Novela que explora las mayores obsesiones del escritor más grande de la Ciencia Ficción del siglo XX: drogas, robots y enfermedad mental.
Philip K. Dick es un grande. Sin él, el siglo XX habría sido bastante más aburrido de lo que parece, incluso ya en el XXI le debemos el haber creado una Ciencia Ficción cercana, de lo cotidiano, imbuída del espíritu de un hombre atormentado en vida que supo emparanoiarse con todo lo que le rodeaba y no sólo eso, sino transmitirlo de manera magistral a sus lectores incluso 36 años después de su muerte.
Philip K. Dick nació en Chicago en 1928 y empezó a publicar en 1952. Con “El hombre en el castillo” ganó el Premio Hugo once años después y es considerada su obra cumbre. Su adicción a las drogas psicotrópicas y su increíble imaginación lo han convertido en uno de los mejores escritores del género de la historia, con novelas tan reconocidas como “¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?”, “Tiempo de Marte” o “Ubik”, pero si hay algún género en el que haya destacado aún más, ese es el del relato corto, cuyas obras han sido extendidas posteriormente y llevadas al cine en multitud de ocasiones, valga por ejemplo “Podemos recordarlo a usted al por mayor” (Total Recall), “El informe de la minoría” (Minority Report), “La segunda variedad” (Screamers) o “La paga” (Paycheck), por poner algunos ejemplos.
“Podemos fabricarte” (1972) es una de las obras más reconocidas de Dick y considerada una de las mejores junto a “El hombre en el castillo”. La trama de la novela nos cuenta la historia de Louis Rosen, un fabricante de órganos y espinetas que trabaja conjuntamente con otros socios, como Maury Rock, para lograr llevar sus productos a lo largo y ancho de Norteamérica. Maury se pone en contacto con él para enseñarle un nuevo producto que revolucionará todo lo conocido, una copia robótica de Edwin M. Stanton, abogado americano y secretario de guerra de Abraham Lincoln durante la Guerra Civil Americana. Esta copia se perfila como perfecta y se pretende utilizar para llevar a cabo recreaciones fieles de la Guerra, puesto que la investigación que ha llevado a cabo Pris Frauzimmerman, hija de Maury, sobre sus rasgos y personalidad, hacen que el robot pase desapercibido en sociedad (salvando la personalidad de Stanton) y entre todos los socios deciden ponerse en contacto con el empresario Sam Barrows para que compre el producto y los ayude a auparse a la fama.
A simple vista parece una trama sencilla, pero no podemos olvidarnos de con quién estamos tratando. Philip K. Dick era, es y será, un maestro y en “Podemos fabricarte” nos encontramos con que lo que parecía un embrollo comercial acaba convirtiéndose en una aguda reflexión que incluye la utilización de drogas psicotrópicas, las curiosidades de la mente y la profundización en el estigma de las enfermedades mentales.
En este libro, toda la sociedad está inmersa en una profunda paranoia causada por la implementación de una ley que clasifica a casi todos los ciudadanos como enfermos mentales gracias a varios test de refranes, manchas de Rorschach, etc. Un alto porcentaje de la población estadounidense, incluido su presidente, han estado encerrados en clínicas mentales curándose de esquizofrenias mediante drogas alucinógenas. Por ello no es de extrañar que Louis Rosen inicie una relación muy tóxica con Pris Frauenzimmer, quien como buena mujer en un libro de Dick, es una persona despreciable, egoísta y ex enferma mental que ha estado encerrada durante años en la prestigiosa clínica estatal Kasanin.
Si juntamos a los “simulacros” de Stanton y uno de Lincoln que crearán más tarde, el amor tóxico típico de los mundos de Dick y un ambiente de enfermedad mental, tenemos una obra completa que sin duda resume todas las preocupaciones de Dick.
No se esperen encontrar en ella grandes cohetes, viajes a mundos fantásticos o extraños o una tecnología futurista con la que aún soñamos. No. Dick puede ser eso, pero no siempre, y eso es lo que precisamente lo hace grande. Dick consigue, a través de sus páginas (sobre todo en sus relatos breves, pero también aquí) que de repente ese tostador aburrido y medio oxidado que tienes encima de la mesa te parezca un objeto aberrante, con posibilidad de matarte e incluso tramando una conspiración mundial.
En “Podemos fabricarte” hay cohetes, hay urbanizaciones en la Luna, hay simulacros, pero Dick va más allá de eso creando un clima opresivo con una trama en la que los personajes duermen en moteles de poca monta o viajan en coche atravesando las llanuras americanas. Por eso Dick es un genio y por eso esta obra, se podría decir que intimista, representa como ninguna la mejor literatura de Dick, sin tener que recurrir a marcianitos, a cohetes supersónicos, sólo con los recursos de su alrededor, porque imaginación le sobra para freírte el cerebro con el miedo a lo cotidiano, a lo que puede pasarte ahora mismo. ¿Quién nos dice que ese paisano que está pasando por debajo del balcón no es un simulacro muy bien creado? Dick insufla la duda en los cerebros, juega con la mente y la lleva a otros mundos, a otros estados, tan sólo con la maestría de su imaginación.
“Podemos fabricarte” es una de las obras de Dick que más me ha impresionado. Totalmente recomendable, totalmente actual y sin duda, necesaria. De todo lo que he leído del autor, probablemente la que más personalidad tenga volcada en sus páginas. El futuro estaba en su mente, léanlo, descubran a Dick.
Foto de Dick:Pete Welsch from Washington, DC, USA, para Wikipedia.