Para que algo sea divertido no tiene que ser espectacular. Ni tampoco necesita grandes actos ni fanfarria para poder transmitir un mensaje. Mucho más que listos, un título que me gusta mucho más ahora que he terminado la primera temporada que cuando la vi anunciada, es una sitcom cuyo corte es de manual; y cuenta con un mensaje claro, empático y ameno.
Chelsea es una intelectual recién salida de Harvard y con las ideas muy claras sobre qué tiene que hacer con su vida. ¿Qué le puede pasar a alguien que lleva soñando con una meta y de repente se ve que no hay camino? Pues así, de entrada, las pasa bastante canutas. Chelsea se ve perdida y desorientada, y no en cualquier lugar, sino en la casa de su hermana Claire con la que tiene menos relación que el agua de mar con un smartphone. No solo convivirá con ella, sino con sus otros tres compañeros de casa: Grant, Solana y Jayden. ¿Qué saldrá de ahí?
Mira, voy a ser sincera. Me apunté el nombre de esta serie desde que vi que Emily Osment estaba en el proyecto. Tengo debilidad por ella, ¡qué le voy a hacer! Pero fíjate, no me arrepiento. Y sí, ella fácilmente se come la escena cada vez que la enfoca la cámara.
Mucho más que listos es una serie con una premisa más simple que el mecanismo de un chupete, pero eso no importa. Es más, en su caso, le beneficia porque permite explorar el punto fuerte de la producción: los personajes. Al tener una base tan simple, las características de cada personaje individual y las dinámicas particulares que generan al relacionarse unos con otros gobiernan la escena. Una les acaba cogiendo hasta cariño. En esto la dirección de Pamela Fryman, Phill Lewis, Richie Keen y Jody Margolin Hahn es muy importante. Hacen el esfuerzo constante de invitar al espectador a la escena, como si fuera un residente más.
A través de todo ello es como consiguen que los mensajes con los que carga cada episodio como una bandera supongan algo con fondo y no ideales manidos y vacíos. Voy a comentar algunos de ellos un poco por encima para que no haya riesgo a spoilers, todos tranquilos: que da igual que seas una genio y hayas asistido a Harvard, si no tienes contactos ni dinero estás bien jodida. La importancia de las redes de apoyo en nuestras vidas. Que hay que relativizar qué supone tener una vida exitosa y qué te hace ser una persona buena en tu ámbito profesional. ¿Es que hay un único modo de serlo? Que no debemos guiarnos por las primeras impresiones ni las falsas apariencias, porque son engañosas y están cubiertas de prejuicios. Y que la inteligencia matemática no es, ni de lejos, la única que existe.
La producción de Jack Dolgen y Doug Mand transmite esos mensajes con una asombrosa franqueza. Incluyen al espectador en la red de amistad o empatía que se forma en la casa compartida en la que conviven los cinco protagonistas. La comedia, que es el género principal de la historia, es muy sencilla, cercana y agradable. A veces parece que para halagar a una comedia esta tiene que estar en blanco y negro o tener un guion extraordinariamente rizado y trenzado. Muy intelectual, vaya. Y, no, no tiene por qué. Mucho más que listos no fuerza los mecanismos para buscar una comedia sesuda porque no hace falta. Es gracias a su naturalidad que puede enganchar con facilidad al público.
La forma a veces falla, porque cuando más conectamos con ellos es precisamente en la comedia espontánea e ingenua que surge entre los personajes, y no tanto en los chascarrillos metidos a marchas forzadas y con el eco de las sonrisas enlatadas. Es el aspecto más desfasado de sitcom que la serie mantiene. Por suerte es un elemento que usan sobre todo en los primeros capítulos para logar conectar con la audiencia y que va perdiendo un poco su relevancia según se desarrolla.
Mucho más que listos empieza con una primera temporada un poco inestable, pero que avanza sin dudarlo. Es muy cálida, inocente y sinceramente divertida. Cuenta con unos mensajes interesantes y bien intencionados y eso es con lo que más me quedo. Porque aunque tenga chascarrillos un poco malos y absurdos, tiene buen fondo y la intención es lo que cuenta. Y como los capítulos son tan cortos, te zampas la temporada en nada, así que viene muy bien tanto para un maratón o para ver cuando tienes esos pequeños momentos de descanso y quieres ver algo que no te ocupe hora y pico.