En el apartado gráfico tenemos de nuevo a Leandro Fernández, autor habitual de la etapa (salvo algunas excepciones) que sabe dar un aire sórdido a los guiones y que resulta bastante hábil a la hora de plasmar diferentes rostros y las emociones en los mismos. Las tintas de Scott Koblish hay a quien le parecen que afean el resultado, yo soy de los que opinan que proporcionan mayor variedad al dibujo a lápiz. Incluso el colorista, Dan Brown, hace un buen trabajo, con sus composiciones de iluminación, oscuridad, lluvia o el rojo sangre.
Mención especial merecen las portadas de Tim Bradstreet, constante habitual de la etapa que ya es como una marca de la misma. La mezcla entre fotografía e ilustración viene a darle al conjunto ese toque de realidad y crudeza propio de las historias de Ennis.
Detrás de la red de mujeres explotadas se encuentra Tiberius Bulat, apodado el Viejo, un antiguo militar de la Europa del Este veterano de la guerra de Serbia; su hijo Cristu y la amante de éste, Vera. Los tres mueven el negocio con ayuda de mercenarios y de un contacto infiltrado en la policía.
Dentro de toda esta trama quizás sobraba el subargumento de los agentes de policía Russ y Marcie. Dos pringados dentro del cuerpo a los que les llueven tortas por todas partes. Aunque cumplen a la perfección el papel de broma fácil y humor negro habitual en Ennis, al menos el autor saca estos puntos de la trama principal, sin que la misma se vea afectada. Siempre tengo la sensación de que Ennis focaliza su caracterización de personajes en los principales, quedando los secundarios muy desdibujados, siendo meros estereotipos. Afortunadamente en esta ocasión, y pese a la temática, los personajes femeninos no están obsesionados con el sexo, aunque algunos siguen siendo muy complicados de entender, como es el caso de la asistenta social.
Tras el desmantelamiento de la organización mafiosa, solo queda seguir adelante con sus vidas, dejar atrás el pasado y olvidar lo vivido, aunque no siempre es fácil y menos con experiencias traumáticas como las aquí reflejadas, cuyos efectos y consecuencias pueden acompañar a las víctimas de por vida. El trastorno de estrés post traumático, TEPT, es muy habitual (entre otros) en veteranos de guerra y en víctimas de violación, y entiendo que es lo que le sucede a Viorica al final de la historia.
Nos vemos en la próxima entrega.
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