Veintiocho textos de la literatura fantástica decimonónica francesa, reunidos en una deliciosa antología y complementados por un prólogo erudito con el que adentrarse sin miedo en el género.

 

Pertenezco a una generación educada con el inglés como segundo idioma. Y creo que lo mismo ocurre con la inmediatamente anterior y con las que vinieron a continuación.
A eso, y al poderío de la industria cultural anglosajona, atribuyo el hecho de que entre mis lecturas hayan abundado más las procedentes del ámbito anglófono que las del francófono. Algo que no ocurre, o no de manera tan acusada, con las de amigos de más edad. Ellos crecieron en una época en la que Francia era un ineludible referente cultural de primer orden.

De ahí que valore especialmente obras dedicadas a las letras galas, como esta antología, Morir de miedo, publicada recientemente por Ediciones Siruela. Cuenta  con edición, traduccíon, prólogo y notas a cargo de Mauro Armiño.

Son veintiocho los textos de la literatura fantástica decimonónica francesa que reúne esta antología. Aunque algunos son fragmentos de obras más extensas —como ocurre con el primero, el cautivador El diablo enamorado, de 1772— en su mayoría se trata de cuentos y relatos cortos —como es el caso del breve y brillante El enemigo, de 1900, que cierra la selección—. Están ordenados por orden cronológico de publicación.

 

«…lo fantástico del siglo XIX, y referido a la literatura francesa, requiere cuatro elementos: 1) lo sobrenatural; 2) el aspecto maléfico, patógeno incluso, de las tramas que parecen convertirse en portadoras de unos valores negativos; 3) la producción de miedo, angustia o terror en el lector; y 4) la intervención intelectual «de la razón para comprender, considerar y medir ese objeto de terror que surge»»

 

Esta es la selección incluida en Morir de miedo:

El diablo enamorado, de Jacques Cazotte.
Smarra o los demonios de la noche, de Charles Nodier.
La iglesia, de Honoré de Balzac.
– La cafeteraOnuphrius y Ónfalede, de Théophile Gautier.
El ojo sin párpado, de Philarète Chasles.
– Don Andrea Vesalius, el anatomista, de  Pétrus Borel.
La Venus de IlleLokis, de Prosper Mérimée.
Sueño infernal, de Gustave Flaubert.
Spiridion, de George Sand.
El diablo trapero, de Victor Hugo.
El monstruo verde y Obsesión, de
Gérard de Nerval.
El hombre de los sesos de oro, de Léon Daudet.
Vera, de Villiers de l’Isle-Adam.
Aparición, de Guy de Maupassant.
Frritt-flacc, de Julio Verne.
La Virgen de hierro, de Édouard Dujardin.
La puertaEl manzano, de Jules Lermina.
Béatrice, de Marcel Schwob.
El relato de la dama de los siete espejos, de Henri de Régnier.
Los agujeros de la máscaraReclamación póstuma, de Jean Lorrain.
Los otros ojos y El enemigo, de Jean Richepin.

 

Pero esta obra no se limita a ofrecer una buena selección de relatos que provocan miedo en el lector, traducida y anotada para la ocasión. Se complementa con un amplio y erudito prólogo que, con el título Lo maravilloso, lo extraño, lo fantástico, se adentra en el significado del término y su evolución. Medio centenar de páginas con el foco situado en la literatura francesa del XIX, pero contextualizándola en un marco espacio temporal más amplio.

Asimismo, Armiño ofrece en las últimas páginas del libro unas concisas biografías de los autores que aparecen en la antología. Las acompaña de una breve bibliografía de sus obras traducidas al castellano (cuando la hay, pues algunos de ellos han sido grandes olvidados en nuestro país). Lo hace prestando especial atención a los relatos y ocupándose más de los autores menos conocidos, pues la obra de los grandes nombres es fácilmente accesible.

 

«…a lo largo de ese siglo que se desarrolla desde los inicios del Romanticismo a la decadencia de la Belle Époque (…) En ese lapso de tiempo se han producido en la sociedad occidental avances científicos y tecnológicos que, como Maupassant aseguraba, equivocándose, anunciaban la muerte de lo fantástico. Precisamente lo fantástico nacía en combate con el materialismo triunfante, con la Ilustración y el reinado de la razón, nacidos con la Enciclopedia»

 

La lectura de estos relatos, muy diversos, me ha resultado sumamente gratificante. Confieso que, salvo un puñado de viejas y casi olvidadas lecturas, la mayoría han sido para mi un descubrimiento. Historias que desbordan imaginación y donde lo sobrenatural, lo onírico, lo macabro, lo terrorífico, lo fantasmagórico, lo demencial, lo maléfico… conforma un variadísimo y lujoso banquete literario.
Un banquete que también puede disfrutarse plato a plato. Basta con tener el libro bien a mano en la estantería para cuando se disponga de unos minutos libres que dedicar a la lectura de unos relatos que, en su mayoría, apenas se extienden unas pocas páginas.

Bien editado en cartoné por Siruela, con una extremadamente sobria ilustración de cubierta, el libro resulta muy cómo de leer y manejar.

 

Mauro Armiño (1944) es escritor, periodista, crítico literario, teatral y traductor.
Nacido en Burgos y criado en el País Vasco, se trasladó a Madrid para estudiar Filosofía y Letras en la Universidad Complutense.

Ha ejercido el periodismo y la crítica literaria y teatral en diversos medios de comunicación, escritos y radiofónicos, y muchas de sus traducciones y versiones teatrales han sido llevadas a los escenarios.

Su labor de traductor se ha centrado sobre todo en la cultura francesa: autores teatrales como Pierre Corneille, Molière, Beaumarchais, Edmond Rostand, y Albert Camus; filósofos de la Ilustración como Rousseau, Voltaire, Giacomo Casanova, el marqués de Sade; poetas como Arthur Rimbaud, y escritores como Maupassant, Honoré de Balzac, Émile Zola, Marcel Proust, Alejandro Dumas, Julio Verne, o Claude Lévi-Strauss, entre otros.

De cultura inglesa ha traducido a Edgar Allan Poe, George Eliot, Nathaniel Hawthorne y Oscar Wilde.

Ha sido distinguido en Francia como Caballero de la Orden de las Artes y las Letras, y galardonado en España con el Premio de traducción Fray Luis de León y el Premio Nacional a la mejor traducción.

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Fran Sánchez
Lector, conversador, escribidor.«Reading maketh a full man; conference a ready man; and writing an exact man.» (Francis Bacon)

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