«Desde tiempos inmemoriales es sabido cuán provechosa nos ha resultado esa fábula de Jesucristo».
Carta del papa León X (1513-1521), dirigida al cardenal Bembo.
Pepe Rodríguez, doctor en Psicología por la Universidad de Barcelona y licenciado en Ciencias de la Información, es hoy día profesor de periodismo de investigación, materia en la que es considerado como uno de los mejores especialistas del país. Ha publicado varios libros, en los que analiza la influencia en nuestras sociedades de religiones de distinto cariz –en especial la católica- y de la necesidad de una cultura fuerte del periodismo de investigación.
El autor ya publicó “Mentiras fundamentales de la Iglesia católica” (Ediciones B) en 1997, y ya entonces fue un éxito de ventas, con más de 150.000 ejemplares vendidos y traducciones a varios idiomas. En esta ocasión, Pepe Rodríguez ha tenido ocasión de revisar y ampliar esta obra, añadiendo más fuerza argumental si cabe en cada capítulo, con el fin de aportar solidez a cada uno de los asuntos tratados. La investigación sobre la Biblia, en los planos histórico y doctrinal, es constante por parte tanto de miembros de la iglesia como de individuos externos a ella, y este ensayo ha fortalecido sus tesis a la vista de nuevos datos surgidos a partir de profundos debates protagonizados por especialistas en la materia.
Este ensayo, a la vez ameno, riguroso y divertido, lleno de anécdotas históricas y transfondo relacional con otras religiones, resulta esencial para conocer a fondo a la Iglesia católica y su evolución a lo largo del tiempo, tanto en el plano histórico, como social y económico. En ocasiones su lectura se vuelve farragosa, en especial a la hora de comparar unos documentos con otros, pero por necesidad demostrativa, y el autor trata de minimizar en lo posible esta impresión que cala en algunos capítulos.
“Mentiras fundamentales de la Iglesia católica” desgrana todas las contradicciones de esta iglesia una a una, aportando las referencias necesarias dentro de la propia Biblia y las evidencias históricas necesarias para sacar a la luz la verdad en cada caso, hasta conformar una guía de interpretación práctica, para creyentes y no creyentes
La fe no se cuestiona, simplemente se cree en una doctrina o no. No es este asunto de lógica, de atar cabos y declarar: “Yo creo en esto”. Simplemente, se acepta una doctrina o se rechaza. Hay personas que argumentan que si alguien no cree ni lo hará nunca en los postulados cambiantes de la Iglesia católica –por poner el ejemplo directo del que trata este libro- debería abstenerse de hablar, discutir o calificarla, simplemente deberíamos ignorarla y que cada cual haga de su capa un sayo.
No es la idea del autor de este libro, ni tampoco, por cierto, la mía. La Iglesia católica lleva influyendo a los europeos desde hace 2.000 años, y aún hoy en día, con los templos de culto casi vacíos y con una crisis galopante de vocaciones, sigue manteniendo poder e influencia sobre gobiernos, medios de comunicación y banca, entre otros ámbitos, y en todas partes del mundo. Así pues, dada la clara vocación terrenal de la Iglesia –y de otras confesiones-, y su patológica necesidad de influir nuestro entorno inmediato, conviene que conozcamos y califiquemos la tradición de la doctrina de la Iglesia, y desmontemos las falsedades que en ella se puedan encontrar, y las contradicciones históricas y morales que hoy día siguen teniéndose por auténticas. Estas tradiciones, estos postulados, permean en nuestra sociedad, tiñéndola silenciosamente, más influenciada por la doctrina católica de lo que lo están otros países, aún cuando directamente no creamos, nos manifestemos agnósticos o ateos.
