Nos acostumbramos a vivir y a que los zombis formaran parte del escenario, del paisaje, del mobiliario… pero, ahora ha llegado la lluvia, la que antes todo lo limpiaba y ahora todo lo empaña. La que ha mojado nuestras cartas marcadas, nuestro "As en la manga", nuestra mano maestra, la que desdibuja una silueta, la de un “visitante” de sobra conocido y que se acerca con aviesas intenciones. Nos hemos vuelto confiados y holgazanes, los reyes entre los muertos, pero a lo lejos resuenan los cascabeles, los de los trajes de bufón que traen de la boca una manada de lobos bajo una única piel de cordero, y ahora solo queda una salida: la huida hacia delante.
Quizá en algún momento tras la conclusión de la tercera novela, “Los Caminantes: Hades Nebula” (Minotauro, podéis leer la reseña pinchando aquí), cuando unas voces clamaban por cerrar el ciclo y otras por seguir con él, el autor se hizo esta misma pregunta ¿Continuar o no? y quizá, se respondió a sí mismo con la misma contundencia que utiliza Dozer para sacar de su estado de abatimiento al churrero más famoso de la literatura de género: Juan Aranda. «Esto lo empezamos hace mucho. Ahora sólo tenemos que ver adónde lleva» y de momento donde le ha llevado es la publicación de un nuevo capítulo, el quinto: “Los Caminantes: Tempus Fugit”. Dicen que no hay quinto malo, y en esta ocasión, no se equivocan. Yo era uno de los escépticos en cuanto a continuar la saga más allá de la tercer entrega, pero sin con “Los Caminantes: Aeternum” (Minotauro, podéis leer la reseña pinchando aquí) me dejó sin argumentos, en esta ocasión me la ha sellado con Loctite.
Así las cosas, llegamos a “Tempus Fugit” cuyo punto de partida está en Termens, Lleida, en el edificio de CuraMed, donde se quedó el Dr. Jukkar estudiando e investigando las cualidades mágicas del “Necrosum”, y donde se han establecido los pocos, apenas una centena, que sobrevivieron al desastre de Barcelona (entre ellos Dozer, Aranda, Edgardo, el “chico”, alias Tom…) y aquellos que estaban desperdigados (Isabel, Susana, José y el fruto de ambos: la nueva Alba). Todos ellos, y para resolver uno de los problemas del Esperantum, el "fenómeno Alimaña", se han pinchado el suero y quitado la vida para “volver” como Lamberts y de un plumazo, además, se han ahorrado el tener que comer, respirar o envejecer.
Sin embargo, otros problemas, además de la intensa y perenne lluvia y lo que trae con ella, están empezando a surgir alrededor de la “cura”: alguno de los vacunados está empezando a comportarse como robots, ni sienten ni padecen, no son más que cascarones vacíos. Quizás la respuesta a estos efectos secundarios del suero, esté entre los escombros de Carranque. Quizá algún papel de la investigación que el Dr. Rodríguez comenzó, logró sobrevivir al derrumbe; y quizá, solo quizá, también puedan hallar allí la respuesta a la inmunidad innata hacia los Zs del niño que encontró Aranda, corriendo desnudo, por las calles de Barcelona: Tom. Así pues, ¡vayamos a Carranque!, donde todo comenzó y donde todo acabará.
Me imagino que a la hora de ponerse a escribir esta quinta entrega, Sisí le daría un par de vueltas acerca de qué elementos, tramas, personajes o giros imposibles de tuerca desdentada, incluir para no cometer el pecado de la repetición, para que el reinicio de saga que había conseguido en “Aeternum” gracias a los Lambert no fuera flor de un día. Ya no podía usar los mismos trucos de magia: ni sueros milagrosos, ni niños con poderes mágicos, ni bandas organizadas con más armas que Corea del Norte, ni activistas pro-derecho “Z”. Nada de eso vamos a encontrar esta vez, de hecho apenas utiliza el recurso de las mini historias sobre otros supervivientes o tramas secundarias con personajes desperdigados, y las que utiliza, son para presentar e incorporar los nuevos personajes, a la trama principal.
¿Y entonces que ha hecho? Volver a empezar, volver a Carranque, al origen. Despojar a los supervivientes de cualquier ventaja táctica y técnica, ya no hay armas en cada esquina ni munición bajo cualquier alfombra. Nos enfrentamos a una pandemia más “realista”, más primitiva, más “Fear The Walking Dead” y menos, mucho menos, “The Walking Dead”. Ni “Escuadrones de la Muerte”, ni “Escuadrones de la Vida”, ahora la lucha, la pelea, es en el barro, en los pasillos, tras cada puerta y esquina. Ya no hay muros, ni parapetos, y las alcantarillas están anegadas (¡jodida lluvia que no para de caer!). Cada metro cuenta y habrá que arrebatárselo a los zombis, y a los que no lo son, con los puños, los dientes o con un palo de madera, todo ello mientras sientes en la nuca el pútrido aliento del “visitante”.
