La primera de ellas, El autobús de los Helados nos cuenta como un padre divorciado acaba de mudarse con su (insoportable) hijo a una urbanización, por la que todas las semanas pasa un apuesto heladero y sube a los niños a dar una vuelta. Las sospechas del padre no son suficientes para parar los esfuerzos de su hijo por subir. Y que el resto de madres confíen en él por ser tan atractivo, tampoco ayuda a ver la suya como la opinión correcta.
Si en esa primera historia podíamos sospechar sin saber a ciencia cierta sobre los intereses del supuesto desinteresado, en El Disco de Segunda Mano lo vemos de una forma mucho más directa. Nakayama solo va a casa de su “amiga” Ogawa para poder escuchar su disco, un vinilo sin título que hace sentir cosas a todo aquel que lo escuche. Entre ellas, una malsana obsesión por él, quizás causado por el misterioso origen de este.
El Puente nos cuenta, por su parte, lo egoísta que puede ser el amor. O bueno, quizás no egoísta, pero si desconsiderado. La abuela de Kanako la llama asustada. En un puente cercano a su casa se reúnen cada noche las almas de todos aquellos que murieron en el pueblo a los que se sometió a un particular rito funerario. ¿Por qué la llaman tan insistentemente cada noche? ¿Serán sus intenciones nocivas? ¿O serán una retorcida muestra de amor?
ECC vuelve a conseguir reunir una serie de relatos de gran calidad, que nos aproxima cada vez más a una verdadera biblioteca completa y aterradora del maestro del terror manga.