Stan Lee y Jack Kirby, en una colaboración creativa muy fructífera, empiezan a desarrollar la serie madre del Universo Marvel, creando conceptos que siguen vigentes a día de hoy.
Conoceremos así el viaje espacial y el efecto de los rayos cósmicos (TAC-TAC-TAC) sobre nuestros protagonistas. Visitaremos la Isla Monstruo (refugio actual de los monstruos antes mencionados, con nombres tan rimbombantes como Orrgo, Grootu…) y conoceremos a su dirigente, el Hombre Topo, ejemplificación de la rabia y odio que puede acumular aquel que acaba siendo rechazado por la sociedad. Sabremos de los Skrulls, alienígenas multiformes que pueden infiltrarse entre nosotros (para mi metáfora del miedo al comunista, siendo los Krees su opuesto, la dictadura militar regia). Recuperaremos a Namor, héroe emblemático de la Golden Age. Y sabremos del Dr. Muerte, némesis del cuarteto, rival de Reed Richards por definición, un gran personaje y uno de los grandes villanos de Marvel.
También se crearán personajes como el Amo de las Marionetas, un personaje malvado pero por el que uno acaba sintiendo cierta lástima, o el histriónico Hombre Imposible, o el Fantasma Rojo y los Supersimios, el Vigilante, el Pensador Loco o el Aborrecedor, un clon del mismísimo Adolf Hitler. Al mismo tiempo se irá creando un universo conectado, como demuestra la aparición del Hombre Hormiga o el enfrentamiento entre La Cosa y Hulk.
Pero si hay algo que para mí destaca en estas primeras aventuras en sin duda alguna el personaje de Ben Grimm, La Cosa. El monstruo del grupo. Se llevó la peor parte de la radiación cósmica, su aspecto devino pétreo e irreversible, a diferencia de sus compañeros. Y tardó un tiempo hasta que lo aceptó y se adaptó a su nuevo ser. En estas primeras aventuras solemos ver a La Cosa cabreada, resentida, dolida… alguien que puede volverse contra el resto de su equipo y traicionarles.
Nunca lo llega a hacer, afortunadamente, pero Lee juega con esa tensión. Varias son además las ocasiones en que Reed hace un experimento que le devuelve su aspecto humano, pero sólo temporalmente, lo que aumenta su amargura y dolor. Afortunadamente ahí están los demás para sostenerlo, para darle calor humano, sobre todo Sue Storm y Alicia Masters. Y quizás sea este punto, el calor humano, lo que diferencia al monstruo de Ben Grimm del monstruo del Hombre Topo: éste nunca tuvo afecto ni aceptación. Stan Lee sabía mucho de desarrollo humano y emocional, de este punto no me cabe la menor duda.
El tomo contiene también dos historias que son el germen de muchos desarrollos posteriores de la Casa de las Ideas. Me refiero en primer lugar al viaje al Egipto del faraón Rama-Tut, un viajero temporal. La incógnita sobre su verdadero origen e identidad llegó hasta la etapa de Byrne en la serie, y el escenario sería revisitado en los ochenta en las series de Dr. Extraño y Vengadores Costa Oeste. La segunda pequeña joya que esconde el volumen es el debut del Hombre Molécula, cuya historia está muy ligada a todas las distintas Secret Wars publicadas por Marvel.
Para complementar el presente Omni Gold se añaden las historias procedentes del serial de Tales of Suspense, dedicadas al Vigilante, y a cargo de Larry Lieber, hermano de Stan. Conocemos así los motivos que llevaron a esta peculiar raza a limitarse a la mera observación de acontecimientos, sin intervenir: eran una raza muy avanzada que decidieron compartir sus conocimientos con otras, pero éstas hicieron un mal uso de los mismos, lo que acabó en desastre y llevó a tal solemne juramento. Aunque ya desde el principio Uatu tiene dificultades para cumplirlo y en alguna ocasión lo rompe algo azarosamente, fruto del enamoramiento caprichoso. Y si has reconocido a la Reina Kalthea como miembro de los Quists, raza alienígena de la que también proceden Lucifer o Dominus, apúntate un No-Premio. Si además sabes quienes son los Quists, apúntate dos.
En el apartado gráfico encontramos un Kirby en estado puro: maquinarias, personajes, rostros… Aunque afortunadamente los diseños pétreo de La Cosa y flamígero de la Antorcha, irán evolucionando hasta dar con una versión más acertada que la inicial.