De nuevo volvemos a una única trama principal -que se atisba llegará a ser más global- centrada única y exclusivamente en la supervivencia. Vuelta a las adrenalíticas escenas de acción, de las de falta de aliento, de las de acordarnos de los ancestros del autor. Reencuentro con viejos “amigos” que creíamos desaparecidos, en otras guerras, pero que echábamos de menos (mi total gratitud al autor pro escuchar mis plegarias y las de muchos de sus lectores, y rescatarlos del olvido). También está la lluvia, y un suero con más taras que un juguete de un “todo a cien”, y nuevos personajes, donde destacan sobremanera, los impagables Jam Caracol, y el “Nota”, y hay un “arma secreta” que parece una chuleta gigante de cordero, y también hay una caja, la caja H1N9, y está Gabi, el "dulce y alegre" Gabi.
Pero por encima de todo están los sentimientos, los del lector y los de ciertos personajes a los que veremos flaquear, derrumbarse, perder toda esperanza. Esa precisamente ha sido la baza con la que principalmente ha jugado el autor: el lado emocional. Si uno dedica un par de minutos para ver el feedback que está recibiendo por parte de los lectores, verá que la expresión que más utilizan éstos para resumir la novela es: «¡Te odio!» ¿Por qué? Bueno, motivos hay varios, alguno especialmente doloroso, como arrancarte una uña con unas tenazas, pero no seré yo quien abra el melón del spoiler.
Sí os confieso, que yo le dije algo peor que eso (con cariño), y Carlos Sisí se defendió, y lo hizo con una frase del todo abrumadora, que no da pie a réplica posible y que me dejó sin argumentos: «¡Ay! amigo, los apocalipsis son duros». En efecto, los apocalipsis son duros, no encuentro mejor forma de definir y resumir “Los Caminantes: Tempus Fugit”, y siempre habrá tipos más pérfidos que Negan y cosas peores que Lucille.
Que la saga de “Los Caminantes” es el terreno que más y mejor domina el Carlos Sisí, es un hecho más que probado, ahí está la apuesta de dos editoriales distintas (Dolmen y Minotauro), el salto al mercado extranjero (USA, UK, Francia), la legión de seguidores, el volumen de ventas, el número de entregas y sobre todo la fluidez con la que las escribe, se nota que se divierte como un niño en Reyes. Cada entrega, hasta ahora, ha sido distinta de la anterior, cada una con, al menos, un elemento innovador que las revitalizaba, con un enemigo de final de fase que parecía indestructible y con una mezcla de sentimientos encontrados que le hace pasar al lector por estados tan dispares como la risa y el llanto. Quiza no eran el culmen de la innovación, pero crean adicción, el mismo autor lo ha declarado recientemente en una entrevista: «Puede que no pase a la historia por innovador, pero habré escrito libros disfrutables».
No entraré en valorar cual es la mejor de todas, dado que la primera sentó las bases, y es imposible enmascarar ese olor a “primera vez”, y cada lector tendrá su preferida y sus argumentos para ello. Yo prefiero ver la saga como un "todo", y aplicar la sinergia: 1+1+1+1+1= 6, pero si creo que estamos ante la entrega más dura y visceral, los atronadores fuegos de artificio que anuncian el Gran Final que está por llegar.
Pero no todo son vítores en “Tempus Fugit”, hay aspectos que podían haberse mejorado y otros, directamente haberse evitado: el uso excesivo de la muletilla “tío” de boca del “Nota” que termina siendo molesto, la aparición por arte de magia de un mastodóntico vehículo con más “regalos” en su interior que un Toys "R" Us, ahí en mitad de ninguna parte (supongo que este punto, quedará resuelto en la sexta y al parecer última entrega) y sobre todo, la portada. Respecto a su calidad técnica, no le pongo pega alguna –Daniel Expósito es un mago del pincel y el ratón- pero en cuanto a la identificación con la saga, aun ando buscándola el sentido. No sé exactamente que reacciones o sentimientos ha pretendido despertar la editorial con ella, pero “rechazo”, es el primero que me viene a la cabeza, de hecho la primera vez que la vi, cuando la desveló el autor, pensé que era una broma, un fake, una portada de prueba que había salido mal. Como digo, totalmente evitable. Nos vemos en la sexta.
Grge_dixit: Hay cosas mucho peores que la muerte. Como Reza el dicho: «Combate a los muertos. Teme a los vivos» y en esta, más que en ninguna,…teme a los vivos.
Compra aquí " Los Caminantes: Tempus Fugit".