Decía Hitchcock que para hacer una gran película se necesitan tres cosas, relacionadas con la faceta creativa de cualquier obra: guion, guion y guion. Sin embargo, hay películas que, con muy poco guion, apenas un bosquejo, logran entretener e incluso mantener en tensión al espectador, a pesar de transitar por veredas un tanto previsibles y arquetípicas. Tal es el caso de “Lou” (Netflix), segundo largometraje de la realizadora alemana Anna Foerster (“Underworld: Blood Wars”), quien también ha dirigido capítulos de “Westworld”, “Outlander” y “Carnival Row”, entre otras series.
Una huraña mujer de mediana edad, Lou (Allison Janney), vive en una inhóspita isla al margen de casi todos sus convecinos, con su perro como única compañía. A pesar de su soledad autoimpuesta, cada noche sus demonios acuden prestos a torturar su mente, y una idea se forma clara en su cabeza. Hastiada de vivir, decide suicidarse de un tiro con su escopeta de caza. Precisamente, en ello se encuentra cuando su inquilina, Hannah (Jurnee Smollett), irrumpe en su casa sin permiso. Su hijita, Vee (Ridley Asha Bateman), ha sido secuestrada por su exmarido Philip (Logan Marshall-Green), anteriormente un boina verde, y que se encuentra buscado por la CIA por crímenes contra civiles. Lou, que es mucho más de lo que aparenta a simple vista, será la única baza de Hannah para recuperar a su pequeña.
En “Lou” no todo es acción y recibir castigo corporal. La película contiene también abundantes reflexiones sobre el maltrato psicológico y físico, y como los errores de los padres a menudo tienen reflejo en el destino de sus hijos
Como decíamos, el guion de Maggie Cohn y Jack Stanley hace uso de los resortes típicos de un thriller de persecución con tintes de melodrama para dibujar una historia ambientada en los años ochenta, que perfectamente podría haber transcurrido en nuestra época. Aunque la trama podría recordarnos a no pocos clásicos del subgénero estrenados en los años 80, normalmente con dudosa realización y casi todo el presupuesto invertido en explosiones y vehículos de todo tipo destrozados, en “Lou” estamos ante una dirección y producción bastante cuidadas y un trabajo actoral más que correcto.
Precisamente son estas dos virtudes las que hacen de esta película una cinta digna en la que invertir nuestro tiempo, si lo que deseamos es vernos entretenidos durante un metraje que no se hace excesivamente largo (107 minutos). Pese a estar trufada de clichés ─tampoco estamos seguros de si puede contarse algo excesivamente nuevo en el subgénero─, “Lou” logra mantener la tensión y el interés hasta el final, merced sobre todo a la eficaz interpretación de Allison Janney, a quien a menudo un gesto basta para interpretar una línea de guion. Pese a que Jurnee Smollett logra dibujar perfectamente el papel de una madre torturada por los malos tratos de su exmarido y los vaivenes emocionales derivados de la situación de extremo peligro que atraviesa, Janney se come literalmente la pantalla, eclipsando a los demás personajes.
Los duelos físicos
Las escenas de acción, particularmente los enfrentamientos físicos, están bastante bien conseguidas, teniendo en cuenta lo que puede chocar que dos personas de muy diferente edad peleen por sus vidas. Es un efecto que también podemos observar en la serie recientemente estrenada “The Old Man”, protagonizada por un Jeff Bridges ya en la setentena; su personaje va recibiendo un castigo cada vez más intenso a medida que la trama avanza, de manos de contrincantes mucho más jóvenes pero menos experimentados. Janney, con diez años menos, logra bastante verosimilitud en este tipo de escenas, y recibe parecido castigo que Bridges y triunfa en sus duelos, sin que al espectador le resulte demasiado inverosímil.
El aspecto emocional de la película
Sin embargo, en “Lou” no todo es acción y recibir castigo corporal. La película contiene también abundantes reflexiones sobre el maltrato psicológico y físico, y como los errores de los padres a menudo tienen reflejo en el destino de sus hijos. El trauma que pone en marcha los resortes del guion parten del escándalo Irán-Contra, y en la labor de espionaje que Lou realiza para la administración de Ronald Reagan.
No estamos ante una película que marque una época en el mundo del entretenimiento, pero sí ante un producto más que digno, con una fotografía (de Michael McDonough) epatante y un ambiente opresivo, con el que pasarás un buen rato mientras disfrutas de tu sofá y de un buen tentempié.