La psicóloga Nuria C. Botey (Madrid, España, 1977) intenta en ‘Plata pura’ (Biblioteca 451, 2021) explorar y elaborar, a forma de simbiosis, el perfil mixto del asesino psicópata clásico, por un lado, y la tipología del “yennork” elaborada por Terry Pratchett, por otro. A este objetivo rinde la novela desde su misma base, dándole al personaje de Max Kepler (este psicópata lobuno) un protagonismo absoluto, personalmente creo que excesivamente desmedido, intentando para ello realizar un juego de equilibrios narrativos digno de reconocimiento, si bien irregularmente conseguido. De forma que en esta coctelera se mezclan, con escaso tino, la trama noir, los elementos de terror, algunos aspectos de fantasía mítica y mitológica, y una impulsiva furia de sexo sadomasoquista.
Como excusa para ello tenemos una trama criminal de envidias, venganza e ineptitud encabezada por los anticuarios Zapatos Brillantes, quién le encarga a Max el asesinato de una supuesta rival, y sobre todo por Miss Mary, la supuesta víctima que, en verdad, únicamente tiene en el anticuarismo una tapadera para ocultar otras actividades bastante más oscuras. Estos dos rivales están enzarzados en una secreta contienda que ya lleva algunas vidas cobradas, de las que Max es una pieza más (ni siquiera una pieza importante), y que empieza a dejar un rastro de muerte y violencia que ha llamado ya la atención de la policía y, en concreto, del inspector Gustavo Alonso. Él será en encargado, en principio, de averiguar qué está pasando y porqué.
El retrato de Max es lo más conseguido en «Plata pura»
La trama criminal, inicialmente interesante, se desdibuja con el paso de las páginas. Muy temprano, su aparente protagonismo es sustituido por la relación de fuerte atracción sexual que se establece entre Max y Andrej, un jovencísimo chapero al que Max conoció mientras intentaba conseguir toda la información posible sobre su objetivo antes de ir a por él. A partir de este punto, los encuentros entre ambos, caracterizados por el dolor, la violación e, incluso, podríamos decir que la tortura, pasan a tomar el control de la novela. Y es que a Max, como buen lobo que es, le es difícil acallar su instinto de cazador y depredador.
Precisamente, el retrato de Max es lo más conseguido de la novela. Se le dota a este personaje de una primera persona poderosa, que crece a medida que avanzamos en el texto y que, aunque adolece de cierta repetición inicial (llega un momento que acabamos de las metáforas caninas hasta los hocicos), sí evoluciona con credibilidad como un personaje complejo caracterizado por la falta de empatía, el exceso y la crueldad hacia los otros. La relación con Andrej funciona como la piedra de toque que (de)muestra su lado humano, pero que tampoco aporta demasiado al final más que como limitada autojustificación de este tipo de personaje.
Más interesante, y desaprovechado, es el perfil de Miss Mary. A esta misteriosa mujer de cautivadores encantos y misteriosas actividades se nos la presenta como un personaje poderoso, inteligente, cruel, pragmático… pero en muy pocas de las ocasiones dónde se le concede espacio, se aprovecha para extraer todo el potencial narrativo que ella tiene y que la novela no sabe explotar. Y decimos “no sabe” porque es lo mal llevada que está la trama criminal lo que más perjudica a Miss Mary a la hora de brillar como podría hacerlo y nunca consigue. Ni la policía, ni los supuestos “malos” tienen la inteligencia básica suficiente para deducir ciertas cosas (no spoilers) que el lector sabrá antes que ellos y que resultan, además, bastante evidentes. ¿Cómo es posible?
Como tampoco se sabe gestionar el equilibrio entre el terror clásico y la fantasía. Una vez que nos metemos en el retrato de un hombre con las características tan excepcionales que Max Kepler tiene, una vez que jugamos con cartas fantásticas casi desde el mismo comienzo… ¿Por qué el mundo debe quedarse tan acotado en su construcción evidente a la “normalidad”? De hecho, ¿cómo es posible que esto pase? Dentro de un mundo con las reglas de Mundodisco sí tiene coherencia pero… ¿y aquí?
El tratamiento del tiempo es muy mejorable
Al cerrar ‘Plata pura’ (Biblioteca 451, 2021) la sensación es de una novela interesante, con momentos de mucho mérito, pero también profundamente irregular en cuanto al tratamiento y combinación de sus muchos ingredientes narrativos, además de poseedora de no pocos problemas de coherencia. Sus personajes son escasos, esencialmente planos, muchos irrelevantes en cuanto a las distintas líneas de trama que insinúa querer tratar el texto, e inútiles en sus distintas caracterizaciones. El tratamiento del tiempo es muy mejorable. Y el final, apuradísimo respecto a las muchas incógnitas abiertas, nos deja boquiabiertos e insatisfechos.