Megan, la hermana de Kyle ha sido poseída y ahora él y el padre Anderson van a tener que volver a pasar por otro infernal, violento y desagradable exorcismo. Kyle va a descubrir con este duro enfrentamiento muchos de los qués y los porqués de los exorcismos y de cómo afecta su presencia a los poseídos. El problema es que ni Kyle ni Anderson son omnipresentes así que mientras intentan acabar con la oscuridad de Megan, por otro lado el artero de Sydney siembra el mal en los más jóvenes de la familia. La brutalidad orgánica es uno de los sellos de esta serie por eso una de las escenas más impactantes de este tomo es cuando Anderson harto de seguir fingiendo que desconoce la verdadera naturaleza de Sydney se enzarza en una brutal paliza al mismo, lo que le lleva a dar con sus huesos en la cárcel.
Algo en lo que Kirkman es sobresaliente es en mostrar las consecuencias en la vida cotidiana y costumbrista que ha podido tener algo sobrenatural, ésa es la clave del éxito tanto en esta serie como en “Los Muertos Vivientes”, pues bien el incidente que ocurre con Mark y cómo lo afronta él y el resto de personajes será otro de los ejes de este tomo, que además nos mostrará que el mal no tiene que provenir necesariamente sólo de los demonios. Suspicacias pueblerinas, investigaciones policiales, e intentos de normalidad con timbas de poker.
El bueno de Kyle se está convirtiendo en una gran molestia para los de abajo, ya es capaz de realizar exorcismo casi solo y los ha desvirtuado de todo el misticismo cristiano, lo que sin duda para mí le da un gran nuevo enfoque a la serie y le da una gran coherencia multicultural.
Otro punto a destacar del tomo son las escenas que se le dedican a Sydney y a los poseídos como comunidad, como grupo que muestra sus quejas y preocupaciones ante el teórico gran plan que no llega, no son villanos bidimensionales si no complejos arquetipos y soldados en una guerra que no les gusta.
Pese a lo pausado y lento de la narración de esta obra no puede si no clasificarse de genio a Kirkman porque al saberse rodear de los autores perfectos para sus obras, hace que historias no muy espectaculares se conviertan en grandes éxitos y sin duda aquí Azaceta y el gran color frío de Elisabeth Breitweiser (sin duda la pieza clave en este oscuro puzzle y que hace que la serie encuentre su tono definitivo en atmósferas y narración, es ella la que hace esa oscuridad tan vivida y efectista, la que pone los toques justos de sangre y enfatiza las emociones de los personajes en su bajada a los infiernos).
Kirkman firma en esta ocasión un tomo más dinámico en el que de nuevo deja más preguntas con las pocas respuestas que da, la impaciencia del lector por entender qué es Paria y a dónde va a esta serie se mantiene alta, sólo esperemos que como suele ser habitual en él, Kirkman no sobreestire esta historia alargando innecesariamente los acontecimientos de ese teórico final desde el cual empezó a escribir el resto de la serie. Nos vemos en el próximo viaje a las tinieblas, el señor Sydney nos invita a la gran reunión con la oscuridad primigenia, no faltéis.