Las románticas leyendas de los piratas de la literatura y el cine poco o nada tienen que ver con la realidad. Los audaces “príncipes del mar” mitificados por la ficción, aventureros que luchan contra el orden establecido repleto de corsés contra la libertad individual y mantienen un fondo moral irreductible sujeto a sus propias directrices, son apenas eso, creaciones de las mentes creadoras humanas, más que una realidad palpable. La realidad es bien distinta, más violenta e inmisericorde, más salvaje y prosaica.
El Romanticismo fue capaz de distorsionar con un velo sentimental múltiples realidades objetivas en contraposición al racionalismo neoclásico, y fue precisamente lo que consiguió en occidente con el fenómeno de la piratería a través de la literatura, trocando en héroes a personas que por diferentes causas elegían la senda de los asaltos marítimos como modo de vida, cometían robos, asesinatos y secuestros, y lastraban el libre comercio en amplias zonas del globo.
En “Piratas. Una historia desde los vikingos hasta hoy”, de Peter Lehr, volumen publicado por la editorial Crítica el pasado mes de septiembre, el autor traza una senda global del fenómeno de la piratería haciendo uso de fuentes históricas y testimonios en primera persona de piratas y de aquellos que intentaron ─e intentan─ combatirlos. Una senda que incluye también las causas por las que hombres y mujeres, a menudo no predispuestos al crimen, se vieron obligados a elegir un modo de jugarse la vida tan peligroso y posiblemente lucrativo, pero de breve existencia.
Con mapas e ilustraciones como apoyo, Lehr, profesor de estudios sobre terrorismo marítimo en el Centre for the Study of Terrorism and Political Violence de la Universidad de St. Andrews (Escocia) nos ofrece una visión global del fenómeno de la piratería, dividida de forma temporal. En primer lugar, analiza la piratería en distintas regiones del planeta sin conexión entre el año 700 al 1500; en segundo lugar, se centra en el poder naval europeo ─y cómo se impuso a los llamados “imperios de la pólvora”, el Imperio otomano, la India mogol y la China Qing─ y sus consecuencias para vehicular un relato sobre la actividad pirata del año 1500 a 1914; y por último la forma en que un mundo globalizado ha impactado de lleno a la piratería, entre 1914 hasta la actualidad, concretamente hasta 2018, fecha de escritura de este imperdible volumen traducido por Yolanda Fontal Rueda.
Los piratas somalíes y su impacto mediático
El público occidental en general no comenzó a despertar del estereotipo romántico de la piratería hasta las imágenes transmitidas por televisión de la actividad de los piratas somalíes, que en 2005 llenaron las pantallas de todo el mundo. El fenómeno de la piratería en Somalia no era nada nuevo, por supuesto. En 1990, tras la caída del dictador Mohamed Siad Barre, el país entró en una nueva etapa de inestabilidad económica y social y desmembramiento territorial, que obligó a muchos pescadores artesanales a cambiar de actividad, por así decirlo, y llevar comida a sus hogares.
Estos pescadores somalíes, hartos de la competencia desleal de los barcos de pesca occidentales en sus propias aguas locales, se organizaron en un grupo llamado “Guardia Costera Voluntaria de Somalia”, que intentó evitar que barcos de pesca extranjeros esquilmaran sus aguas, y que flotas ilegales efectuaran vertidos tóxicos en sus costas. La ausencia de un gobierno central somalí efectivo y estos problemas estructurales provocaron un aumento exponencial de la piratería, que llegó a su punto álgido en el período 2005-2011. Uno de estos asaltos fue incluso adaptado a la literatura y posteriormente al cine. El caso del Mærsk Alabama dio la vuelta al mundo, y supuso el primer asalto exitoso a un buque mercante con bandera estadounidense desde comienzos del siglo XIX. La película “Capitán Phillips”, dirigida por Paul Greengrass y protagonizada por Tom Hanks, muestra el ataque de cuatro jóvenes piratas somalíes, el secuestro de la tripulación compuesta por una veintena de personas y la extorsión subsiguiente para efectuar su liberación.
Tras un inicio en el que buscaron la simple subsistencia material, los piratas somalíes se fueron organizando cada vez más y apartándose de su objetivo inicial de mera supervivencia, para dar paso a un fenómeno mucho más profesionalizado, que ya busca la máxima ganancia, con rescates que en ocasiones resultan millonarios, y cuyos dividendos terminan dilapidando en frecuentes juergas y compras de artículos de lujo. Los piratas siguen siendo principalmente jóvenes sin alternativa laboral, en zonas en las que la pesca, ya tensionada por la sobreexplotación occidental, resulta no ser ya un modo de vida básico aunque garantizado.
¿Por qué alguien se hace pirata o corsario?
