Monty Python

«La humanidad se toma a sí misma demasiado en serio. Es el pecado original del mundo. Si los hombres de las cavernas hubieran sabido reírse, la historia habría sido diferente», sentencia el ingenioso Lord Henry Wotton en “El retrato de Dorian Grey” (Oscar Wilde), con una frase que pretende ser un alegato contra las excesivas responsabilidades con las que en ocasiones nos cargamos, y a favor de seguir nuestro propio instinto, incluso a sabiendas de que lo más probable es que esté equivocado. Y sí, es muy posible que perdamos cada día oportunidades para aligerar nuestra vida de preocupaciones y centrarnos en aquello que realmente nos motiva, sin importar los riesgos o las consecuencias. Desde luego, eso hicieron en su juventud los Monty Python, enloquecer por completo y seguir su instinto en un ecosistema social y artístico a priori hostil, y la apuesta les salió redonda. Ahora bien, ¿cómo conquistó el mundo un grupo de cómicos tan irreverente, socarrón, genial y alocado? ¿Por qué una sociedad tan conservadora y clasista como aquella en la que nacieron no les echó a patadas al mar? ¿Cómo trabajaban, se divertían y se llevaban entre ellos? ¿Por qué se separaron? La respuesta a estas y otras preguntas podemos encontrarla en “Monty Python: Autobiografía”, volumen recientemente reeditado por Libros del Kultrum, un ejemplar indispensable para cualquier fanático del grupo cómico, y para quienes deseen echarse unas buenas risas y no tengan prisa por terminarse un libro tan poco serio como adictivo.

El crítico de cine, escritor y periodista Bob McCabe fue el encargado de interrogar (y compilar) las impresiones de John Cleese, Terry Gilliam, Terry Jones, Michael Palin, Eric Idle, Graham Chapman y algunos familiares y conocidos del grupo para este libro, que se publicó originariamente en inglés en 2003, y que llegó a España por primera vez en 2006. Para entonces, sólo Chapman había dejado este mundo en busca de prados más verdes (el querido Jones iría tristemente a cocheras en enero de 2020), así que McCabe hubo de valerse de algunos de sus escritos y de los testimonios de sus hermanos y sobre todo de su pareja, David Sherlock.

Tan completa es la autopsia en vida de los Monty Python, que por momentos te parece estar ahí mismo (o casi), en medio de los hechos que se narran

Portada de Monty Python. AutobiografíaEl resultado es un volumen que, desde luego, como cabría esperar, no se toma muy en serio a sí mismo, pero que a pesar de todo consigue su objetivo: dar a conocer a los integrantes de los Monty Python al mundo de forma muy íntima, y de paso a todo el ecosistema social y televisivo de la época en la que se criaron sus integrantes y el de los años 70, cuando surgió su fama a nivel planetario. Las seis pitones tienen voz propia y en no pocas ocasiones se contradicen, pelean y carcajean recordando el pasado, sin tomarse demasiado en serio ni sus memorias ni su fama, salvo unos pocos momentos tontos, en los que el ego surge de pronto y enseguida recibe un sonoro coscorrón y un gesto de hastío.

Salvo Chapman, que “cometió la descortesía de morirse” en 1989, el resto de lunáticos que formaron los Monty Python tuvieron ocasión de enmendarse a sí mismos antes de la publicación de este volumen y no lo hicieron, así que debemos entender que estas son sus verdades, o, más exactamente, su forma canónica de tomarse el pelo los unos a los otros, y de paso a sus lectores. En “Monty Python: Autobiografía” conoceremos la infancia, juventud y madurez de los seis comediantes y el entorno social en el que se forjaron sus respectivas personalidades, muy dispares entre sí, pero con fuertes puntos de anclaje en su concepción primaria de la tragicomedia que es la vida, y que permitieron una colaboración larga y fructífera, pero que no pudieron evitar una disolución poco amable.

