Nota: este documental llega a las salas de cine como evento cinematográfico. Exhibidores como Yelmo, Grup Balañà y los Cines Verdi en Barcelona, lo emitirán los días 1 y/o 2 de julio, vinculado a una programación cultural especial; consúltese sus webs o en FilmAffinity para saber en qué cines se emitirá.
Rembrandt Harmenszoon van Rijn (1606-1669) es quizá el pintor neerlandés más popular y apreciado, y eso que en los Países Bajos abundan los artistas, especialmente en el siglo XVII. En este 2019 se conmemora por aquellas latitudes el 350º aniversario de la muerte de este pintor: entre los actos que se han celebrado, destacó una exposición (abierta hasta el pasado 10 de junio), All the Rembrandts, en el Rijksmuseum de Ámsterdam. Más cerca, en el Museo del Prado de Madrid, se inauguró esta semana una exposición, Velázquez, Rembrandt, Vermeer. Miradas afines (hasta el 29 de septiembre), en el marco de los fastos por su 200º aniversario y que, en colaboración con el mencionado museo neerlandés, establece una comparativa entre las obras de estos gigantes del arte, que además fueron coetáneos (Vermeer fue el más joven de los tres).
Aprovechando esta coyuntura, y también como cierre de la Temporada de Arte en algunos cines, llega a algunas salas de cine este documental de 2014, que, con el título original. «Rembrandt from the National Gallery and Rijksmuseum», fue dirigido por Kat Mansoor, contó con la producción del ya veterano en este tipo de películas Phil Grabsky (que también participó en la escritura del guion), tuvo a Robert Lindsay como presentador/narrador y tomó como excusa argumental la exposición Rembrandt: The Late Works, presentada en la National Gallery de Londres y el Rijksmuseum de Ámsterdam en 2014 y 2015, y que, como indica su título, trata sobre las obras de los últimos años de vida de Rembrandt. Una excusa argumental que no se limita a presentar (y comentar) algunas de las obras de este último Rembrandt, sino también a construir la biografía del pintor, su aprendizaje y auge en la capital neerlandesa en las décadas de 1630 y 1640 –la época más dorada de su vida–; tras casi diez años dichosas en compañía de su esposa (y a menudo modelo) Saskia van Uylenburgh, a finales de los años cuarenta llegaría el bache económico y personal, que le acompañaría en sus últimos dos decenios, en los que el artista nacido en Leyden, a orillas del Rin (y de ahí el segundo apellido que tomó su familia: Van Rijn), no sólo produjo un puñado más de obras maestras (¿hay alguna pintura suya que prácticamente no lo sea?), sino que además se especializó en una serie de autorretratos en los que plasmó el paso del tiempo en su estado físico y (se intuye) emocional. Cabría incluir el repaso que se realiza de algunas de estas obras: por ejemplo, «Autorretrato a los 22 años» (1628), «Autorretrato con boina de terciopelo y manto forrado» (1634), «Autorretrato con dos círculos» (c. 1665-1669) y «Autorretrato a los 63 años» (1669).
En un documental de estas características, resulta inevitable tratar dos de sus obras maestras, «La lección de anatomía del doctor Nicolaes Tulp» (1632) y «La compañía militar del capitán Frans Banninck Coq y el teniente Willem van Ruytenburgh», más conocida como «La ronda de noche» (1642), y en los que la narración se recrea con un cierto detalle técnico; es más, quizá sea este el documental más “técnico” de los presentados en esta temporada, un aspecto que considero un aliciente más de esta pieza: se nos permite conocer de cerca el estilo de Rembrandt, especialmente en sus últimos años, el tipo de pinceladas, el efecto dramático de sus obras (en los rostros, en particular), la composición o el uso de la luz, una influencia de Caravaggio, cuya obra tanto admiró el pintor neerlandés. El espectador disfrutará con la descripción de algunos cuadros de la mano de curadores y especialistas en la historia del arte como como Jonathan Bikker, Erik Hinterding, Larry Keith, Delores de Sade y Richard Twose; o de especialistas en la historia de la filosofía como A.C. Grayling, que destaca las concomitancias entre Rembrandt y el filósofo cartesiano, matemático y físico francés René Descartes, sin que se pueda descartar de todo que ambos personajes pudieran conocerse e influirse mutuamente de alguna manera.
La biografía de Rembrandt se centra en gran parte del documental, y en función de la exposición que resigue, en los últimos años de Rembrandt, sus últimas obras, en especial en la década de 1660; pero también sin olvidarse de obras previas, como «Mujer bañándose en un arroyo» (1654), que evoca el tema bíblico de Susana y los viejos, y en la que el pintor –en un juego visual metanarrativo que nada tiene que envidiar al de «Las meninas» de Velázquez– sitúa a los espectadores como, preciamente, esos viejos que observan a la mujer que evoca el personaje de Susana. Destacan, en esta década final de Rembrandt, obras como «Los síndicos del gremio de pañeros» (1662), en la que los personajes del cuadro parecen ser conscientes de nuestra “presencia” (incluso uno de ellos se levanta a nuestra “llegada”) o «La conspiración de Julio (o Claudio) Civilis» (1661-1662), un cuadro de tema histórico (la revuelta bátava contra los romanos en los años 69-70 de nuestra era) que, por su composición y estilo, anticipa algunas de las pinturas negras de Francisco de Goya (un admirador confeso de Rembrandt). También tenemos obras como «La novia judía» (c.1665-1669), que despertó una cierta polémica en aquellos años entre sectores antisemitas de la sociedad amsterdamesa.
Hay dos cuadros sobre los que el documental se recrea con especial interés, relacionados con el tema de Lucrecia, la dama romana que, en el último período de la monarquía etrusca en Roma (finales del siglo VI a.C., según la tradición), fue violada por Sexto, el hijo del rey Tarquinio el Soberbio; Lucrecia se suicidó tras desvelar el crimen cometido por sexto Tarquinio a su marido, Lucio Tarquinio Colatino, pariente del rey, que junto a Lucio Junio Bruto encabezó la revuelta que expulsaría al rey y proclamaría la República romana. En 1666 Rembrandt pintó una «Lucrecia«, que ya tuvo una primera versión dos años antes. La comparación entre ambos cuadros permite observar la construcción del relato a partir de esta leyenda romana: en la pintura de 1664, Lucrecia aún no ha cometido el acto de clavarse la daga en el pecho y su rostro muestra la lucha para reunir el valor y poder hacerlo; en cambio, en la pintura de 1666, Lucrecia ya ha realizado el acto: la sangre tiñe la túnica y su mirada es de una cierta paz y resignación, y se dispone a tirar de la cuerda con la otra mano, tocando así la campana, para avisar a su marido, Tarquinio Colatino, y a su familia y contarles que Sexto Tarquinio la violó y que la afrenta condujo a su decisión de suicidarse (no sin clamar venganza por ello).
El resultado es un fascinante documental, como otros que hemos podido disfrutar a lo largo de esta temporada (remitimos a otras críticas publicadas previamente) y de la que constituye, sin error a equivocarnos, un broche de oro. Un documental que nos acerca a la vida y la obra del pintor neerlandés más universal (con permiso de Van Gogh, Vermeer o Mondrian, entre otros), y una oportunidad para disfrutar “de cerca”, en la gran pantalla, con unas obras magistrales. Háganme caso y acérquense a una sala de cine, si pueden: no les defraudará.