¿Quién se ha leído la Biblia? Creemos conocer la doctrina de Jesús en base a lo que la Iglesia católica nos cuenta en el Catecismo, y solemos asumir que Jesucristo nos dejó unas guías claras sobre en qué creer y en qué no, y de los castigos y premios que se derivan de hacer una cosa u otra, pero nada más lejos de la realidad. El Catecismo católico se ha ido conformando a través de los siglos según la Iglesia católica ha entendido que propagaba mejor su idea social y económica del mundo, y sobre todo, mantenía su poder terrenal a salvo. Pero la Biblia es manifestación clara y escrita de sus contradicciones… al final de esta reseña hacemos un compendio claro de ellas, por si queréis ir directos al meollo.
Seamos más o menos creyentes, o nada, como es mi caso, aún somos católicos en estructura mental y vertebración social. Nuestra legislación, nuestras costumbres, nuestro patrimonio histórico, nuestra manera de hablar e incluso nuestro sistema de afirmación o negación de dios (de cualquiera) es, fundamentalmente, católico. Es un hecho… sin embargo, ¿qué sabemos en realidad sobre el catolicismo? ¿en qué se basa la doctrina que ha de creerse a pies juntillas, y cuál es ésta?
Quienes creen, han de hacerlo sobre unos “hechos” que se presentan como ciertos e inmutables por parte de la Iglesia: que María fue una virgen que dio a luz a Jesús, hijo de dios, que Jesús fue hijo único, que murió y resucitó a los tres días, que fundó la Iglesia y el sacerdocio, la misa y la eucaristía, que fundó la institución papal, calificándola como sucesora directa de Pedro… y sin embargo, al leer la Biblia, se encuentran múltiples contradicciones que señalan que ninguna de estas afirmaciones es cierta, y que la Iglesia ha ido acomodando su pensamiento, y por ende, el de millones de creyentes, en base a sus necesidades económicas, sociales y de vertebración.
“Mentiras fundamentales de la Iglesia católica” las desgrana todas una a una, aportando las referencias necesarias dentro de la propia Biblia y las evidencias históricas necesarias para sacar a la luz la verdad en cada caso, hasta conformar una guía de interpretación práctica, para creyentes y no creyentes, con la cual conocer mejor la religión mayoritaria en nuestro país y en muchos otros. En esta reseña analizaremos brevemente estas contradicciones, estos HECHOS, que nos han sido ocultados. Las creencias las dejamos para otros, como terreno ajeno a la lógica que es, cada cual escoja qué prefiere.
La Biblia católica y ortodoxa proviene de la primera traducción al griego del Antiguo Testamento, que es conocida como la Biblia de los Setenta (siglo III a.C.), e incluye textos no aceptados en el canon hebreo, e incorpora añadidos de otros libros. La Biblia católica incluye 73 libros (46 en el Antiguo Testamento y 27 en el Nuevo Testamento). Sin embargo, los protestantes se basaron en el siglo XVI en el canon hebreo para conformar su Antiguo Testamento, mientras que los luteranos mantienen los textos añadidos por el canon católico, aunque como apócrifos. Los calvinistas directamente los excluyen.
Copias, compilaciones, mutilaciones, versiones ampliadas, fusiones, traducciones…
De los soportes materiales antiguos de estos libros apenas queda algún fragmento suelto, y aquellos escritos que se utilizan para analizar históricamente al culto católico provienen de copias, compilaciones, mutilaciones, versiones ampliadas, fusiones, traducciones,… el manuscrito más remoto del Antiguo Testamento que se conoce es un fragmento de Samuel, datado sobre el año 225 a.C., y el más antiguo del Nuevo Testamento es una pequeña tira de papiro con tres versículos del Evangelio de Juan, que data de los años 125 y 150 d.C. Es decir, no es posible conocer el contenido exacto de los documentos bíblicos originales.
Los análisis científicos han demostrado concluyentemente que la mayoría de libros de la Biblia son el resultado de un proceso constante de actualización de documentos más antiguos, con interpretaciones y “datos” añadidos para conformarse a la realidad del mundo a cada momento o a las necesidades terrenales de la Iglesia y de sus dirigentes. Por supuesto, a medida que se añadían nuevos textos y se reescribían otros, las contradicciones aumentaban de tal forma que incluso son reveladas con una lectura superficial de la Biblia.
