El 2019 que está a punto de acabar es el año del centenario de Iris Murdoch (Dublín, 1919 – Oxfordshire, 1999). Cien años desde su nacimiento. Veinte desde su muerte. Una doble efeméride que ha coincidido con el redescubrimiento, para una generación de nuevos lectores, de la literatura de esta gran autora. Una pluma con una habilidad innata para introducir esquemas de ideas dentro de tramas, o para deslizar complejos pensamientos entre argumentos aparentemente sencillos, y con la capacidad para, además, interesar o inquietar o ambas cosas a la persona lectora. Un nombre que apuntar si todavía no la habéis leído.
En el cierre de este centenario llega a las librerías una novela durante bastante tiempo ausente del mercado editorial, y por primera vez traducido al castellano.
«Monjas y soldados» (Impedimenta, 2019; originalmente publicada en 1980) no es una novela sencilla de leer. Quizás por eso, dentro de su obra, nunca ha ocupado en la mente lectora un lugar prominente.
La razón de esto puede ser por pertenecer a la rectar final de su carrera cuando, su habitualmente afiladísimo filo, había perdido ya algo de precisión y finura en el corte. O a lo mejor se deba a su retadora extensión, dónde las habituales sorpresas de Murdoch, los momentos ‘wow’ a los que estamos acostumbrados quiénes la leemos (y releemos), tardan más en llegar de lo habitual. Incluso, porque estos picos que tanto deseamos los que nos adentramos en su ficción, tienen aquí una entidad más intelectual que emocional -algo característico de su etapa más brillante y aquí menos lustrosa. Algunos podrían achacarlo a su edad o etapa vital o creativa. Nosotros en Fantasymundo somos de los que preferimos adscribirnos a la tesis de una estructura narrativo-literaria más madura, donde lo intelectual cede paso ante lo creativo o, simplemente, donde se asientan más los códigos ficcionarios tradicionales.
Con todo, estamos ante una novela característica de Murdoch porque, aunque atenuadas, sus características esenciales están aquí igualmente presentes. Comenzando por su tendencia a teorizar sobre las relaciones humanas, colocando a los personajes y sus vínculos en la primera línea de sus tramas. De hecho, aquí es el cuidado entre ellos, la relación especial que se establece entre una red de personajes a priori distinta entre sí, la que mueve la novela de cabo a rabo. Lo hace con un centro claro, el personaje de Guy, alrededor de cuyo lecho de muerte van transcurriendo todos los demás personajes del elenco en procesión. Es así como se nos presentan sus características y sus lazos, usando un centenar de páginas como punto de partida para, a partir de aquí, desarrollar el centro de la novela.
Si las relaciones de los personajes son el centro de las tramas en «Monjas y soldados», evidentemente, la familia y la amistad, el amor y el odio, el sentido de la vida y la inminencia de la muerte, o el deseo y la pasión, son temas aquí presentes; como también lo son en su demás obra. Con el añadido de que, para Murdoch, todos estos temas albergan una transcendencia que va más allá de la mera trama y argumento, hasta el punto de afectar ilustrativa y significativamente a la escenografía de los momentos, a la selección de los lugares o, incluso, al tiempo atmosférico que rodea a los ambientes. Que un personaje moribundo esté en una biblioteca en vez de en un dormitorio, o que un diálogo transcurra en un lugar y no en otro, no son elecciones baladíes.
A partir de la muerte de Guy (sí, muere, y eso queda bastante claro desde el principio), el resto de la trama vuela sobre las relaciones de los demás personajes. Y, especialmente, de dos: Gertrude Openshaw y Anne Cavidge. Dos mujeres marcadas por el trauma, por una vida en profunda transformación, la primera por motivos emocionales y la segunda por motivos éticos y morales. Sobra decir que la novela girará, desde entonces, sobre la transformación profunda de estos dos personajes, y sobre la influencia que otros muchos personajes secundarios tendrán en ese proceso de cambio. Cada secundario aportará sus circunstancias y sus intereses, y del conflicto o el encaje en sus relaciones surgirán esos momentos ‘wow’ de reflexión a partir del impacto, del choque entre dos trenes, que nos harán pivotar entre la duda y la certeza, la inestabilidad y el cambio.
Este diálogo entre mutuas influencias hace de «Monjas y soldados» (Impedimenta, 2019) un juego de luces y sombras alrededor de la personalidad humana y sus complejidades, una exploración sobre los perfiles emocionales de las personas y su difícil determinación cuando se trata de enfrentarse a dudas, dilemas y cambios. Si bien es verdad que la pertenencia de clase de los personajes, situados en una esfera claramente acomodada y ajena a los problemas cotidianos de la mayor parte de la sociedad, los distancian de la mayor parte de la masa lectora. Al centrarse Murdoch en sus relaciones y emociones, convierte estos personajes aparentemente distantes del común de los mortales, en representaciones realistas de ideas, pensamientos y posibilidades intelectualizadas de perfiles emocionales con clara intención de universalidad. Todos estamos presentes, de una forma u otra, en esta novela.
Así haciendo, «Monjas y soldados» se nos presenta como una novela con todas las características propias y definidoras del estilo de Iris Murdoch. Si bien posee unas características excepcionales que la hacen tanto única dentro del catálogo de la autora irlandesa, como de una calidad literaria más que interesante dentro de su extenso catálogo. Motivo por el cual la recomendamos no solo como una lectura sintética y representativa de una autora fundamental de la literatura occidental del siglo XX, sino también como uno de los libros más interesantes publicados en España durante 2019; inédito de la autora y por primera vez traducido al idioma de Cervantes en un inmenso trabajo de Mar Gutiérrez Ortiz y Joaquín Gutiérrez Calderón.