Amable lector, como bien sabrá, el pasado viernes 25 de marzo se estrenó en Netflix la segunda temporada de “Los Bridgerton”. Esta autora confiesa que esperaba el regreso de la serie producida por Shonda Rhimes («¿Quién es Anna?») con creciente expectación y la respiración agitada. No en vano tocaba el turno de adaptar la novela de Julia Quinn protagonizada nada más y nada menos que por el vizconde Anthony Bridgerton (Jonathan Bailey), el soltero más codiciado de todo Londres.
La temporada (social y televisiva) comienza con Lord Bridgeron decidido a sentar finalmente la cabeza, pero negándose en rotundo a caer en las garras del amor. Solo la desdicha aguarda a aquellos que se atreven a arriesgar el corazón, o al menos eso es lo que unos traumáticos y dolorosos eventos del pasado le llevan a creer. Su plan es encontrar a una señorita a la altura de sus estándares de perfección, sin que los sentimientos jueguen ningún papel. Sin embargo, raramente la vida se pliega a los planes de los simples mortales, y esta no es una excepción…
Un enemies to lovers en la Regencia.
Anthony decide cortejar a Edwina Sharma (Charithra Chandran). Edwina busca marido, cuanto más rico y mejor situado, mejor. ¿Todos contentos? Pues no, porque Edwina tiene una hermana mayor decidida a protegerla: Kate (Simone Ashley), quien tratará de impedir que un vividor insensible como Bridgerton se acerque a su hermana, mientras él intenta ganarse su aprobación. Kate desprecia a Anthony, a Anthony le irrita sobremanera el antagonismo de ella y ambos se sacan de quicio. El romance es inevitable. ¿Y a quién no le gusta un clásico enemies to lovers?
Su historia de amor se construye sobre discusiones acaloradas, miradas cargadas de anhelo, competitivas partidas de mallo, sentimientos reprimidos y mil trabas. Es un romance a fuego lento, muy distinto al de Daphne y Simon, que toma notas de “Orgullo y Prejuicio”. Hay muchas menos escenas de sexo que en la primera temporada, pero más erotismo. La química entre Anthony y Kate es palpable y aumenta cuanto más pretenden no soportarse, mientras son atraídos a la órbita del otro, abocados irremediablemente a una colisión que, como espectadores, estamos deseando que suceda. Pero su relación no está basada única ni principalmente en la atracción física, sino que existe entre ellos una similitud de caracteres, prioridades y experiencias que les acercan, aun cuando tratan de resistirse. Sus vidas discurren en paralelo la una de la otra. Son los hijos mayores, responsables y no siempre valorados ni comprendidos, dispuestos a sacrificarse por aquellos que aman. Resulta gratificante cuando, por fin, llega su momento de ser amados en igual medida.
“Los Bridgerton 2” no es “El vizconde que me amó”.
Entre los nuevos ocho episodios de la serie y el libro en el que se inspiran hay muchas diferencias. La serie se encarga de corregir algunos aspectos mejorables de la novela y de añadir más drama. También de complicar más la vida a sus personajes, a cambio de dejarles acudir el uno al otro a su propio ritmo. Sin embargo, no todos los cambios son para mejor.
“Los Bridgerton” pone su énfasis en el triángulo amoroso entre Anthony, Edwina y Kate. Este triángulo no existía como tal en el libro, puesto que Edwina no llega nunca a ser un interés amoroso serio para Anthony, sino un pretexto que le obliga a pasar tiempo con Kate, conocerla y, finalmente, enamorarse de ella. Esto, además de aumentar los enredos y los riesgos, tiene como consecuencia una transformación fundamental en Edwina, que empeora considerablemente como personaje. Pasa de llevar su propia carga, la del tener que casarse por dinero para salvar a su familia de la ruina, a ser una muchacha consentida ajena a todo, desagradecida y caprichosa. Gana protagonismo y complejidad, es cierto, pero a un precio demasiado alto. A esta Edwina no hay quien la aguante.
Hay un punto de inflexión, al que llamaré “la escena de la abeja”, cuya modificación altera toda la trama posterior. Prefiero con mucho la escena de la serie. Con una pega: lo que viene después.
La reina como deus ex machina.
Los acontecimientos son como fichas de dominó que caen una detrás de otra, imparables. O como una bola de nieve que se hace más y más grande. En una sociedad tan preocupada por las apariencias, el decoro y el buen nombre como la Regencia, los escándalos son asunto serio. Por eso, cuando la trama empieza a descontrolarse, cuando parece que se ha pasado el punto de no retorno hace ya tiempo, solo puede haber una solución: la reina Charlotte.
La reina de Inglaterra es el equivalente de “Los Bridgerton” al ‘lo hizo un mago’. La serie abusa de ello hasta el punto de que cualquier cosa puede ser posible, siempre que la reina esté de acuerdo. Es una salida fácil y conveniente en exceso, que relativiza los peligros y lo vuelve todo demasiado disparatado aun para lo que se acostumbra en el mundo de la familia Bridgerton. La decisión estilística de vestirla acorde a la moda de varias décadas atrás (teniendo en cuenta el presente de la serie) no ayuda a darle credibilidad. Su vida parece un baile de disfraces continuo, donde no hay nada más que hacer que cotillear y entrometerse en la vida amorosa de sus súbditos.
Menos es más.
Esta temporada nos brinda grandes momentos y frases dignas de hacer sonrojar a cualquier heroína de Austen que se precie. Aun así, olvida un detalle crucial: a veces, menos es más. Los roces, los casi-besos y, sobre todo, las declaraciones de amor ardiente se disfrutan más cuando se hacen de rogar. “Los Bridgerton” hace esperar a sus protagonistas y a su audiencia antes de concederles el final feliz que ansían, pero no escatima en momentos climáticos que, llegado el gran final, no emocionan tanto por recurrentes.
Por otro lado, la temporada está también repleta de tramas secundarias que involucran al resto de personajes. Algunas salen mejor paradas que otras. Es interesante ver a Penelope Featherington hacer todo lo posible por ocultar su doble vida como Lady Whistledown. Sin embargo, las inquietudes artísticas de Benedict o lo que quiera que esté haciendo Colin, no tienen el mismo éxito. Se nota demasiado que la serie busca entretenerlos hasta que llegue su hora de encontrar el amor.
Esta autora no desea elucubrar sobre quiénes protagonizarán las (ya confirmadas) tercera y cuarta temporadas, aunque no dude ni por un segundo, queridísimo lector, que aquí estaremos para comentarlas. Por lo pronto, baste decir que será complicado superar o siquiera igualar el romance entre Lord Bridgerton y Kate Sharma, una pareja tan bien avenida y apasionada que eleva a la serie por encima de sus desaciertos. Y es que, ¿quién necesita un Duque teniendo a este Vizconde?