Sin embargo, la Iglesia católica sostiene que todos los textos incluidos en el canon de las Sagradas Escrituras “han sido escritos bajo la inspiración del Espíritu Santo, y son, por tanto, obra divina. Tienen a Dios por autor principal, aunque sean al mismo tiempo obra humana, cada uno del autor que, inspirado, lo escribió”. Las contradicciones y despropósitos que pueden leerse no encajan demasiado bien con un Dios que todo lo sabe y todo lo ve… ni siquiera, a la hora de describir el cielo –donde se supone que habita- es capaz de trazar un relato verosímil de qué hay allí, sino que nos transmite un compendio de mitos cosmogónicos mesopotámicos, lleno de referencias caldeas y egipcias. Ni rastro de las modernas teorías del Big Bang, de cómo se forman las estrellas, de los elementos básicos del Universo, de los rudimentos de la gravedad o cómo giramos alrededor de nuestro Sol… nada. ¿Qué mayor relato místico y a la vez cierto que ese, sobre todo contado hace más de dos mil años?
Plagios de religiones paganas
Para empezar, la Biblia está llena de plagios de religiones paganas, en un intento de justificar la procedencia divina del credo. La historia de Moisés es enormemente parecida a la atribuida al gobernante sumerio Sargón de Akkad (2334-2279 a.C.), en honor al mito repetido mil veces de los “salvados de las aguas”, club al que pertenecen Krishna, Rómulo y Remo, Perseo, Ciro, Habis,… El diluvio universal es plagio de otra leyenda sumeria, muy antigua, el Ciclo de Ziusudra. La alianza entre Yahveh y su pueblo (a través de Moisés) es una imitación directa de los tratados de vasallaje hititas (datados al menos desde el III milenio a.C.) y de otros pueblos igualmente antiguos. Los escritores bíblicos presentaron al rey David como mesías e hijo de dios para dar importancia a su figura. Los mismos mitos de la virgen María y del nacimiento místico de Jesús, así como su resurrección están basados en el culto al dios Sol, que muchos mantenían en aquella época inicial, y cuyas características consideraban básicas para que un dios fuera considerado como tal. Y la lista sigue hasta la extenuación…
Pero incluso más allá de los mitos plagiados que derivan en doctrina, en la Biblia existen flagrantes contradicciones entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, e incluso la figura de Dios claramente cambia de carácter, intenciones y moral. Mientras que el Dios del Antiguo testamento es vengativo, violento, caprichoso y desapegado del hombre, el Dios del neotestamentario, aunque reserva terribles castigos para aquellos que se oponen a él o no le siguen sin dudar, resulta más aleccionador, más propenso al perdón, menos violento y aleatorio. ¿A qué carta nos quedamos, si todos los textos son sagrados y dicen la verdad, si en teoría todos están inspirados por el MISMO dios?, ¿cambiará en un futuro sus enseñanzas de nuevo, no estarán los creyentes actuales siguiendo erróneamente sus preceptos y algún día se lo demostrará?
Una historia de violencia
Esta es la lista de hechos violentos y negativos cometidos en la Biblia por Dios o su pueblo (con el permiso del primero, por supuesto): matar por lapidación, degollación, acuchillamiento, guerras, entrega de ejércitos por parte de Dios a sus creyentes, exterminios, aniquilamientos, destrucción de tierras, saqueo de bienes ajenos, compra o sometimiento de esclavos, venganza, desprecio, odio, cólera, enemistad, violación de mujeres, concubinato, prostitución de mujeres, asesinato masivo de mujeres y niños inocentes, estafas, xenofobia…, todo esto alentado u ordenado por Dios en la misma –y sagrada- Biblia a lo largo de la historia.
