Nota: este documental llega a las salas de cine como evento cinematográfico. Exhibidores como Yelmo y Grup Balañà lo emitirán los días 9 y 10 de diciembre; los cines Verdi de Barcelona lo emitirán el 10 de diciembre en su programación cultural de los martes). También se emitirá en algunos cines el 23 de enero. Consúltese en FilmAffinity para saber en qué otros cines de España se podrá ver.
En este 2019 al que le quedan pocos días para terminar su andadura celebra el Museo Nacional del Prado su segundo centenario desde que fuera inaugurado por Fernando VII en 1819. Una celebración que ha venido acompañada de actos diversos actos en la propia pinacoteca, algún libro e incluso una serie documental en la 2 de TVE, «200. Una noche en El Prado«, dirigida y presentada por ese monstruo de la divulgación que es Ramón Gener («This is opera, This is art»). El museo recogió desde sus inicios las colecciones de pintura y escultura que las dinastías Trastámara, Habsburgo y Borbón habían conservado y aumentado. Una relación esta, la de Corona y obras artísticas, o si se prefiere entre reyes y pintores, que se explicita claramente en el título de un documental dirigido por Valeria Parisi, que ha escrito el guion junto a Sabina Fedelli, y que cuenta con Jeremy Irons como maestro de ceremonias. Presentado en el tercer Festival de Cine de Barcelona del pasado mes de abril, llega ahora este filme a las salas comerciales en un estreno limitado que, como anteriores documentales que hemos comentado por estos lares, recomendamos encarecidamente a todo amante del arte.
Un cuadro, «La gloria» de Tiziano (1551-1554) es la excusa argumental con la que se inicia este documental, que resigue el camino que realizó el emperador Carlos V cuando abdicó del trono y se retiró al monasterio extremeño de Yuste, donde pasaría su último año de vida. En su lecho de muerte, Carlos contempló el cuadro de Tiziano, su pintor favorito (también uno de los preferidos de su hijo Felipe II), en el que aparecía de rodillas y vestido con un sudario, la corona detrás de sí, rezando a la Trinidad. «Ya es tiempo», diría a punto de fallecer. El cuadro pasaría posteriormente a la colección real en el monasterio de San Lorenzo del Escorial y, posteriormente, al Museo del Prado, como los miles de cuadros que los diversos reyes de España, de Carlos I a Fernando VII, acumularon en sus palacios y residencias.
De la mano de Irons, desde lo que se conserva del Salón de Reinos del palacio real de Felipe IV, el documental traza una larga panorámica de los diversos artistas cuya obra se exhibe actualmente en la pinacoteca madrileña, y de la relación que algunos de ellos mantuvieron con los monarcas de los siglos XVI al XIX. El Prado alberga el mayor número de cuadros de Tiziano Vecellio y también obras de otros pintores que, en la senda de la escuela veneciana, realizaron sus creaciones a imitación de aquel pintor favorito de los dos monarcas Habsburgo de la mayor parte del siglo XVI, como mencionábamos. Si el pintor veneciano predominó en esa centuria, en la siguiente encontramos al flamenco Peter Paul Rubens, que llamó poderosamente la atención de Felipe IV, que lo consideraba su pintor favorito y a quien encargó la adquisición de cuadros de otros pintores europeos; del mismo modo que Tiziano, la mayor parte de la obra de Rubens se conserva en El Prado, así como otros muchos cuadros de la escuela flamenca.
Hablar del Museo del Prado es hacerlo de los dos pintores cuya obra se ha convertido, desde sus inicios, en el punto de atracción de los visitantes: Velázquez y Goya, que cuentan con salas exclusivas en las que contemplar sus cuadros. Salas que han cambiado mucho con el paso de las décadas, como podemos observar al comparar la sala actual del pintor sevillano, presidida por «Las Meninas» (1656), con su disposición a finales del siglo XIX. Y qué decir de la obra de Goya, con su díptico sobre la revuelta en las calles de Madrid el 2 de mayo de 1808 y los fusilamientos del 3 de mayo del mismo año. Ambos pintores recibieron el mecenazgo de la monarquía en su época, pero también desarrollaron una amplia obra en paralelo, que en el caso de Goya nos lleva a sus dibujos, estampas y grabados sobre los desastres de la guerra o la crítica de la sociedad del período.
El documental no se centra exclusivamente en estos dos genios de la pintura, como es lógico, sino que rastrea la obra de tanto y tantos artistas cuya relación con la monarquía, de un modo u otro –por haber sido contratados como pintores de cámara, por ser del gusto de un rey determinado o por haberse adquirido sus cuadros como interés de la Corona por el arte en general–, ha generado un tesoro artístico que es propiedad, por decirlo de alguna manera, de todos los españoles. Artistas españoles, de Ribera a Murillo, de Zurbarán a Maíno, y extranjeros, de Tintoretto a Rubens, del Bosco a Luca Giordano, de Fra Angelico a El Greco, y también obras como las de la neerlandesa Clara Peeters algunos de cuyos cuadros alberga el museo. Resulta imposible recoger aquí todos los detalles y nombres que aparecen en este documental… y sería además privarle al eventual espectador del placer de disfrutar “sin espóilers” con lo que se le presenta.
Jeremy Irons, cual Virgilio como cicerone, lleva con buen pulso la narración del documental, que se nutre de la participación del director del museo, Miguel Falomir, así como de algunos de los conservadores y restauradores de la pinacoteca (Javier Portús Pérez y José de la Fuente, por ejemplo), así como el testimonio de Laura García Lorca (presidenta de la Fundación García Lorca), la actriz Marina Saura, la bailarina Olga Pericet, la escenógrafa y directora teatral Helena Pimenta y el arquitecto Norman Foster, encargado del futuro proyecto de restauración del Salón de Reinos, entre otros. Todos ellos nos ofrecen detalles y datos muy interesantes sobre las colecciones del museo y la labor de los profesionales que trabajan en ella.
El resultado es un documental fascinante, quizá algo “recargado” de información, pues son muchos los artistas, períodos y detalles que se recogen en su hora y media, pero que sin duda hará las delicias de los amantes del arte y de los que hemos visitado en muchas ocasiones sus diversas salas (a las que volveremos). Un documental que se convierte en el broche de oro del aniversario que la galería madrileña conmemora en este 2019 y en el que, como dijera Pablo Picasso y rememora Irons al final del mismo, podemos ver como el arte limpia del alma el polvo de la vida cotidiana.
Imprescindible es poco.