Por desgracia, y por el contrario, nuestros antepasados no tuvieron a bien dejarnos una enciclopedia temática para conocer a fondo sus culturas y así andamos, dándonos de cabezazos contra los muros por desentrañar todo aquello que fue y nunca más será. Así sucede, por ejemplo, con uno de los pueblos más famosos de la antigüedad peninsular y el primero que recogen de forma histórica los textos de griegos y romanos, los iberos.
Conocemos por el nombre de «iberos» a un grupo de pueblos que habitaban el litoral mediterráneo de la Península y parte del valle medio del Ebro, llegando hasta la zona más meridional de Francia y al interior de la actual Andalucía, desarrollándose su cultura desde el siglo VII a.C. hasta el siglo I a.C. en que se confunde con la romana. Esta definición es uno de los puntos de partida del estudio titulado «Los iberos: imágenes y mitos de Iberia» (Almuzara, 2017) llevado a cabo por el profesor Rafael Ramos Fernández (Elche, 1942), arqueólogo especialista en el mundo ibero y miembro de la Real Academia de la Historia.
Este libro pertenece a una serie (colección Historia) de la editorial andaluza centrada en la historia antigua y la prehistoria de los pueblos de sur de la Península, serie muy meritoria que no deja de encerrar algunos títulos cuando menos curiosos como el dedicado a la Atlántida del escritor e historiador Germán Cabello Aethelman.
El cuanto a nuestro autor, el profesor Ramos Fernández pertenece a una estirpe de arqueólogos ilicitanos (a su padre, Alejandro Ramos Folqués, se debe la fundación de varios museos arqueológicos en la ciudad, museos abastecidos por sus propios descubrimientos) que han llevado a la luz los restos ibéricos de la población y han ayudado tanto a periodizar de forma clara la cerámica ibera como a dibujar la cotidianidad de un pueblo aún desconocido para el gran común de los habitantes de este país.
El estudio del profesor Ramos se divide en tres partes principales: aproximación a Iberia, las imágenes y los mitos. Esta estructura responde a una clara idea del autor en la que se dirige al lector desde el origen de los pueblos iberos (los mitos fundacionales recogidos por otros pueblos, la geografía ibera, diversos aspectos de su cultura y sociedad) al estudio de sus representaciones artísticas (escultura exenta y cerámica fundamentalmente) que sirven de base a la recreación de su mitología religiosa y de la interpretación de muchos de sus elementos. Todo ello sirve al profesor Ramos para dibujar de forma convincente buena parte de la vida cotidiana de un pueblo que hoy día sigue siendo un gran desconocido.
Gran parte de ese desconocimiento se debe a que la lengua ibera aún no ha podido ser traducida: se puede leer fonéticamente pero no se sabe lo que dice. Este es un grave problema sobre el cual el profesor Ramos pasa rápidamente aun siendo el que da pie a su estudio, una interpretación de la cultura ibera a través de los únicos restos que podemos llegar a comprender en la actualidad, su arte. Por otra parte, debemos pensar que lo que nosotros llamamos pomposamente “arte”, para los iberos, y otros muchos otros pueblos de la Antigüedad, era la expresión de una necesidad, la de plasmar su devoción o su deseo de reconocimiento frente a la comunidad. Así, estas creaciones nos muestran la mentalidad de esos pueblos a falta de una interpretación correcta de su lengua. Y el hecho de que la base de esa cultura se centre en la religión, es decir, la mitología propia de ese pueblo, tan solo muestra el deseo de todas estas culturas por encontrar una explicación plausible del mundo que les rodeaba.
El profesor Ramos, en busca de esa comprensión de la cultura ibérica, toma los textos de la Antigüedad que hablan de los Iberos y los une a la interpretación de los restos escultóricos y cerámicos de los diversos pueblos que integraban esa cultura para ofrecernos un fresco muy logrado de aquellas gentes. Su estudio es minucioso y abarca manifestaciones que se extienden desde Andalucía hasta Cataluña, pasando por Aragón y todo el Levante mediterráneo. Si bien todas sus interpretaciones de los restos estudiados están asentadas en una amplia y actualizada bibliografía, que aparece recogida en las últimas páginas del libro, se echa de menos en su estudio de la escultura más fotografías y recreaciones de las piezas, recreaciones que aparecen de forma abundante al abordar la cerámica, básicamente ilicitana (del yacimiento de La Alcudia), que el propio Ramos ha estudiado en profundidad.