El autor, por supuesto, también nos habla sobre piratas y corsarios en diferentes períodos históricos y localizaciones, de cómo afectaban a las actividades de unos y otros la patente concedida por un Estado, y cómo distintos piratas pasaban de un estado criminal a otro legal (y viceversa) con tremenda facilidad, en ocasiones sin desearlo. El papel del Estado, su fortaleza o debilidad en una jurisdicción determinada ─particularmente en las zonas costeras─, o las circunstancias geopolíticas por las que atravesaba este, también eran y son claves en las alianzas tejidas con los piratas o corsarios o la determinación del gobierno de turno por perseguirlos o alentarlos, aunque fuera de forma soterrada.
La “carrera” de pirata ha sido en todas las épocas una dedicación peligrosa, y tal y como el autor de “Piratas” constata, la gran mayoría de las personas que han ejercido este rol, fueran hombres o mujeres, no se inició por mero gusto. Si bien albergaban dentro de sí cierta sed de aventuras, el acicate que la mayoría necesitó fue la simple y prosaica necesidad material, y un mundo en tierra igualmente repleto de peligros y encerronas. Incluso algunos terminaron fundando imperios fugaces, como Zhèng Chénggōng (Coxinga), un líder militar de la dinastía china Ming que se levantó en armas contra los holandeses y fundó el reino de Tungning, el primer gobierno de etnia han de Taiwán. Romanticismos aparte, es fácil empatizar con sus víctimas, lo complicado es comprender qué lleva a una persona a dedicarse a la piratería.
Suerte y destinos dispares
Si bien algunas de estas personas lograron disfrutar de un inconmensurable botín como los británicos Sir Francis Drake y Samuel Bellamy o la temible china Zhèng Shì (quien llegó a comandar una de las flotas más grandes de la historia en el s. XIX), la gran mayoría tenían una carrera pirata corta e interrumpida con una muerte violenta (ya fuera a manos de cazapiratas, de cualquier armada o de sus iguales) o terminaban en prisión. De algunos de ellos han pasado testimonios en primera persona que se recogen aquí, de otros en segunda, tercera… y otros son meras fábulas. Su destino podía estar determinado por sus propias acciones, las de los Estados, la mera suerte o la disposición de los funcionarios costeros corruptos de los que tanto dependían, y que les suministraban cobijo e información a cambio de un estipendio.
“Piratas”, de Peter Lehr, nos ofrece una mirada larga y ajena a prejuicios étnicos sobre el fenómeno de los ladrones del mar, no sólo desde el punto de vista material o psicológico, sino también histórico y personal. El ensayo está repleto de anécdotas de las vidas de piratas, corsarios, cazapiratas y funcionarios de los distintos Estados de las áreas analizadas. El autor también reserva un apartado para algo fundamental para terminar con el fenómeno de la piratería: un ataque a las causas sociopolíticas que en muchos casos la alientan, a la miseria que empuja a muchas personas a robar a otras con violencia. Lehr también menciona el caso excepcional de Stede Bonnet, un rico terrateniente de Barbados que se hizo pirata por mero aburrimiento, y que murió ahorcado, presumiblemente ya con suficiente diversión a sus espaldas.
Una obra sin sesgos étnicos o de género
El autor también menciona en ocasiones a mujeres piratas sin sesgo y con el debido contexto social, como a la mencionada Zhèng Shì, a Anne Bonny, Mary Read, Grace O’Malley y Agnes Annie Drake, entre ellas. Se refiere tanto a su carrera en solitario como a su relación “profesional” o personal con otros piratas contemporáneos, sin caer en absurdas condescendencias. Lehr también deja claro que no sólo los hombres se dedicaban a la piratería, y que algunas mujeres cuyos nombres no han pasado a la historia fueron vistas entre la tripulación de los barcos piratas avistados por las distintas armadas, sobre todo en oriente, arrastradas como sus homólogos varones a menudo por la miseria de las zonas costeras.
Lehr nos habla de los vikingos, los wakō, los balanguingui, los bugis, los Hermanos de las vituallas, los iban, los iranun, los Likedeeler, los orang laut, los berberiscos, los somalíes, y de muchos otros piratas con nombre y apellidos que surcaron alguna vez los mares, en un trabajo de investigación y de interpretación que no se anda con zarandajas a la hora de llamar a las cosas por su nombre, y que deja claro qué información proviene de los meros datos y qué de meras especulaciones. “Piratas” es en general un trabajo riguroso que resulta ameno de leer y muy disfrutable, que huye de ensoñaciones románticas y que nos presenta a los piratas, corsarios y sus famosos enclaves, como Port Royal, Macao, la isla de Kyushu o Joló, en toda su dimensión.
Estamos ante un libro muy recomendable si se desea tener una imagen completa sobre el fenómeno de la piratería marítima, no sólo desde el punto de vista humano e histórico, sino también legislativo, una obra que destroza mitos y que nos acerca a un mundo en el que la necesidad y a veces la codicia fabrican monstruos aún hoy en día.