El entusiasmo pedestre del verdadero caminante, quien sabe que desplazarse a pie propicia una corriente de meditación tranquila, solo en parte consciente.
De un tiempo a esta parte abundan —o, cuando menos, no escasean, si el lector interesado en este tema está atento a las novedades editoriales— los textos dedicados al acto de caminar, entendido como algo más que el mero medio de desplazamiento o la mera actividad física.
Se ha creado así un pequeño subgénero de ensayos, integrado sobre todo por textos breves y por monografías que recopilan reflexiones y pensamientos que autores notables de todos los tiempos dedicaron al caminar.
Ediciones Siruela, que ya publicó hace no demasiado tiempo la obra Elogio del caminar, de David Le Breton, nos presenta ahora una obra salida de la pluma del escritor y alpinista victoriano Leslie Stephen, reuniendo tres de sus textos en el pequeño volumen «Los Alpes en invierno. Ensayos sobre el arte de caminar».
Cuenta con un delicioso prólogo escrito por su hija, la famosa escritora Virginia Woolf, en el que hace una semblanza entrañable de Stephen como escritor, como persona y, sobre todo, como padre.
Educado en Eton y Cambridge, Leslie Stephen fue —además de académico, filósofo, escritor, periodista y crítico literario— una figura destacada de la que es considerada la Edad de oro del alpinismo. Aquella en la que montañeros británicos —normalmente, con el apoyo de guías locales, suizos o franceses— sentaron las bases del deporte del alpinismo en esa cordillera.
Stephen fue miembro fundador del Alpine Club, creado en 1857, y llegó a ser su presidente unos años después.
«Pasear es a las actividades de recreo lo que arar y pescar es a las industriales, un placer primitivo y simple que nos pone en contacto con la madre Tierra y con la naturaleza a ras de suelo, sin que haga falta un equipo muy complejo ni un esfuerzo extemporáneo.»
Escritos con una prosa cristalina y vivaz —aquí hay que destacar la labor de traducción del inglés de Carlos Jiménez Arribas— si tuviera de destacar algo sería la naturalidad con la que se alternan lo abstracto y lo concreto, lo poético y lo prosaico.
Huye el autor, envolviendo al lector en una cadencia de bellísimas descripciones, de cualquier relato épico sin por ello dejar que los aspectos prácticos del alpinismo opaquen lo sublime del paisaje y la naturaleza.
Es en él donde creo que mejor caminan juntos —permítaseme la metáfora fácil— el hombre de letras y el hombre de pasos —permítaseme la acuñación de ese término— y es difícil que el andarín no se reconozca en esas ideas y vivencias que recoge el autor, tanto propias como rescatadas de las obras de otros escritores y prohombres.
«El verdadero caminante es aquel que se deleita en el camino, que no presume ni se jacta de la fuerza física necesaria para ello. El que, por encima del esfuerzo muscular que hacen las piernas, valora la actividad cerebral que dicho esfuerzo le depara, aprecia aquello que en paz medita y, de manera espontánea cuando camina, se imagina generador de esa armonía intelectual que suele acompañar el monótono y pesado avance de los pies»
Encuadernado en rústica, con una sobrecubierta que prescinde incluso de ilustración, son los textos los que tienen todo el protagonismo.
Cabe en la palma de la mano, y sugiero hacer lo que yo hice: meterlo en el bolsillo del abrigo y, tras una larga caminata, sentarse a leer sus páginas al sol del atardecer. Porque este es un libro para leer al aire libre con luz natural.
Además, fue editor del Alpine Journal, cofundó el Alpine Club y fue uno de los primeros en coronar, durante la edad de oro del alpinismo, todas las altas cumbres de los Alpes.
Puedes comenzar a leer este libro aquí
Puedes encontrar «Los Alpes en invierno. Ensayos sobre el arte de caminar» aquí:
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