«Mi vara de medir era la feria del pueblo. Desde niño había observado que las actuaciones a las que podían ir los mayores eran tarde, casi de madrugada. Quizá realmente no fueran tan tarde, pero a mí me lo parecía. Pensaba que era sí en todas las ferias y fiestas de los pueblos y de las ciudades. Metía en el mismo saco un concierto de Queen en el Wembley de Londres que la actuación de Modestia Aparte o el mago Franky en la pista municipal del pueblo»
¿Es esta la vida real? ¿Es solo fantasía?
La “Serenata para tenor, trompa y cuerdas”, de Benjamin Britten causa un extraño efecto en mi gato Sulu. Como si tuviera un resorte, cuando empiezan sus primeros compases, se levanta, abre muchísimo los ojos, maúlla despacito y se pone a lo que llamamos “buscar bebés” por toda la casa. Le pasa lo mismo cuando veo algún vídeo de gatitos en Youtube, su espíritu ¿paternal?, lo embriaga y busca, busca como un loco. De las cientos de canciones que menciona Julián López en Planetario, es la única que tiene ese efecto en Sulu, un vagoneta de 5 años que solo quiere comer, dormir y pegarse con su compañera Indy cuando esta le muerde el culo. Es, lo sé, la magia de la música.
Planetario es la magia de la música, la fascinación de la adolescencia y el paso del tiempo. Es casi imposible para una persona nacida en los primeros 80 como yo expresar con palabra escrita la calidez, la paz interior y las sensaciones que producen la lectura de esta obra, porque pertenece a una generación que quizá fue la última en lo suyo, la última antes de la era digital, que grababa mixes rogando porque el locutor de la radio no fastidiase la canción, escuchaba aún discos de vinilo (yo lo sigo haciendo y tengo una buena colección, pero tempus fugit) o se pelaba las rodillas haciendo el cabra con la bici.
Estos son los días de nuestras vidas. Jota
Huelga decir que se trata de un libro mayormente biográfico en el que Jota va trazando un recorrido por su infancia y adolescencia acompañado de las canciones, descubrimientos musicales y su propia implicación en este mundo acompañado de amigos, hermana, familiares, especialmente de su abuelo. Un recorrido vital desde un pueblo castellano hasta la universidad de una persona con muchas inquietudes musicales y con una timidez que deja momentos grandiosos en el relato y con un poco de torpeza en los que, les garantizo, llorarán de la risa.
No se trata de una historia al uso novelesco, es un homenaje a todos los críos que vivimos más o menos la época y ahora estamos llegando o metidos de lleno en los cuarenta sin saber muy bien cómo, porque mientras las resacas nos duran tres o cuatro días (esto pasa, sí), ansiamos salir con la BH roja a dar un paseo por el pueblo, aún sin coches. Sin embargo, si hay algo que ansiamos aún más que recuperar nuestros años mozos, es volver a pasar aquellas tardes con los abuelos que ya no están, descubrirles nuestro mundo nuevo y pasar con ellos interminables horas que quizá en su momento no valoramos. Y para eso, Julián López es un maestro haciéndonos reflexionar desde el humor y la música.
No es solo la increíble relación familiar que nos cuenta López en su libro, es que además, aunque nos creamos unos melómanos irredentos, Jota lo es más y se agradece descubrir melodías clásicas de las que jamás habíamos oído hablar, volver a sintonizar radio Clásica a estas alturas o sufrir de nuevo con la muerte de Freddie Mercury porque ¿quién no ama o ha amado a Freddie a lo largo de su vida? Es en Queen y en la voz del señor Bulsara donde encontramos calidez, volvemos a los orígenes y nos dejamos mecer a lo largo de las páginas de “Planetario” como un hilo conductor que, a modo de LP pero sin tener que girar a la cara B, nos transporta a nuestro propio mundo, a nuestra propia historia y nuestras propias melodías. Porque Julián López no ganará el Nobel de Literatura (sinceramente, molaría), pero es un experto en transmitir sensaciones y revolvernos un poquito por dentro más en el sentido de la candidez y el buenismo de Lane en Las chicas Gilmore que en cualquier otra serie menos generosa y más dramática.
Surrender your ego, be free, be free to yourself
Julián López es digno de mi admiración desde hace muchos años. No me he perdido ni un capítulo de La hora Chanante, Muchachada Nui o la maravilla casi desconocida que es Museo Coconut. Para mí y para mucha gente esa recua de personajes forma parte de una generación increíblemente lúcida del humor español que ha dado grandísimos momentos a la televisión, incluso a Internet posteriormente, y que merece mucho más mérito del que generalmente damos a los cómicos. Desde Vicentín a la obra de teatro existencialista de Emilio Restrepo, ahora con Planetario podemos conocer un poco más de la trayectoria de uno de esos genios del humor que empezó tocando la TROMPA en la banda del pueblo de Cuenca donde nació en 1978 y al que podemos ver en Youtube tocando la flauta dulce con variados resultados, pero siempre descacharrantes.
Acompañar a López en esta novela ha sido todo un placer y nada culpable. Si pueden tener a mano algún dispositivo para ir escuchando todo (o parte) de lo que Jota nos va transmitiendo, ya se convierte en un placer divino. Descubrir buena música mientras revivimos, quizá, nuestras propias aventuras infantiles, nuestra relación con los abuelos, los primeros amores y las películas ochenteras que tragábamos una y otra vez en esas tardes de mesa camilla y salón calentito con bocadillo de chocolate, es una experiencia extrasensorial que, para el grupo de edad que ya vamos intentando madurar, es recomendable al cien por cien. Se lo dice alguien que robó Indiana Jones y el templo maldito a una amiga y se pasó más de dos meses viéndola todos los días (aún me sé todos los diálogos. No se preocupen, compensé el hurto grabando un mix en la radio con voz de locutor).
Descubre, recuerda y siente. El libro de Julián López es perfecto en toda su magnitud para descarriadas almas ochenteras. Risa y nostalgia garantizadas.
Planetario, de Julián López se publicó en septiembre de 2021 en la editorial Suma de letras, del Grupo Penguin Random House Mondadori. Cuenta con 392 páginas en edición rústica.