Robert W. Chambers, autor de El Rey Amarillo y otros relatos de terror que llegaron a influenciar en gran manera al mismísimo H.P. Lovecraft, capta verdadero romance en sus relatos de este género. E incluso, con el tiempo, su carrera literaria pasó a centrarse en la novela rosa.
¿Por qué todo este discurso sobre el amor y el terror? Porque es el tema que nos ocupa en este volumen.
El amor se convierte en obsesión en la primera mitad de La Ciudad sin Calles. Este relato en concreto, bastante extenso, me parece una obra para reseñar por si sola. Uno de los mejores trabajos del autor. Se puede dividir en varios “capítulos” internos. De haber sido más extenso, podría haber sido una obra en sí misma, editable aparte.
Al principio, Saiko comienza a notar que un chico de su escuela comienza a gustarle. Cosa extraña, siendo alguien tan corriente y con tan poca relación con ella. Mientras sus ensoñaciones comienzan a rondar a este chico, nota que alguien debe estar colándose en su cuarto y violando su intimidad.
Realmente, fuera de romances, asesinos o ciudades construyéndose de la nada, el tema a tratar aquí (de manera magistral, he de decir) es la intimidad. No diré más por no estropear tan buen relato.
Cerramos el número con una clásica historia romántica estilo japonés. El Hilo Rojo.
Según la creencia nipona, si el destino de dos personas está unido, un hilo rojo los une. Y Tomoo piensa que su exnovia y él lo estaban. Cuando Momoko corta con él, observa, preocupado, como un hilo rojo comienza a salir de su muñeca, como si alguien lo hubiese cosido allí…