“Los sauces” nos cuenta la historia de dos exploradores que recorren en canoa el río Danubio. Al poco de empezar su viaje, recalan para hacer noche en una isla en medio del mismo, rodeada de sauces, un lugar paradisíaco y tranquilo donde pretenden descansar para continuar con su jornada. Sin embargo, todo se tuerce, ya que los vientos, el ulular de los sauces y la paranoia pronto hacen mella en los exploradores, que comienzan a atribuir todo lo que ven a fenómenos paranormales que van cogiendo fuerza y minando la capacidad crítica y analítica de los dos amigos a pesar de estar curtidos en mil batallas anteriores juntos.
“Los sauces” es un relato potente. La gran capacidad de Blackwood para crear una atmósfera de misterio que envuelve incluso al lector queda patente en cada una de las descripciones que el autor lleva a cabo de los pasos que van dando el Sueco y el protagonista de la obra. Los sauces, plantas amables y extremadamente decorativas, muestran su lado más intrigante gracias a una combinación de fenómenos que Blackwood explica con todo lujo de detalles y que van asfixiando al lector mientras atenazan las gargantas y el sentido de los dos exploradores.
Aunque Lovecraft se muestra duro en el prólogo con la obra, lo cierto es que la gran capacidad de Blackwood para incluir al lector en la atmósfera es patente desde la primera página del relato.
En 1927, Lovecraft dijo de “Los sauces” que era su historia favorita y ahora, gracias a la recuperación del relato por Hermida, podemos meternos en la mente de dos de los grandes escritores de horror sobrenatural de la historia.
Léanlo. Disfrútenlo. Coméntenlo y préstenlo. Nunca volverán a mirar un sauce llorón de la misma manera. Palabra.
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Nos da igual Natalia Calvo Torel