Según la tradición, los testigos privilegiados de la vida de Jesús fueron los apóstoles, seleccionados por el mesías directamente para enviarlos a predicar su doctrina. Tanto Jesús como sus apóstoles eran judíos, y siguieron siendo en convicciones y actos durante toda su vida. Jesús no dejó ningún manuscrito escrito de su puño y letra, y los apóstoles, muy pocas muestras de las vivencias de aquellos primeros años. Los primeros textos del Nuevo Testamento no empezaron a componerse hasta el último cuatro del siglo I d.C., y primero del II d.C., salvo las epístolas de Pablo, fechadas entre el 51 y el 67 d.C. Esto quiere decir que, en realidad, lo que contiene el Nuevo Testamento está escrito por autores que no conocieron a Jesús o a sus discípulos más que de oídas.
El documento más antiguo sobre la vida de Jesús es el Evangelio de Marcos, pero él no fue discípulo ni le conoció, en realidad, sino que se basó en lo que se recordaba de las manifestaciones públicas de Pedro tras la crucifixión (aunque muchos estudiosos niegan que Marcos fuese discípulo de Pedro). El Evangelio de Lucas y los Hechos son básicos para comprender la génesis de la iglesia primitiva, pero resulta que tampoco este autor fue apóstol y escribió de oídas, un refrito a partir de otros documentos de distintas procedencias. Los escritos del Nuevo Testamento son redactados de oídas, tomando como base otros precedentes, y que a menudo se contradicen entre sí, como suele ocurrir con la tradición oral, más en unos tiempos como aquellos. Cuanto más cercanos a Jesús se encontraban los autores neotestamentarios, menos escritos aportan al canon, y cuanto más lejanos, más se toman en cuenta sus documentos para elaborar lo que sería la Biblia de la Iglesia católica. Definitorio, o como mínimo sospechoso. El 79% del testimonio en favor de Jesús en la Biblia está escrito por autores que no conocieron directamente a este hombre.
Creadores de dogmas en la sombra
El auténtico creador de la religión católica, aquel que segregó el culto del judaísmo definitivamente –tras las inevitables disputas con la ortodoxia-, fue Pablo de Tarso, un judío extremista que inició una visión paganizada del cristianismo, totalmente opuesta a la figura y mensaje de Jesús, y llenó a esta nueva religión de sentimientos de culpa, vergüenza, ira, represión y venganza, que aún son visibles hoy.
La selección de los cuatro evangelios canónicos se realizó oficialmente en el Concilio de Nicea (352), y fue ratificada en el de Laodicea (363). El canon de todos los libros del Nuevo Testamento no fue ratificado de forma oficial, y dogmática, hasta el Concilio de Trento (1545-1563), en oposición a la Reforma Protestante, pero ya en el siglo II existía un consenso bastante amplio al respecto, roto de forma periódica por las distintas sectas surgidas en la Iglesia católica.
Las contradicciones
A pesar del consenso, mediante la aplicación de la lógica simple, al comparar unos escritos y otros, y las evidencias históricas, Pepe Rodríguez, como otros estudiosos contemporáneos (aunque ya desde el final del siglo XVIII la mayoría de contradicciones son admitidas por la mayoría), sacude los propios cimientos de la iglesia católica, demostrando que…
1.- Ni el mismo Dios cree en la vida después de la muerte ni en el Infierno…
El capítulo 26 del Levítico y el 28 del Deuteronomio, donde se describen minuciosamente los premios y castigos, incluyó una buena lista de estos últimos, que durarían hasta la muerte del infractor, pero nunca más allá. No hay ninguna palabra del infierno ni de nada similar. Ni los patriarcas hebreos ni Moisés hablaron jamás del Infierno… en todo el Antiguo Testamento, a pesar del Dios vengativo y violento que lo protagoniza, no hay ninguna mención a este castigo. En el Nuevo Testamento se menciona la “gehena”, el fuego inextinguible, que se refería a una metáfora alusiva a los vertederos de basura que en tiempos de Jesús ardían en el valle de Ge-Hinnom, a las afueras de Jerusalén. La palabra “gehena” es un término que se refiere a un lugar geográfico. En los altozanos del valle de Hinnom se habían celebrado sacrificios de niños en tiempos de los antiguos cananeos, con los que esperaban aplacar a sus dioses. Los judíos contemporáneos de Jesús bien pudieron guardar en la memoria ese pasado, al utilizar la expresión corriente –en aquel tiempo y el los actuales- “merece que le arrojen a las llamas del Hinnon”, cuando alguien actúa mal. Al traducir “gehena” por “infierno”, la Iglesia tuvo en sus manos un instrumento de temor y control soberbio, del que ha hecho uso durante cientos de años.