También nos parece que, debido a un interés personal, que le lleva a reclamar su visita a la ciudad ilicitana, dedica mucho tiempo a una pieza maestra como es la Dama de Elche en detrimento de otras menos conocidas como, por ejemplo, la Dama de Baza, de la cual no aparece ni una fotografía. Eso no quiere decir que los estudios de cada pieza no sean meticulosos y que no se aporte toda la bibliografía existente de cada pieza estudiada. Al contrario, todas las piezas son analizadas en profundidad e interpretadas con cuidado a la luz de los conocimientos existentes lo cual se nota a raíz de todos los “puede”, “pudo” o “podría” que jalonan el texto y que atestiguan que todavía no se deben dar por asentadas muchas de estas explicaciones.
Si encontramos algún fallo claro en el escrupuloso trabajo del profesor Ramos (aparte hecho de algunas frases interminables de más de diez renglones que podían haberse revisado) es tan solo en dos aspectos: el primero, que al hablar de la geografía de los pueblos iberos no aporte ningún mapa de la distribución de los mismos (es difícil hacerse una idea de donde están situados los lugares de los que habla sin un apoyo visual); el segundo, que no incluya ningún diccionario final de todo el vocabulario griego que maneja y que aparece generosamente por todo el texto. No debemos olvidar que este es un trabajo de divulgación para todos los interesados en la historia antigua de la Península Ibérica y los términos en griego (témenos, prótomos, askos, despotes, potnia, anfictionía…), tanto los aceptados en lengua castellana como los citados en el griego original, solo son bien conocidos por los iniciados en historia antigua.
Por lo demás el libro se muestra muy asequible a cualquier lector y el autor ha sabido dosificar los conocimientos del mismo para no resultar árido en ningún momento. La primera parte dedicada a los orígenes es ciertamente entretenida con todos los mitos conocidos sobre los Iberos. Algo más arduas quizás son las páginas sobre el arte en donde empiezan a aflorar con generosidad los términos en griego y se nos habla de excavaciones arqueológicas, hallazgos y piezas, que se describen con mucho mimo, adelantando explicaciones que serán el fundamento de la parte dedicada a los mitos, sin duda la aportación más “literaria” de la obra. En cuanto a la bibliografía que cierra la obra, decir que es profunda y muy extensa, recogiendo con pulcritud todos los trabajos de su autor y su progenitor, así como los de otros muchos especialistas en el tema, aunque quizás se eche de menos algún trabajo aparecido en la última década.
La parte que trata sobre el arte ibérico ha dado pie a algunos comentarios en periódicos y en la red que hablan sobre la filiación de algunas creaciones de Picasso, el artista malagueño del siglo XX, con el arte ibérico del que fue un abierto admirador. A pesar de que esta influencia es cierta no nos parece que sea de recibo para promocionar un libro que se aleja del estudio artístico de las piezas tratadas, del que parte, para buscar un tratamiento cultural de las mismas, alejándose de la historia del arte para centrarse más bien en la historia de las mentalidades, la mitología, el folclore o la religión, aspectos que se recogen ampliamente en la tercera parte del mismo.
Es esta última parte la que más ha llamado la atención a algunos de los comentaristas del libro por como se recogen los ritos religiosos ibéricos en los que tal vez hubo sitio para el sexo ritual, el consumo de drogas o la prostitución sagrada. Y, ya se sabe, donde hay sexo y drogas… En fin, que cada uno se fija en lo que quiere, pero habría que ser cuidadoso con la letra pequeña (bueno, con la letra y punto) que nos dice que aunque se han hallado imágenes relacionados con los estupefacientes en los yacimientos ibéricos eso no quiere decir que todo lo comentado por el profesor Ramos (el sexo ritual, la prostitución sagrada, etc.) se haya dado entre los iberos. Él expone lo que hubo en esas mismas fechas entre los diversos pueblos del arco mediterráneo, relacionado con los mismos temas, de lo cual no hay que sacar que los iberos estuviesen dándole todo el día al cannabis o el opio (lo siento, es que el comentario que leí me hizo mucha gracia y no puedo evitar el chiste). Hay que ser reflexivo y juzgar con cuidado lo que se está leyendo.
La conclusión es que estamos ante un buen libro, riguroso y ameno a la vez, que lucha por mostrarnos el pensamiento de un pueblo sepultado por el paso de los siglos y los milenios, un pueblo que hoy en día nos resulta casi desconocido y que, sin embargo, forma parte de todo cuanto somos, nuestro pasado, nuestro presente… y, quién sabe, tal vez nuestro futuro.
Varada en la tierra profunda de Castilla.
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