Por qué matan las mujeres nos traslada con su tercer capítulo a las orillas de lo sórdido, la ironía cruel y los planes que pintan demasiado bien para ser verdad. Ya disponible en HBO España.
Para los recién llegados, les comento así, ligero y casual, que nos trae la segunda temporada de Por qué matan las mujeres. Alma, interpretada por Allison Tolman, una ama de casa cuyas únicas amigas son las petunias de su jardín, y Rita, interpretada por Lana Parrilla, una actriz retirada y diva y centro de su comunidad; nos llevarán a vivir un laberinto sembrado de mucho humor negro y giros de guion, con conexiones inesperadas y futuro incierto.
En el episodio anterior hablamos de un siniestro jardín de bombas que yace dormido a la espera de los incautos que pisen sin mirar. Nuestros personajes parece que no están por la labor de mirar con cuidado cada palmo de tierra en su camino, pues cada vez están más embarrados, frenéticos y confusos con su redescubierto yo.
Nos centramos en Alma y su conflicto interno. Los secretos que escondían su hogar no solo la han arrastrado por un camino esponiso, totalmente alejado de lo que ella misma consideraba una vida buena y modesta, sino que le están mostrando reflejos de sí mismas totalmente desconocidos, una yo añorada, pero jamás concebida, que irrumpe en su vida tomando las riendas de la situación. Allison Tolman juega con esos contrastes como quien juega con habilidad al badmington, con movimientos elegantes, silenciosos y mucha fuerza. Su interpretación nos lleva a ver a dos Alma, tan opuestas y tan conectadas, y nos lleva a preguntarnos cuál de las dos ganará al final o si ya ha pasado el punto de no retorno.
Rita tiene menos protagonismo en este capítulo, cosa que no sorprende teniendo en cuenta lo que está viviendo Alma y que los espectadores necesitamos un segundo para respirar, pero eso no quita que su presencia sea ignorada o pase al olvido. Somos testigos de la creciente guerra entre Rita y Catherine, que parecen dispuestas a todo por conseguir dominar la herencia de Carlo.
Le dan más cancha a la vida de Dee, hija de Alma y conexión desconocida, al menos de momento, entre las dos protagonistas. Pese a su carácter fuerte y sarcástico, comenzamos a apreciar las cicatrices pasadas de Dee, algunas aún dolorosas y que la han llevado a tomar sus decisiones. Aunque ahondar un poco más en su relato nos brinda un pequeño respiro ante las torbellinos que son las tramas de Alma y Rita, lentamente ha ido adquiriendo profundidad, emoción y sentimiento y promete convertirse en una de mis favoritas.
Con un nuevo episodio tan sórdido, lleno de humor prólijamenta edificado a capas, y nuevas minas en el suelo, la dramedia empieza a adquirir velocidad, aún llevándonos de la mano. Ahora, habrá que esperar a la semana que viene.