestras lecturas. Solo quería que leyésemos. Que gastásemos nuestras magras pagas (que éramos cinco niños y eso hacía bajar las finanzas familiares que daba gusto) en lectura coloreada a mis padres no les parecía mal, siempre y cuando eso no nos produjera pesadillas y acudiésemos a preguntarles a ellos todo aquello que no entendiéramos. Fácil, ¿no?

No recuerdo que jamás uno solo de aquellos comics me produjese pesadillas aunque si que consulté muchas veces a mis padres sobre ellos, sobre todo las cosas extrañas que veía en los de Conan, que me fascinaban por sus mundos bizarros, plagados de demonios y maravillas.

Reconozco que los comics de ayer hoy se considerarán una aberración en manos de niños tan pequeños (he llegado a ver comics de Conan reeditados con diálogos distintos y educativamente aceptables, ¡puagh!)…y, la verdad, no se por qué. Si, bueno, esa lectura produce frikismo galopante pero, aparte de ese virus incurable, aún no puedo ver que mal hay en su lectura. Mi sobrino de 12 años y mi primo de 11 juegan con la “play” a descabezar zombies y matar asesinos en las calles de no se dónde y nadie lo ve raro…excepto yo, al parecer. Pensaba en ello cuando, en medio de la sesión de cine de "Logan" (James Mangold, estreno 3 de marzo de 2017) tenía a mi lado a dos niñas de unos doce años tan concentradas en la pantalla que no dijeron ni mú hasta que acabó la sesión. Y, al acabar, se dedicaron a decir tantos “¡Hala!” “¡Qué buena” “¿Has visto…?”, aludiendo apenas a las peleas, que seguí preguntándome porqué algunos solo ven la violencia en algunas obras cuando hasta un niño o niña de 12 años puede ver lo que hay más ella de ella.

Y "Logan", desde luego, tiene mucho más.

Logan: El oeste de los héroes nos aguarda

Aparte de los descabezamientos, desmembramientos, sangre falsa a toneladas y violencia a tutiplén que sin duda contiene, y que podía haberse reducido fácilmente sin dañar la historia, "Logan" atesora uno de los más hermosos cantos a la redención que he visto en mucho tiempo y vestido además bajo los ropajes, bastantes indigestos últimamente, del llamado “cine de superhéroes”.

La legión de adictos a este tipo de películas la ha puesto muy bien aunque a muchos no les acaba de gustar del todo el aire de decadencia que respiran los personajes principales, Logan (léase Lobezno) y el profesor Charles Xavier. Por cierto, no sé porque en muchas críticas llaman al profesor Cerebro ya que, a no ser que me equivoque, Cerebro siempre ha sido un dispositivo (o mutante a veces) completamente diferenciado del profesor Xavier. En fin, cosas veredes amigo Sancho y tal.

De cualquier manera, destaca el tratamiento veraz de los personajes, haciéndolos terriblemente humanos, victimas de la vejez, el alcoholismo, las enfermedades, tratando de lidiar con el día a día en su camino hacia el olvido y la muerte. Como se ve  temas todos “grandes” que dan una nueva dimensión a los superhéroes protagonistas de la cinta (incluido el desdichado Calibán), que pasan a ser héroes trágicos de un mundo que, más allá del rechazo y la persecución, les exige cuentas por un pasado que estuvo lleno de errores y violencia.

Logan: El oeste de los héroes nos aguarda

La película no es perfecta, por otra parte. Tiene un metraje excesivo, algún pequeño exceso sentimentaloide y los villanos, el doctor Zander y los dichosos Reavers, son más planos (¡y con unos objetivos absurdos!) que un billete de cinco euros en un vaquero ajustado. Pero, pese a estos y otros errores, James Mangold ha realizado un esfuerzo notable que, a mi parecer, le redime como director de esa sosada, insustancial y aburrida, que resultó ser "Lobezno inmortal", la película precedente de la saga. Por otra parte, tenía méritos suficientes como para llevar a cabo este sólido trabajo, como ya demostró en películas como "Copland" (1997)  o "El tren de las 3:10" (2007), la primera con fuertes reminiscencias del western y la segunda, directamente, un western revisionista muy meritorio.

Es una pena que Mangold haya tenido que esperar hasta la última película de la saga para demostrarnos su valía en esta temática. Y es que, como saga, la de Lobezno ha resultado ser bastante irregular, por decirlo finamente, con una primera pasable a secas, una segunda mala y esta última que parece redimir a las anteriores. Es esa palabra, “redención”, junto a “declive”, la que parece ser clave y motor de todo el fim. Una palabra que la hermana con películas muy diversas y que, sobre todo, la emparenta con una temática ya mencionada y muy querida por el propio Mangold, el western.

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"Logan" tiene mucho de de mezcla de géneros, de superhéroes (aunque Lobezno tenga más de antihéroe en esta película que de superhéroe), de road-movies y, sobre todo, de western, del clásico y del “decadente”. Y es en esta mezcla de géneros donde se halla su mejor baza, baza que ya exploraba una de las fuentes del guión de la película, la novela gráfica “El viejo Logan” (Mark Millar, Steve McNiven, 2007), donde encontramos a un Lobezno decadente, devorado por los remordimientos, en un mundo postapocalítico, llevado al límite por el dolor y la venganza.  Con algunas e importantes variaciones, "Logan" rescata ese personaje devorado por pesadillas de violencia, carcomido por los errores del pasado, necesitado de esperanza y redención. Una redención que en la pantalla llega a través de Dafne Keen, la niña de 12 años que interpreta a Laura Kinney, también llamada X-23. En su mezcla de salvajismo e inocencia Logan hallará la causa por la que su vida hallará una justificación final.

