El problema que entiendo hay con estos cómics es que dan por sabidas determinadas cuestiones sobre la Historia de la Gran Guerra que se escapan al lector medio español. Sin embargo, su calidad tanto historiográfica como estética roza la perfección, haciendo de esta serie un producto altamente recomendable.
En principio, la historia versa sobre unos personajes de Ciencia-Ficción de época: Los Centinelas. Éstos son supersoldados creados a partir de los estudios y esfuerzos del doctor Kropp y Gabriel Feraud. ¿Y quiénes son estos centinelas? Pues un tipo medio mecánico llamado “Cortahierros”, cuyos brazos y piernas han sido sustituidos por medios mecánicos accionados por una novedosa batería que lo dotan de una fuerza y resistencia prodigiosas; “Djibuti”, una especie de “Capitán América” a lo legionario francés, un supersoldado conseguido merced a un determinado cóctel de drogas; y “Pegaso”, un hombre-avión, que gracias a un ingenioso dispositivo vuela con un reactor a su espalda, al estilo de Rocketeer, pero con alas. Estos Centinelas son enviados a los distintos teatros de operaciones de la I Guerra Mundial para que sean el factor que marca la diferencia en las batallas que deberán librar.
Bien, todo comienza con una idea táctica buena, pero muy mal ejecutada sobre el terreno que se le ocurrió a un joven Winston Churchill: el tema consistía en apoderarse de los Dardanelos mediante el bombardeo artillero naval de las defensas turcas y el posterior envío de una fuerza terrestre que estableciese una cabeza de puente y limpiase de minas el estrecho para, así, aspirar a tomar Estambul y derrotar al Imperio Otomano de un golpe, asegurando también una ruta de abastecimiento hacia Rusia para asegurar su esfuerzo bélico y aliviar la presión en el frente occidental.
Así, tras el fracaso en el intento de forzar el paso por vía naval pese al desembarco de una fuerza mixta de canadienses, australianos y neozelandeses (estos dos últimos formando el ANZAC -Australian and New Zealand Army Corps-), el 25 de abril de 1915 desembarcan refuerzos franceses y británicos (unos 75.000 soldados más) como refuerzo de las tropas ya presentes. El problema vino por la falta de coordinación de los mandos y a la inexperiencia de las tropas (en el cómic veremos cómo esa falta de experiencia previa en combate hace mella en la moral de los soldados), que permitió que los otomanos tomasen la iniciativa y asegurasen las alturas del istmo de Gallipoli. Los aliados se vieron bloqueados en el cabo Helles entre el mar y las alturas dominadas por las fogueadas tropas turcas –que, por cierto, contaban con asistencia técnica alemana, como se refleja también en el cómic, y estaban bajo el mando del general Otto Liman von Sanders-.
Se llenaba la lata superior con agua que iba cayendo gota a gota sobre la lata inferior, cuando se llenaba, tiraba del gatillo y disparaba. Esos “rifles de goteo” estaban falsamente operados por armazones de manera vestidos con camisas y el característico sombrero “Slouch” del ANZAC para dar la impresión de que los soldados se mantenían en su sitio. Así, durante 11 días, fueron evacuados y reembarcados sufriendo muy pocas bajas. Las últimas tropas fueron evacuadas el 20 diciembre.
Un voluntario, antiguo legionario francés y compañero de Djibuti, llamado Kamal, será el encargado de vestir esta armadura, que lo convierte en un hombre acorazado armado con dos cimitarras de fuego que pone en jaque tanto a Cortahierros como al propio Djibuti, que le tiene fobia al fuego. ¿Cómo puede terminar este pulso de supersoldados? Bueno, es vuestro turno para averiguarlo, queridos lectores.
Además, toca el tema del genocidio armenio, realizado por el gobierno de los “Jóvenes Turcos” a partir del 24 de abril de 1915 y que se extendió hasta el año 1923 y que costó más de un millón de víctimas.
¡Se han dejado el pellejo! Vemos un hidroavión Short tipo 184 -págs 35 y 36, por ejemplo-, el uniforme del ANZAC y su oficialidad muy bien representado, así como los galones y gorra de un capitán británico y, cómo no, el eclecticismo de la uniformidad de los soldados otomanos: ora con salacot , ora con fez. Su equipamiento estaba lejos de estar estandarizado. ¡Y no nos olvidemos de las moscas, un protagonista de este episodio histórico! Simplemente os anticiparé que Harold Boughton, un soldado, dijo de ellas que:
“Había millones y millones. Un sector entero de la trinchera era una enorme masa negra. Cualquier cosa que se te ocurriera abrir, una lata de carne, se llenaba inmediatamente de moscas. Si tenías un poco de suerte de obtener una lata de mermelada y la abrías, se abalanzaban sobre ella. Se arremolinaban alrededor de tu boca y cualquier herida que hubieses sufrido se infectaba irremediablemente. Era una maldición.”
Detalle que también aparece muy bien reflejado en el cómic.
No me extenderé mucho más, dado que la trayectoria del guionista Xavier Dorison (Long John Silver, Prophet, Undertaker…) como la de Enrique Breccia (Alvar Mayor, Batman: Gotham Knights…) son bastante conocidas.
Sólo me queda añadir que “Los Centinelas” es una obra de vocación didáctica sobre la I Guerra Mundial adornada por una trama de Ciencia-Ficción: tanto el tomo 1 , dedicado al inicio de la guerra, como el 2 , centrado en la ofensiva del Marne; como el 3 , basado en la batalla de Ypres; como este tomo de 66 páginas a todo color encuadernadas en cartoné. Podréis aprender mucho de manera muy didáctica y casi sin daros cuenta.
Dejo muchas cosas en el tintero, debido a la multitud de pequeños detalles que encontramos en este cómic, como la parodia de la cartelería triunfalista de la triple entente o la adición de fotografías de época entre las viñetas, que ayudan a sumergirse en el contexto histórico… ¡Pero no os voy a dejar todo el trabajo hecho! Simplemente os invito a sumergíos en esta apasionante historia bélica que, además de entretenida y original, os servirá para aprender.
¡Historia de la I Guerra Mundial entretenida y al alcance de todos! ¡Y por dos gigantes de la historieta! Dadle un punto histórico a vuestra colección con esta obra que, seguro, os encantará.