Para concluir la editorial Planeta Cómic nos trae último volumen recopilatorio de relatos, bajo el nombre de »Libro del Viento» agrupando los diez últimos relatos del dúo de detectives originarios en la época Edo. Planeta continúa con el mismo formato, trayéndonos un volumen en rústica con sobrecubierta. La portada refleja las amargas situaciones que tendrán que vivir Sabu e Ichi, ya de aspecto cansado, a lo largo de las páginas, con un estilo de pincel seco que se une con los Kanjis.
Esta vez empezamos con lo que a mi parecer no es solo el mejor relato de este cuarto volumen sino que sin duda es el mejor que haya escrito Ishinomori desde el inicio de la serie, me refiero al »El festival de los tiempos» en el Shotaro deja relucir su calidad narrativa y artística, ambas van constantemente de la mano a lo largo de la historia, que va uniendo fragmentos de un caso de fuga en el presente con la resolución del mismo caso que llevó al exilio a los fugitivos (los tres demonios lisiados), Al mismo tiempo y bajo el mismo esquema se narra de forma constante el origen de Sabu y los problemas de su niñez en su antigua aldea, que siempre ha vivido atormentada por la rica aldea de la montaña. La transición de viñetas parece un poco confusa al principio pero conforme va avanzando la historia el esquema es muy fácil de seguir y muy gratificante.
Estos dos junto con el último relato »Yoyós» son las dulces chocolatinas que nos deja Shotaro Ishinomori en su despedida.
Más relatos o menos importantes pero sí mucho más cortos son »Mucho ruido y pocas nueces’‘ un relato contado en mini capítulos de 3-5 páginas, donde volveremos a ver la aparición de la picantería en la era Edo, esta vez de mano de dos jóvenes que desaparecen para ir al tema, al mismo tiempo que quieren gastar una broma a uno de los criados de la hija del jefe del comercio. Pobres padres que se preocuparon por las travesuras de sus hijos.
Como todo en esta vida, siempre habrá algo en alguna obra que nos pueda chirriar en mi caso han sido los relatos »Muerte en la canícula», »Ojo de serpiente» y »Nekoyanagi Jinchoge’‘ que han vuelto al aburrido estilo de narración-desenlace que Ishinomori usa de forma muy reiterada durante lo largo y ancho del segundo y tercer volumen. No obstante son relatos que pueden disfrutarse si se leen con calma con un largo intervalo de tiempo entre ellos, y así no saturarse. Respecto al dibujo de estos tres relatos, seguimos con el estilo sucio de Ishinomori en el arte gráfico de los personajes, pero destacando en el dibujo de escenarios, localidades y edificios de la época.
El final de la obra es cada vez más inminente y Shotaro rectifica y vuelve a subir un poco el nivel narrativo que brillaba de poca originalidad en los tres relatos previos, y es en »Los grillos» donde se da la transición. »Los grillos» no discierne del esquema clásico al que estamos acostumbrado pero en el caso se deja a un lado y centramos verdaderamente nuestra atención del desarrollo de la vida de Sabu, quien asciende a Okapiki tras la muerte del padre de Midori.
Shotaro concluye sus obra con »Yoyos», dejando un amargo final tanto para el lector como para Sabu, quien por primera vez se da cuenta de lo corrupto que está el cuerpo de policía y cuán relacionado esta esta corrupción con la del gobierno central y las gentes de poder, dejando a las autoridades locales como bien dice título del relato, yoyos, a manos de la autoridad.
Así concluye esta larga obra que nos ha brindado la oportunidad de vivir y aprender de un Japón feudal no muy lejano para los habitantes del país del sol naciente. Shotaro Ishinomori es sin duda un maestro que ha sabido dejar un mensaje para la sociedad japonesa del hoy, siempre teniendo en cuenta el camino por el cual los japoneses han tenido que sufrir, mostrando el origen y porque de muchas de las actitudes, creencias y filosofías que hoy en día aún siguen vigentes en Japón.
Estamos ante el fin de una obra que no busca solo el entretenimiento del lector sino que contiene una gran carga didáctica a sus espaldas, por ello es una lectura que no todo el mundo sabrá apreciar por ir dirigido a un público muy concreto de aquella isla lejana del Océano Pacífico.