En la defensa de esa causa Logan tendrá la compañía de un destrozado profesor Xavier, reducido por la senectud a un viejo tembloroso con estallidos de poder que representan más una amenaza que una ayuda, y del desventurado Calibán, que de monstruo ya no tiene más que el nombre. La llegada de X-23 supone para Logan una huida que se convierte, como dijimos antes, en una especie de road-movie donde vendedores, familias amables y los amos del pueblo conforman también un western clásico al que Logan otorga el aire de declive y redención que pudiera tener "El jinete pálido" (Pale Rider, 1985), del incombustible y magistral Clint Eastwood, y el film de referencia en la propia película, la inolvidable "Raíces profundas" (Shane, George Stevens, 1953).

Creo que tan solo por esta referencia la película ya me hubiese gustado pero el hecho de hacer de la misma el eje del film, hace que Mangold, definitivamente, me caiga mucho mejor como director. Las continuas referencias a este western clásico (más que las hechas a los comics de X-men, necesarias para dar cuerpo a la película pero no definitorias del espíritu en que esta se mueve) son las que refuerzan la trama y le dan ese aire de tragedia clásica en la que la búsqueda de la redención tiene un precio terrible para el protagonista, un precio por el cual no se puede retornar la paz y la dicha que se esperaba.

Hugh Jackman, en ese sentido, se muestra de forma afortunada como ese héroe inevitable, arrastrado al principio a su pesar, que busca el bien de aquellos a los que ama, alejándose de un pasado que le atormenta y persigue, y que no halla más que cenizas en su camino. Patrick Stewart, en su retomado papel del profesor Xavier, forma duo con Lobezno otorgando una increíble dimensión humana al relato, con su decadencia y afecto por Logan. Hay bastantes que han criticado esta visión de uno de los más grandes y poderosos mutantes de los comics pero a mi me ha resultado de una veracidad conmovedora su declive y su necesidad de perdón y amistad. Una gran creación de un gran actor.

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Faltaría reseñar a la joven Dafne Keen (de madre española y nacida en España) que crea a una mutante magnífica, mezcla de violencia extrema y desvalimiento, necesitada de amor, obsesionada por la esperanza de una vida mejor. Tiene una escena con Logan que no he podido quitarme de la cabeza en la que éste despierta de una pesadilla y le dice que está producida por el recuerdo de todos aquellos a los que mató. La niña le comenta que ella no sufre pesadillas por los que ha matado pues eran malos. Logan le responde que eso no tiene nada que ver pues todos eran personas a lo que la muchacha le replica algo así como que de todas formas tendrá que seguirlo haciendo y Logan por fin concluye: “Tendrás que vivir con ello”. En esa frase se encierra una verdadera lección contra la violencia, con el precio irreversible que supone su empleo, contra la muerte que provoca y que, pese a que nos veamos abocados por las circunstancias a su empleo,  dejará siempre un precio de dolor. Esta lección me hace retornar de nuevo a "Raíces profundas".

En la película de George Stevens, Shane (Alan Ladd en un estado de gracia que no le veo en otras películas) enseña al pequeño Joey (¡que actor más repelente era ese niño!) a manejar una pistola ante el desagrado de su madre aunque finalmente le comunique también el valor de una vida en paz, una paz que el nunca disfrutará.

-He de marcharme
-¿Por qué, Shane?
-No puede uno dejar de ser lo que es, torcer su destino. Yo lo he intentado inútilmente. […] No gusta convivir con un asesino. No hay que darle vueltas, Joey. Por suerte, o por desgracia, yo llevo esa mancha, imborrable. Ahora corre a casa y dile a tu madre que ya está todo arreglado y que ya no queda ningún revolver en el valle.

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De esta forma el pistolero se redime a través de la paz que otorga a quienes ama y desaparece para siempre.

Las palabras de Shane recorren todo el film de "Logan", se introducen en el mismo literalmente y sirven de clímax al mismo, provocando el momento más emotivo de toda la película. Un broche magnífico para una saga y una película que cierra el periplo de un héroe y cuya esencia se recoge magistralmente en el cartel en el que se ve una mano de niña estrechar la mano reseca y herida de un Lobezno cuyas garras de adamantium, metafóricamente y realmente, le llevan a la muerte. La mano de la niña parece sostenerle e infundirle fuerzas. Así es en la película. Una luz que lleva a la redención. Y a la paz.

Buen viaje. El oeste de los héroes nos aguarda.

Eidian
Recuerdo que escribí mi primera poesía recién operada de apendicitis con nueve deditos contados. Desde entonces odio los hospitales y adoro la escritura. Hasta hoy han pasado dos carreras (historia del arte y náutica, ahí es nada) y resulta que he acabado como marino/na (para gustos los colores). He regresado hace poco a esta página donde comencé a escribir críticas literarias porque hay cosas que nunca se olvidan. Experiencias malas, buenas y superiores. La vida misma.

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