«Mutatio corporis» es el mejor ejemplo de que cuando una persona lleva la escritura en las venas, y no en la impostura, cualquier cosa se puede transformar en un trabajo de calidad. Estamos ante un libro que debe a la habilidad literaria de su autor y a los conocimientos de los que hace gala el sustento de cada párrafo.
El diario de un médico erudito
Gavin Francis es una curiosa combinación de escritor y médico. Quizás sea cierto lo que algunos murmuran, con la intención de elevar el número de ventas, acerca de sus puntos en común con el fallecido Oliver Sacks; autor del célebre «El hombre que confundió a su mujer con un sombrero«.
Preparáos para entrar en una sala de cine en formato libro. Al recorrer los párrafos de «Mutatio corporis«, podemos sentir facilmente que nos encontramos en el interior de la mente de un doctor cuando, en su consulta, recibe a sus pacientes. Pero no es esta una mente cualquiera. En absoluto se trata de una sala de cine vieja, con asientos sucios y pobre sonido. La mente de Gavin Francis es todo lo que las salas de cine en tres dimensiones deberían haber sido si los avances tecnológicos tuvieran la capacidad de impresionar que solemos presuponerles.
En cada capítulo, clasificados según la enfermedad o desorden que el doctor trata en su consulta de Edimburgo, se le ofrecen al lector una serie de disquisiciones sobre el tratamiento histórico que dicha enfermedad ha tenido y lo que estas, en términos de cambio, han podido representar para quienes la sufren.
Es fácil apreciar que el narrador tiene alma de naturalista y, como tal, buscará todas las posibles repercusiones para las vidas de sus pacientes que las diversas enfermedades sufridas puedan tener.
Así, asistiremos a una selección de las diversas transformaciones que un cuerpo humano puede sufrir. Y lo haremos verdaderamente entretenido, en capítulos en los que se alternan pasajes de consultas reales con análisis históricos y sociológicos, muy bien documentados, del desorden tratado.
LSD Pseudo-meta-divulgativo
El autor parece entender que la aparición de enfermadades no es más que la forma que tiene la «naturaleza» -aquí podríamos leer también «azar», «Dios» o «becerro de oro- de manifestar su imparable inercia, dinámicamente lanzada a mantenerse sobre la ola a base de propiciar alteraciones a diestro y siniestro en los seres vivos. Criaturas que, como peleles en un juego que no entendemos, procuramos posponer lo máximo posible el momento en el que esta acumulación de cambios nos conduzca a la casilla de salida. El proceso de gestar una nueva, pasando por desórdenes alimenticios, el crecimiento de protuberancias en el cuerpo, la necesidad de prótesis o la peligrosa obesión de potenciar un crecimiento anómalo en el propio cuerpo con esteroides.
Y así, junto con una mejor comprensión de las importantes mejoras que para los más «cambiados» ha supuesto la medicina, nuestra mente se encontrará analizando, en segundo plano, que esa mosca que vimos esta mañana, supuso un cambio para nosotros en una medida que no sabremos cuantificar; que la taza de café que ahora bebemos, procede de incontables cambios y que causará otros tantos en su fluir por la máquina de alteraciones que es vivir antes de apilarse con el resto de factores que empujan otra de las fichas de dominó de nuestras vidas.
Darwinismo ilustrado. Is that bad?
De la misma forma que somos capaces de explicar lo que representa para nosotros, o de dónde procede, el vello en las falanges de los dedos, lóbulos de las orejas separados, o manchas de nacimiento, este libro, entendido como una crónica de criaturas a las que estos cambios afectaron de forma incompatible con la vida, llevan al lector a imaginar que tal vez nosotros seamos esa mancha que no comprendemos, el vello que rasuramos o los dientes demasiado separados. Lo podemos ser para el planeta, para nuestros descendientes, para nuestra ciudad, o para lo que nos apetezca inventar. Porque si algo tiene escondido como un tesoro «Mutatio corporis» es la insinuación de que dentro de esa culminación y origen del panteísmo que es la naturaleza, se encuentra algún río invisible que pueda otorgar sentido a todo. O al menos confirmarnos que nada lo tiene.
Tal vez, como forma de no promover una única visión de la evolución y el avance de la vida, sería combienente alertar al lector que el autor peca de un Darwinismo exacerbado. Y esta actitud no es culpa suya, tampoco lo es de quien lee el libro no conocer otras formas de explicar el desarrollo y origen de la vida de forma científica. Por eso, para ponerle un poquito de remedio a este mal invisible, recomendaré la lectura de autores como Stephen Jay Gould o Brian Goodwin. Un poquito de diversidad en el ámbito intelectual nunca es mala. En serio, no siempre el cuerno del rinoceronte tienen que servir para algo. A no ser que seas un chino sádico y te vaya meterte queratina en polvo.
It’s up to you
Profundidad. La que alcancemos con las experiences del autor y la especial forma de ver el mundo que nos es regalada en esta obra. Es cosa de cada uno. De la potencia del hardware que poseamos, y de las últimas actualizaciones del software. Mutatio corporis es una obra de muy fácil lectura. Pero esto no implica que deba leerse sin pausa. Es más adecuado analizar cada capítulo, perder la mirada en lo que sea que nos haga meditar -el horizonte, un cazo, la mancha en el comedero del gato…- y no continuar al siguiente hasta que de veras sintamos que nos llevamos algo precioso -en términos de valor- del capítulo finalizado.
O también se puede leer como en un maratón y olé por vosotros, machotes.
Hasta el título original no decepciona
Un punto negativo, quizás, sea el título. ¿Cuál es la palabra más repetida a lo largo de esta reseña? Exacto, cambio. Quizás por eso el autor decidió nombrar a su obra con el título original de «Shapeshifters». Pero aquí, en nuestra patria, donde la literatura ya es cosa de coolturetas y margis, ninguno de los cuales parecen gozar de buen concepto entre el mundo editorial, Siruela se decidió por darle un «upgrade» al libro para hacerlo parecer más interesante, más científico, menos divulgativo, y de ahí lo de Mutatio corporis, que viene a ser lo mismo que explicarnos, ya desde el comienzo, que la palabra cambio aparecerá hasta en la sopa de nuestra prima mientras leemos el libro.
Tengo la costumbre de incluir pequeñas críticas para las editoriales, con la esperanza de contribuir en la dirección contraria a esa que enriquecen los que no leen o los que solo agarran las novedades de las librerias. Por favor, escuchen a sus autores, a sus lectores. No somos tan tontos. Y Shapeshifters era un título que se ajustaba al libro en su justa medida.
Para el otoño, ¿really?
Bueno, claro, es obvio para cualquier libador de libros. A pesar de que este libro fuera publicado en verano, para torrarse bien leyendo sobre historia y enfermedades. Pero uno, que suele ir al revés, encuentra que este libro es mucho más interesante una tarde de sábado o domingo, con el inminente fresco del otoño y el silencio que «Mutatio corporis» merece para ser bien leído.