El 29 de julio de 2000, Juan María Jáuregui es asesinado junto a Jaime Otamendi por dos pistoleros de la banda terrorista ETA. Once años más tarde, su viuda, Maixabel Lasa, recibe por parte de dos exetarras arrepentidos que participaron en el atentado, la petición de reunirse con ella como parte del proceso de paz que siguió al alto el fuego indefinido que supuso el fin de la actividad de la organización terrorista.
Maixabel narra cómo se produjo este proceso, lleno de suspicacia, tiras y aflojas, presiones, incomprensión desde todos los lados y mucho miedo e incertidumbre. Pero sobre todo y ante todo, esperanza en el futuro y en la capacidad de perdón y reconciliación a través del arrepentimiento y el diálogo.
Todo el reparto de «Maixabel» está en estado de gracia
Es difícil hablar de Maixabel sin dejarse arrastrar por las emociones. Los acontecimientos que narra están aún frescos en la memoria colectiva y provocan reacciones intensas y a menudo exaltadas. El gran mérito de Icíar Bollaín, directora y coguionista, es saber contar esta historia sin caer en dramatismos ni sentimentalismos y reflejando de una manera lo más veraz posible los hechos acontecidos en aquellos intensos años, merced a su experiencia y saber hacer. Esta es una película que habla de cicatrices tan profundas que parecen imposibles de cerrar, pero sobre todo, de la voluntad férrea de unos pocos que están convencidos que que el diálogo es la única manera de alcanzar ese objetivo.
Pero el mérito no es exclusivo de la dirección y el guion, sino también del reparto. Una Blanca Portillo que está aún mejor de lo habitual encarna a una Maixabel tremendamente humana, que asume todos los riesgos por encima de dudas y temores que podrían paralizar a la inmensa mayoría. Su Maixabel es firme y decidida, pero no oculta sus miedos y sus flaquezas, y se deja apoyar por la poca gente que realmente cree en ella, reflejando al mismo tiempo la soledad y el desamparo que sufre.
Luis Tosar, naturalidad y autenticidad
Luis Tosar simplemente está a otro nivel. Es escalofriante la naturalidad y autenticidad con las que interpreta a Ibon. Le vemos pasar de su militancia fanática a su abierta disposición al diálogo y la reconciliación sin la más mínima grieta ni flaqueza en su actuación. Él y Blanca son los dos firmes pilares en los que se apoya la parte interpretativa de la película, que realmente se centra en el proceso vital que ambos sufren hasta que llega el momento del encuentro.
Una película necesaria
Están rodeados de un elenco de caras menos conocidas, como María Cerezuela como la hija de Maixabel, que apoya incondicionalmente a su madre a pesar de no compartir plenamente sus ideales o Urko Olazábal como Luis, el antiguo compañero de Ibon, que protagoniza otra intensa escena en el primer encuentro de Maixabel con uno de los asesinos de su marido. Todo el reparto está en estado de gracia, conscientes de lo importante de que esta película salga bien, que sea creíble. El trabajo de dirección de Icíar Bollaín en este sentido es también sublime.
Poco más puedo añadir. «Maixabel» no es sólo una gran película, sobre todo es necesaria.