Los cimientos de la pantomima moderna

Conoceremos también las interioridades de los proyectos de los Python, cómo concibieron “Flying Circus”, “Los caballeros de la Mesa Cuadrada y sus locos seguidores”, “La vida de Brian”, “El sentido de la vida” y otros proyectos comunes, con los que revolucionaron la comedia tal y como se entendía en los años 70 del pasado siglo, y pusieron los cimientos de la pantomima moderna. Es innegable que Monty Python cambió el lenguaje de la comedia de un tiempo demasiado encorsetado, en el que las formas y el fondo en televisión eran rígidos, en consonancia con el conservadurismo de la sociedad británica del momento. Mucha gente vio en el humor de los Python una vía de escape, un nuevo punto de vista en el que lo gris cedía el paso a una nueva e irreverente forma de ver la vida, en la que podías reírte de todo y de todos sin sufrir el escarnio del aislamiento social. Y esta forma de ver las cosas arrasó el mundo y permeó en todas las clases sociales.

Este libro es capaz de reflejar esa transición que mencionamos ─que no se produjo de un día para otro─, y también de transmitirnos los cambios operados tanto en las sociedades que influyó este tipo de humor como en las generaciones posteriores. Pero también “Monty Python: Autobiografía” es una joya para quien busque convertirse en guionista o cómico, ya que pone a nuestra disposición los procesos creativos de una de las compañías más celebradas de todos los tiempos. Y sin otro filtro que no sea el de la educación, el mínimo respeto hacia sus compañeros del grupo. Por supuesto, esto no quiere decir que esta panda de lunáticos no se atice entre sí a la menor ocasión ─de hecho son numerosos los párrafos que invierten en ello─, pero lo hacen de manera que no puede apreciarse inquina o deseos de gloria personal, sino que reflejan percepciones propias de aquellas largas reuniones de trabajo o juergas interminables, y que no tienen por qué coincidir unas con otras.

Necesitamos combatir la autocensura

De hecho, después de este libro, diría que los Monty Python no necesitan mencionar nada más sobre su vida y milagros. Tan completa es su propia autopsia en vida (o casi), que por momentos te parece estar ahí mismo, en medio de los hechos que se narran. Además, este volumen incluye algunas fotografías, varias inéditas, que ilustran una edición mucho más cómoda de manejar (y barata) que la anterior.

Estoy convencido de que el mundo necesita hoy día otro “Monty Python”, otro grupo capaz de reírse de unos y de otros con estilo, de entrar en el meollo de la comedia, sacudirla y hacer saltar por los aires los códigos establecidos, las autocensuras de todo tipo e ideología que poco a poco han vuelto a instalarse en televisión, en radio, en plataformas de streaming, etc. Necesitamos liberarnos de los corsés que tienen atenazada la expresión artística, y disparar por igual contra todo aquel que se ponga delante. Y si alguien se molesta, con una dosis de andares tontos y un gesto de displicencia va que arde. ¡Viva el humor absurdo!

En fin, centrémonos… un libro muy recomendable, buenas risas a muy buen precio. Cómprenlo, y si no les gusta, no pasa nada, no se preocupen, «está descansando»… o «agotado», tras recitar en voz alta “La Ilíada”.

La vida de Brian

«El estreno de la película suscitó una oleada de protestas -no solo de grupos cristianos; también hubo judíos que se sintieron ofendidos- y de prohibiciones. Como suele suceder, la controversia sirvió para cebar la taquilla y La vida de Brian se convirtió en una de las producciones más exitosas de la historia del cine británico. Para alivio de George Harrison, que pudo conservar su mansión.

Cleese: “La verdad es que nos sorprendió un poco, pero tampoco nos asustamos, pues era evidente que la gente que protestaba era un poco simplona. Decían cosas del tipo: ‘Los Monty Python son esbirros del diablo’. A mí, personalmente, me parece un eslogan buenísimo”.

Jones: “La primera manifestación fue la de la Asociación de Rabinos de Nueva York, que se quejaban del uso del manto ritual de plegaria judío en la escena de la lapidación. Evidentemente, nosotros ni siquiera sabíamos qué era un manto de plegaria”.

Idle: “Ni siquiera tuvimos que publicitarla porque se convirtió en noticia y empezó a salir en el telediario”.

Jones: “En Noruega se prohibió su exhibición y en Suecia aprovecharon para publicitarla como ‘una película tan graciosa que la han prohibido en Noruega’”

Alejandro Serrano
Cofundador de Fantasymundo, director de las secciones de Libros y Ciencia. Lector incansable de ficción y ensayo, escribo con afán divulgador sobre temáticas relacionadas con el entretenimiento y la cultura cercanas a mis intereses.

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