2.- Moisés no fue el fundador del monoteísmo, tanto él como su pueblo fueron monólatras. Es decir, creían en varios dioses pero sólo uno de ellos es merecedor de adoración…
3.- Los Diez Mandamientos originales no son los actuales… Este es el decálogo original del Antiguo Testamento:
A) No tendrás más dios que a mí.
(sustituido por “Amarás a dios sobre todas las cosas”)
B) No te harás imagen de escultura, ni de figura alguna de cuanto hay arriba, en los cielos, ni abajo, sobre la tierra, ni de cuanto hay en las aguas abajo de la tierra. No las adorarás ni les darás culto, porque yo, Yavé, tu Dios, soy un Dios celoso, que castigo la iniquidad de los padres en los hijos hasta la tercera y la cuarta generación de los que me aborrecen, y hago misericordia por mil generaciones a los que me aman y guardan mis mandamientos.
(Borrado)
C) No tomarás el nombre de Yavé, tu Dios, en falso, porque Yavé no dejará impune al que tome en falso su nombre.
(sustituido por “No tomarás el nombre de Dios en vano”)
D) Guarda el sábado, para santificarlo, como te lo ha mandado Yavé, tu Dios. Seis días trabajarás y harás tus obras, pero el séptimo es sábado de Yavé, tu Dios. No harás en él trabajo alguno, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu sierva, ni tu buey, ni tu asno (…) y por eso Yavé, tu Dios, te manda guardar el sábado.
(sustituido por “Santificarás las fiestas”)
E) Honra a tu padre y a tu madre, como Yavé, tu Dios, te lo ha mandado, para que vivas largos años y seas feliz en la tierra que Yavé, tu Dios, te da.
(sustituido por “Honrarás a tu padre y a tu madre”)
F) No matarás.
G) No adulterarás.
(sustituido por “No cometerás actos impuros”)
H) No hurtarás.
(sustituido por “No robarás”)
I) No dirás falso testimonio contra tu prójimo.
(sustituido por “No dirás falso testimonio ni mentirás”)
J) No existe.
(Incluido como “No consentirás pensamientos ni deseos impuros”)
K) No desearás la mujer de tu prójimo, ni desearás su casa, ni su campo, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su asno, ni nada de cuanto a tu prójimo pertenece.
(sustituido por “No codiciarás los bienes ajenos”)
4.- Los apóstoles no creyeron en la “Inmaculada Concepción” de María (un dogma que no fue impuesto hasta 1854), ni en la personalidad divina de Jesús (decretada en el año 325 en Nicea), ni el la resurrección de Jesús.
5.- María, tras alumbrar a Jesús, ofreció un sacrificio expiatorio porque era impura según la Ley de Dios, según la ley judía. Tuvo como mínimo siete hijos documentados.
6.- Jesús fue un judío, fiel cumplidor de la Ley hebrea, que jamás instituyó -ni quiso hacerlo- ninguna nueva religión ni iglesia. Jesús nunca fue cristiano ni, menos aún, católico. Predicó que el “fin de los tiempos” era inminente, que lo verían sus contemporáneos, pero se equivocó. Jesús no habló jamás de la doctrina de la “Santísima Trinidad”, un misterio venido en realidad de oriente.
7.- Jesús prohibió explícitamente el sacerdocio profesional, elevó a la mujer al rango de igualdad con el hombre y la hizo protagonista de algunos de los pasajes más fundamentales de su vida y no habló jamás de la “Santísima Trinidad”.
