En este tomito de 96 páginas en rústica con solapas a todo color descubriremos la historia de Daniel Seyás, un director de cine jiennense al que las malas críticas a su primera película parecen afectarle más de lo que había pensado. Para postre, un buen amigo suyo escritor, Raúl Lago, fallece, pero no sin antes enviarle unos enigmáticos números que no parece reconocer.
¿Qué es lo ficticio y qué es lo real? ¿Cómo descubre el protagonista en dónde está en cada momento? Y, ante todo… ¿A qué se debe? Quizá se debe a “Los ocultos”. ¿Quiénes o qué son? Sólo os anticiparé que una especie de seres con talentos interdimensionales que parecen nutrirse de la imaginación, los recuerdos y los deseos del portador. ¿No os llama la atención hasta qué punto llegan su poder y su influencia sobre él? ¡Es vuestro momento para averiguarlo, queridos lectores!
Así que tenemos en las manos un thriller muy correcto, a veces escorando más hacia la novela de misterio y terror propia de Stephen King, y a veces escorándose hacia el hard boiled con fuertes elementos de acción, y todo con ese elemento de ciencia-ficción onírica de fondo. Lo metemos todo en la batidora, le damos al botón y ya tenemos “Los ocultos”. Además, consigue algo difícil: que todos los personajes, por secundarios que sean, tengan su peso y su lugar en la historia, y que resulten dotados de vida. Para ello se apoya en un lenguaje y comportamiento cotidianos, perfectamente reconocibles y con los que el lector puede empatizar con facilidad.
El final, por otra parte, es acorde a lo que cabría esperar del desarrollo de esta aventura. Y no solo resulta lógico, sino también impactante. Y lo más curioso es que hace que termine como empieza: con tranquilidad tras toda la acción frenética. Y con la crítica de una película del protagonista. Se nota que David Braña se siente cómodo con este registro que ya le hemos visto usar en alguna de sus obras: poner patas arriba la vida de una persona normal mediante cuestiones totalmente inverosímiles. Y, para ello, se sirve de recuerdos, flashbacks, los anhelos del personaje… Y todo sin dejarnos claro el curso de la acción, saltando de un punto a otro del guión aparentemente sin criterio, mostrándonos diversos aspectos de la vida del protagonista de manera curiosamente inconexa, sin dejarnos claro el curso de los acontecimientos hasta prácticamente el final. Un cómic de resonancias cinematográficas, como el mundo en el que Dani Seyás se mueve y deja ver en los carteles que adornan su casa.
En cuanto al trabajo de Juanma Aguilera, el dibujante, tengo sentimientos encontrados. Por una parte es loable el esfuerzo que hace para mostrarnos un documentado realismo de presentación: vemos las que parecen las torres de la catedral de Jaén en un skyline más moderno y urbanizado que el que tiene esta capital de provincia, las etiquetas de las botellas de la tristemente desaparecida cerveza “Alcázar” (cada vez que una marca de cerveza desaparece, muere algo de nuestra condición humana), o la reconocible botella de Barceló añejo , este cómic clásico de Hulka , el número uno con guión de Stan Lee y dibujo de John Buscema, cartelería urbana como ésta o los de los múltiples conciertos que adornan la pared de cierto local. También el esfuerzo a la hora de representar los membretes y logotipos del Cuerpo Nacional de Policía (aunque… ¡DIOS MÍO! La uniformidad representada es para sacarse los ojos y llorar lágrimas de ácido clorhídrico). Es muy curioso también el cambio temático de las camisetas del protagonista en función de la situación: ¿En qué momento lleva puesta la de “Pulp Fiction”? ¿Y en cuál la de “Scarface2”? ¿De qué habla cuando lleva puesta la de “Los Soprano”? Descubridlo, queridos lectores. Os llamará la atención.
Sin embargo, esa labor de presentación se ve deslucida por su dibujo. Es desigual, totalmente irregular, en ocasiones precario y con poco dominio de la perspectiva, incluso con “momentos Liefeld” en los que la proporción de la anatomía de los personajes se va de madre. Más propio de un fanzine que de una obra publicada. Lo curioso es que, vistos los bocetos que vemos al final del cómic como extra, el trabajo de diseño de los personajes es muy bueno. Diría que es autor más de blanco y negro que de color: el color –si bien poderoso y bien utilizado a la hora de enfatizar situaciones- y el entintado ha podido arruinar un buen trabajo. No estoy seguro, pero sí he visto suficiente como para saber que Juanma Aguilera podría haberlo hecho mucho mejor.
Ya que hablamos de los extras, tenemos cinco páginas con notas sobre la obra de los autores, diseños de páginas, bocetos y estudios de los personajes, las fichas de cuatro importantes secundarios sacadas de las fichas del fichero de desaparecidos de la policía científica yque aclaran muchas cosas sobre lo ocurrido, y una preciosa y bien realizada ilustración a modo de epílogo. Y eso sin dejarnos el pequeño prólogo del guionista y editor Juan Luis Iglesias, que hace referencia sobre todo a una notable portada (también muy bien hecha) que resulta atractiva e insinuante pero que, a la par, no deja mucho a la hora de averiguar qué es lo que pasa dentro de este cómic.
En fin. Tomando las palabras de sus autores han conseguido todos los objetivos salvo uno: “…con un dibujo limpio…”. El resto, conseguido con creces. Misterio, suspense, acción y el suficiente poso emocional: miedo, ira, tristeza, determinación… quizá no tan visible en algunos de los gestos de los personajes, pero muy bien apoyados por la situación representada y el uso del color y las sombras.
Un notable thriller con resonancias cinematográficas muy adaptable a un formato audiovisual del que podréis saber más aquí .