Garth Ennis (Ghost Rider, Hellblazer) vuelve a la carga con un arco repleto de violencia, humor negro y palabras malsonantes, aunque en esta ocasión resulta más fácil que nunca empatizar con el Castigador. Le acompaña a los lápices el artista Leandro Fernández (Universo X, Paraíso X),quien como los autores de entregas anteriores se desenvuelve muy bien con escenas violentas. Además su versión de Frank Castle sigue la tónica que estamos viendo: un hombre rudo, grande, algo mayor, cansado… pero firme e implacable en su objetivo.
En este arco se pone de manifiesto que la historia que cuenta Ennis sobre el Castigador no son solo arcos aislados, sin conexión, sino que enlazan entre ellos y se alimentan para construir un entramado mayor en la historia. Y a pesar de ello, el volumen puede leerse de forma independiente, resulta igualmente disfrutable y accesible, ya que los cuatros datos que necesitas saber de tomos anteriores están de sobra plasmados en el presente volumen.
No será la de Nick Cavella la única conexión con entregas anteriores. Del mismo tomo se toman dos personajes más: uno que perdió sus pelotas, literalmente, y una mujer de armas tomar que estaba (y sigue) obsesionada sexualmente con Frank: Roth y O’Brien respectivamente. Además, de otra entrega, Marvel Saga 4. El Castigador: Madre Rusia, se aprovecha al personaje de Rawling, aquel a quienes los líderes políticos le encargaron el atentado del avión en suelo ruso. El elemento culebronesco se acentúa al descubrir el lector que Rawling es el ex de O’Brien. Por cierto, ¿apuestas a cuántos de ellos salen vivos de esta nueva aparición?
El deseo de acabar con Frank hará extraños compañeros de cama, y nunca mejor dicho, con lo que Rawling y Cavella acabarán colaborando. Tenemos además a otra mujer, Teresa, Tessie para los amigos, que es de todo menos dulce angelical, y que actúa como “el hombre” de confianza de Cavella, alguien que sabe cómo eliminar los obstáculos en el ascenso al poder de su jefe.
Dentro de las habituales salvajadas de Ennis, hay algunas que destacan en esta entrega. Por ejemplo la visita al hampón de Chinatown, y es que puestos a hacer salvajadas con los hijos no vamos a quedarnos solos en desenterrar los cadáveres de los de Castle. Sin verse nada en concreto, la situación sabe dejar un sabor agridulce en el paladar.
Aunque personalmente me quedo con todos los flashbacks ubicados en la infancia de Cavella: apenas un niño de unos diez o doce años, que ya es un gran sociópata: toda su historia familiar es digna de estudio. Curiosa lectura además el hecho de que su historia acabe como empezó: en un bosque, con una pistola, un disparo y una muerte.
Sin embargo hay algo que si le tengo que criticar a Ennis y son sus personajes femeninos, al menos en esta entrega: O’Brien es una salida sexual obsesionada con Castle, Tessie está colada por Cavella y lo hace todo por él, la tía Mo (de la infancia de Cavella) también tiene un motor sexual para sus motivaciones… ¿no es capaz de ver nada más en las mujeres? ¿Son todas unas ninfómanas para Ennis?
Nos vemos en la próxima entrega.