8.- Jesús fue ejecutado cuando tenía entre 41 y 45 años, no a los 33 de que habla la tradición. No pasó tres días y tres noches en su sepulcro, sino ¡un día y medio!, incumpliendo así su profecía más famosa. Jesús mismo negó toda posibilidad de que pudiera volver al mundo tras su muerte (siendo imposible, por tanto, su presencia “real y verdadera” en el “sacrificio de la misa”).
9.- La figura del Papa es contraria a lo que predicó Jesús y Pedro jamás fue obispo de Roma, y se asienta en un texto añadido a Mateo. El Papa no fue oficialmente infalible hasta que lo decretó Pío IX en el año 1870. San Pablo afirmó que “Dios no habita en templos hechos por la mano del hombre”.
10.- Los sacerdotes deben ser “maridos de una sola mujer”, es decir, se descarta el celibato como algo esencial, pero se remarca que han de ser fieles a la mujer escogida.
Hasta aquí las contradicciones entre lo que ahora transmite la Iglesia católica y lo que dice la Biblia, como veis afectan al mismo núcleo de la doctrina, y es algo que todos deberíamos tener en cuenta.
Sin embargo, gracias al análisis histórico y científico de los textos bíblicos, también se demuestra que…
1.- Moisés no es el autor de ninguno de los cinco libros básicos de la Biblia.
2.- Los libros de los profetas fueron redactados por otros y las “profecías” o no eran tales o fueron incluidas una vez sucedidos los hechos anunciados.
3.- La imagen del Dios judeocristiano actual fue creada por Esdras.
4.- Tres de los cuatro Evangelios no son obra de apóstoles sino de autores que jamás conocieron a Jesús.
5.- Los Evangelios, escritos en fechas y regiones distintas, se contradicen en casi todo lo fundamental.
6.- La mitad de las influyentes Epístolas de San Pablo no fueron escritas por él.
7.- Los aspectos míticos de la figura del Jesús Cristo, así como los hechos prodigiosos de su nacimiento, fueron adoptados tardíamente y copiados de la leyenda de dioses “hijo” paganos anteriores a Jesús.
8.- El contenido y fecha de celebración de fiestas como la Pascua de resurrección, Navidad o Reyes es una evidente apropiación de celebraciones paganas anteriores que tenían el mismo significado.
Sin duda, un libro imprescindible para entender hasta qué punto llega la manipulación religiosa, no sólo en la Iglesia católica, sino también en otras, y que deriva hacia arquitecturas sociales en las que, en ocasiones, las meras apariencias son más importantes que los sustratos, donde el sentido común es sustituido por la obediencia a una serie de reglas estrictas, represoras, cambiantes y sujetas al interés de una reducida casta que se sitúa por encima de otros. Aunque incluso miembros de esa casta se hayan posicionado en contra de este antiguo proceder.
Uno de los cúlmenes de esta búsqueda ignominiosa de la Iglesia católica del poder económico es la estafa de la donación de Constantino. Poco después de la muerte del Emperador Constantino, que refundó la Iglesia católica para cimentar su poder y el de sus territorios, la curia romana difundió un decreto imperial apócrifo atribuido a éste, según el cual se reconocía al Papa Silvestre I como soberano, se le donaba la ciudad de Roma, todas las provincias de Italia y el resto del Imperio romano de Occidente, el llamado Patrimonio de San Pedro. En la Edad Media se puso en duda la autenticidad de este documento, pero no se descubrió el fraude hasta el año 1440. A través de un análisis lingüístico, el humanista Lorenzo Valla demostró que su escritura no pudo hacerse sobre el año 300, como pretendía la Iglesia. Imaginad el fraude al estado que se cometió entonces, adjudicando a la Iglesia una fortuna incalculable en territorios, edificios, tesoros, y personas…
Pepe Rodríguez no pone el acento en el creyente, sino en las instituciones católicas, para denunciar la manipulación a gran escala y a través de los siglos, apuntalada por la ignorancia voluntaria de millones de fieles, que no desean enfrentarse a la lógica, mientras puedan armarse con creencias –aunque sean contradictorias- para juzgar al mundo y a sus habitantes.