La educación en España necesita una (o dos o tres) vueltas de tuerca. Sobre esto nadie alberga duda alguna. El problema está en cómo debería ser esa vuelta y, sobre todo, para conseguir qué tipo de educación, qué tipo de escuela y qué tipo de sociedad. Aquí empiezan los problemas. Porque cada corriente pedagógica, cada grupo del sistema educativo, y dentro de un grupo hay a su vez distintos subgrupos y familias, alberga una opinión distinta sobre qué debería hacerse, cómo, cuándo y para qué. Esta atomización ha imposibilitado el tan cacareado consenso educativo y, al mismo tiempo, ha exigido imponer por decreto cada nueva reforma educativa en España desde la LOGSE hasta hoy. En 2011 estuvimos más cerca que nunca de conseguirlo, pero el cambio de gobierno frustró aquel intento, y hasta el día de hoy el consenso parece tan difícil (o más) de como lo era entonces.
En los últimos tiempos, la desesperanza ante la posibilidad del consenso político ha impulsado el discurso renovador desde las grandes transformaciones hacia las pequeñas reformas, desde las grandes estructuras institucionales hasta las pequeñas organizaciones educativas. De ahí que, cada vez más, veamos artículos y reportajes de esos centros innovadores o profesores renovadores que realizan, motu proprio, esos cambios que la política todavía sigue discutiendo sobre si introducir o no. Eso sí, escuelas y ejemplos tan distintos los unos de los otros, que raramente podrían formar parte de un consenso unitario amplio de toda la sociedad, en general, y de la comunidad educativa, en particular.
La colección Paidós-Educación recoge el guante de este espíritu atomizado de cambio. En cierto sentido, se pretende que pase algo “proporcionando un espacio para la exposición de ideas y proyectos que contribuirán a encontrar fórmulas para construir nuevas pedagogías. Pues solo dando voz a los distintos agentes educativos y confrontando ideas será posible analizar la situación actual y encontrar nuevos modelos que iluminen el futuro de la educación.” Un intento transformador de abajo hacia arriba, esperando que las ideas y propuestas muevan algo la conciencia de los actores políticos, facilitando así las imprescindibles reformas de la educación en España.
‘Reimaginando la educación: 21 claves para transformar la escuela’ (2017) es la propuesta de Xavier Aragay, director general de la Fundació Jesuïtes Educació e impulsor de un proyecto de investigación educativa encuadrado en la iniciativa de la UE Horizonte 2020, además de cabeza visible del Reimagine Education Lab. Una propuesta que, aunque expuesta de forma divertida y muy lúdica, no consigue quitarnos de encima la sensación de venir leyendo ya lo mismo que él nos cuenta, en otros muchísimos sitios y desde hace demasiado tiempo, con resultados bastante discretos. Tanto discretos, que aún se hace necesario seguir insistiendo más en lo mismo.
El principal síntoma de estar ante una propuesta ya vista, es su intento malogrado de parecer que se aparta del debate ideológico sobre la reforma educativa. Pero no lo hace.
Primero, señala que “(…) en el interior de las personas, y sobre todo en el interior de los directivos educativos, reside la principal fuerza y también la limitación más importante para realizar el cambio.” (pág. 10). Para, más adelante, preguntarnos: “¿y con los mismos recursos no podríamos organizar la escuela y la secuencia de actividades de otra forma?” (pág. 172). El camino marcado sigue lo dicho antes: desde abajo hacia arriba, lejos de la política y las decisiones institucionales. Pero al hacer así, señala a las personas como las únicas responsables del fracaso educativo y, además, de cara al futuro y a ese cambio impone un mapa de recursos limitado a aquellos recursos de los que actualmente se dispone. Como si la política no tuviese nada que decir ni nada que ver en la situación pasada y presente, e incluso en las posibilidades futuras de cambio.
Otro síntoma está en sus 21 claves que son, todas sumadas, una representación ilustrativa del camino clásico del diseño estratégico y la evaluación de las políticas públicas. Algunos de estos modelos de diseño y evaluación, incluso aquellos específicos para el sistema educativo, llevan encima de la mesa ya más de cincuenta años. Y prácticamente todos ellos incorporan, además, de una u otra forma, con una u otra denominación, la totalidad de las claves propuestas por Aragay. De forma que, como mayor aporte de originalidad, el libro incorpora constantes llamadas a la implicación de la persona lectora, insistiendo en que necesita abrir su mente a nuevas ideas y a nuevas formas de hacer las cosas, creadas por ella o extraídas de la cooperación con otras mentes inquietas. Básicamente, la exhorta a hacer las cosas de distinta manera, para conseguir así también resultados distintos a los habituales. Nada nuevo bajo el sol.
Además, como traje innovador, el libro trufa su discurso de ideas y de léxico directamente importado de las lecturas de autoayuda. Desde su enfoque, dirigido al personal educativo y, específicamente, al personal directivo de los centros, se utilizan marcos ideológicos capaces de transmitir la idea de que una persona solo con pensar un cambio ya es capaz de conseguirlo («El secreto», de Rhonda Byrne), de que necesita arriesgarse y salir de su zona de confort atreviéndose a hacer cosas nuevas («¿Te atreves a soñar?», de Matti Hemmi), o de que para estas nuevas iniciativas atrevidas e ilusionantes necesita ser una persona soñadora y creativa («El pensamiento creativo», de Edward de Bono), entre otras claves. Todos estos marcos ideológicos perfilan la “reimaginación” propuesta por Aragay, potenciada en el plano individual y expresada cooperativamente a través de la conexión, el empoderamiento y la alianza con los demás actores de la comunidad educativa. Una propuesta de cambio cultural surgida desde el plano individual y expandida a través de las relaciones sociales, el diálogo y la empatía personales.
‘Reimaginando la educación: 21 claves para transformar la escuela’ (Paidós-Educación, 2017) es una síntesis y reelaboración de ideas archiconocidas, presentadas de forma lúdica y didáctica al personal docente y directivo de los centros educativos. Con todo, de tanto didactismo acaba resultando un libro demasiado atomizado, sin una visión de conjunto clara, desconectado de la realidad cotidiana de los centros, mudo ante la situación de los distintos grupos constitutivos de la comunidad educativa, y miope ante los problemas actuales de la educación en España. De esta forma, el libro intenta proponer soluciones sin hablarnos de los problemas, una contradicción curiosa si tenemos en cuenta que un pilar esencial de su enfoque es, precisamente, la evaluación.
De buenas intenciones están llenos los panteones. Quizás por eso este tipo de propuestas, tan bienintencionadas como mal enfocadas, siguen sin echar raíces.
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