El dúo formado por el oscarizado Guillermo del Toro y el escritor Chuck Hogan vuelve a las librerías, unos años después de su Trilogía de la Oscuridad. En esa ocasión emprenden una nueva aventura, en los terrenos de la fantasía urbana, pero con el mismo estilo sencillo y directo. «Los seres huecos», primer volumen de la serie Las cintas de Blackwood y publicada por Alianza de Novelas (AdN), tiene muy clara su intención, su esencia de entretenido pasapáginas y su homenaje a los investigadores de lo oculto, de cara a una futura adaptación audiovisual.
El argumento:
Un crimen inexplicable, una agente del FBI novata y un héroe extraordinario.
La vida de Odessa Hardwicke descarrila cuando se ve obligada a disparar a su compañero, un agente federal que pierde el control de forma inexplicable durante la captura de un violento asesino.
El disparo, en defensa propia, conmociona a la joven agente, pero lo que más inquieta a Odessa es el ente espectral que le ha parecido ver desprenderse del cuerpo de su compañero fallecido.
Hardwicke, que duda de su cordura y de su futuro en el FBI, acepta encargarse de recoger las pertenencias de un agente jubilado en la oficina de Nueva York.
Lo que encuentra allí la pondrá sobre la pista de una figura misteriosa: Hugo Blackwood, un hombre tremendamente rico que asegura llevar siglos vivo y que o está loco de remate o es la mejor y única defensa de la humanidad frente a un mal indescriptible.
«Los seres huecos» tiene todos los elementos para ser un éxito de ventas: una estructura de thriller sobrenatural, elementos de fantasía urbana, un ritmo fácil y situaciones reconocibles. Un buen envoltorio para un libro que presenta sus ideas de forma sencilla, descripciones algo planas y suficiente espacio entre sus elementos más alocados para no suponer un reto demasiado difícil al lector. Ambos autores saben lo que se traen entre manos, «Los seres huecos» no dista tanto del primer libro de la Trilogía de la Oscuridad.
El inicio marca el estilo del libro: un prólogo llamativo, con un extraño y viejo buzón en medio de la gran urbe de Nueva York y un primer capítulo lleno de ritmo, acción y un final espectacular.
Todos los elementos están medidos en «Los seres huecos». Después de ese inicio vienen una serie de capítulos que conectan parte de las piezas con las que Del Toro y Hogan van a jugar: una excelente agente del FBI caída en desgracia, una oscura amenaza, elementos sobrenaturales, un agente retirado que guarda un secreto y un nombre, Hugo Blackwood. Odessa Hardwicke, la agente del FBI, es un personaje no muy apetecible, pero necesario. Hugo Blackwood, por el contrario, es reconocible en su papel de misterioso detective de lo extraño y supone el elemento clave de la novela.
«Los seres huecos» es la primera entrega de la serie Las cintas de Blackwood y eso es justo lo que se encuentra en su lectura: un primer vistazo al mundo del investigador de lo oculto, Hugo Blackwood. Todo un pasapáginas con un exceso de ahorro de sus elementos más atractivos pero que tiene destellos de una interesante creatividad.
Hugo Blackwood, homenaje de los autores al personaje creado por el escritor Algernon Blackwood como el investigador de lo oculto John Silence (publicado por Valdemar en nuestro país), es un británico que lleva vivo unos cuantos siglos, intentando detener a las fuerzas de la oscuridad y con el que es posible comunicarse mediante un buzón situado en el corazón de Wall Street. Él es el verdadero núcleo de la creatividad del libro. No tarda mucho en aparecer, primero casi como una leyenda, luego como el misterioso personaje que nos acompañará hasta el final de la lectura. No es nada nuevo: Blackwood es el clásico investigador de lo paranormal, que lleva luchando contra siniestras amenazas durante varios cientos de años. En él se vuelcan parte de los esfuerzos creativos de Del Toro y Hogan: tiene una serie de interesantes ayudantes, una vieja relación con los agentes del FBI, una desconfianza hacia la tecnología y un misterioso pasado. Todos esos aspectos se van desarrollando durante «Los seres huecos», desde su nacimiento como ser inmortal hasta su conexión con Solomon en los años 60.
No hay malas ideas, ni una pobre narrativa pero lo peor que transmite «Los seres huecos» es un exceso de dosificación. Si la Trilogía de la Oscuridad era justo eso, una trilogía, desde su nacimiento, «Los seres huecos» tiene una carácter más de serie de novelas, al estilo del Dresden de Jim Butcher, el Peter Grant de Ben Aaronovitch o la saga de Pendergast de Douglas Preston y Lincoln Child. Ese aspecto serial, heredado de las novelas de detectives de lo oculto a las que rinde homenaje, supone un ahorro de la intriga y los elementos más interesantes. En este primer volumen de La cintas de Blackwood casi no aparecen las susodichas cintas y las amenazas futuras son demasiado veladas. Es una mera presentación del universo de Blackwood, el resto de sorpresas se guardan para futuras entregas.
Esa dosificación no significa que no tenga momentos en los que presuma de una interesante creatividad. Los viajes narrativos para conocer el pasado de Hugo Blackwood, sus aventuras en los años 60 con el agente del FBI, Solomon y la mirada que lanza hacia terrenos poco conocidos de magia ancestral, vudú, seres mesopotámicos y creencias ajenas a la dominante anglosajona. Según los propios autores, parte de la historia nace de unas noticias reales sobre saqueos de tumbas en Nueva Jersey y otra parte de la narración se conecta con los endémicos problemas raciales de Norteamérica. Entre tanto hecho real desagradable, asoma un imaginario propio de cómic clásico, de novela pulp, en colores verdosos y violetas, de espíritus en forma de sombras que asoman por los suelos y agarran a los vivos, seres de dimensiones extrañas que corrompen cuerpos hasta su destrucción, maldiciones ajenas al paso del tiempo y unos toques del film «Fallen» (1998). También hay elementos reconocibles del imaginario de Guillermo del Toro: seres grotescos de pérfidas intenciones y un interés por mezclar culturas y creencias.
En definitiva:
«Los seres huecos» es la primera entrega de la serie Las cintas de Blackwood y eso es justo lo que se encuentra en su lectura: un primer vistazo al mundo del investigador de lo oculto, Hugo Blackwood. Todo un pasapáginas, de esos que duran un par de tardes, dosifica sus contenidos para completar las 300 páginas de entretenida lectura, con algún altibajo, personajes estereotipados con algún comportamiento peculiar y un exceso de ahorro de sus elementos más atractivos, de cara a futuras entregas.
Que habrá, y muchas, seguro.