Somos una sociedad enferma en un mundo moribundo. La alegría absoluta para comenzar esta reseña. Tenemos mil filias, fobias, pensamientos destructivos y comportamientos extraños. El buen thriller lleva mucho tiempo nutriéndose de tales comportamientos, ahondando en lo oscuro, aspectos abyecto del ser humano y «Los buenos samaritanos» bucea en esa oscuridad. La novela, publicada por Destino, promete un descenso a los infiernos del comportamiento humano, poniendo el foco en una serie de personajes complicados y retorcidos. ¿Habrá conseguido sus metas?
El argumento:
Seth Beauman no puede dormir. Se queda despierto hasta tarde llamando a gente que no conoce con la esperanza de lograr conectar con alguien, mientras su mujer, Maeve, escucha a hurtadillas en el piso de arriba. Una noche sus llamadas lo llevan por casualidad hasta Hadley Serf, una joven que cree que está hablando con los Buenos Samaritanos, una línea de ayuda a gente inestable. Lo que empieza como un intercambio inocente se acabará convirtiendo en mucho más. Una historia de amor disfuncional que se transforma en algo mucho más oscuro cuando Seth lleva a Hadley a casa y alguien los está mirando.
El tono del libro queda claro desde su potente arranque: sucio, oscuro y abyecto, tan bien reflejado por su portada en la edición española. La novela está construida por capítulos cortos, directos, con frases cortas, sin gastar mucho detalle en descripciones o rellenos innecesarios. Hay escenas muy reales como la visión del cuerpo de la primera víctima, envuelta en plásticos a lo Laura Palmer, blanquecina por el baño en lejía.
Terrible.
«Los buenos samaritanos» arranca con fuerza e interés, en unos primeros capítulos muy interesantes, pero acaba naufragando por la monotonía de sus elementos. En conjunto no resulta una mala lectura, sostenida por el reflejo de una sociedad enferma y obsesionada.
«Los buenos samaritanos» se estructura en torno a una serie de personajes principales: Seth, Ant, Maeve y Hadley . La narración cambia de primera a tercera persona según el personaje, pero todos y todas resultan igual de inquietantes. La prosa de Carver es correcta, curtido ya en el thriller, oscura y basada en las frases y diálogos rápidos. El libro bien podría dividirse en dos partes y avanza en base a giros argumentales, colocados de manera calculada para mantener el suspense a lo largo de sus 470 páginas. El tono general de la obra se asemeja al thriller moderno, recuerda a los libros de Joseph Knox, a las primeras novelas de Cesar Pérez Gellida o a series de televisión como «Luther» o «The fall». Quizás Carver quisiese acercar su estilo y sus tramas a «El club de la lucha», tanto a la película de Fincher o a la obra de Palahniuk, pero no llega a esos niveles.
Lejía que no aporta brillo.
No todo es correcto en «Los buenos samaritanos», tiene ciertos aspectos menos brillantes que pueden lastrar el libro. La estructura en base a capítulos y frases cortas se agradece pero dedica bastante parte de sus, por otra parte, excesivas 470 páginas, en dar vueltas alrededor de los mismos términos: muerte, obsesión y sexo. Quizás demasiada obsesión y sexo, muchas veces desde observado desde un prisma muy masculino. Hay dos giros argumentales principales en el libro y sobre ellos se articula el espíritu de la novela. El primero es un poco tramposo y el segundo, en las páginas finales, puede llegar a funcionar, pero ya no sorprende demasiado.
El principal problema de «Los buenos samaritanos» es la ausencia de elementos de investigación. La novela es el primer capítulo de la serie del sargento detective Pace, pero este aparece muy poco en el libro: fragmentos sueltos, ideas dispersas y nula presencia en el desarrollo de la trama. Si que resulta un personaje interesante, a través de las cuatro pinceladas que se dibujan durante el libro, pero no tiene trascendencia alguna. Esa falta de némesis hace que la novela discurra sola, apoyándose en esos tres o cuatro personajes que, salvo diferencias puntuales, resultan variaciones de los mismos arquetipos.
En definitiva:
«Los buenos samaritanos» arranca con fuerza e interés, en unos primeros capítulos muy interesantes, pero acaba naufragando por la monotonía de sus elementos. No resulta una mala lectura, apoyada por la correcto trabajo de Carver, y cumple parte de sus cometidos, pero falla en los aspectos que podrían hacerla brillante. Exceso de vueltas alrededor de los mismos motivos (nunca leeréis tantas eyaculaciones de personajes…), un giro tramposo y un intento de impacto final que no sorprende demasiado, pero cumple. Si que lo borda en su retrato de una sociedad absurda y oscura, obsesionada con determinados temas. Un disparo, en parte fallido, con una serie de aciertos puntuales que salvan la función.