El mundo de los videojuegos está lleno de referentes. Tanto géneros como plataformas tienen iconos a los que los asociamos de manera inmediata. Ejemplos de ello son Sony y Uncharted, Microsoft y Forza o Mario y Nintendo. Sin embargo, hay personajes y títulos que van más allá de un grupo limitado de personas. Son estos los que la gente recuerda por la comunidad que acogen. Títulos como Fifa o Call of Duty son referentes indiscutibles en cada uno de sus géneros, no solo por jugabilidad, sino por la comunidad que los orbita. Otro de estos títulos, quizá uno de los más recientes en incorporarse a los que serán recordados por mucho tiempo, es Rocket League.
Rocket League es el ejemplo perfecto de que casi todas las ideas pueden ser buenas si se desarrollan de la manera correcta. Y es que la premisa puede parecer una broma si se formula en basto: juntar carreras de coches y fútbol. Pero bendita broma la que Psyonix nos trajo.
Ya han pasado dos años y medio desde que la desarrolladora sacara para PC y PS4 su título, y en este tiempo el juego no ha hecho más que crecer en contenido y comunidad. Sobre esta premisa tan básica como loca se fundamenta uno de los juegos más exigentes, tanto mecánica como estratégicamente, del panorama competitivo actual. Acelerar, frenar, saltar, usar turbo y el power slide. Tan solo cinco herramientas que unidas a las estrategias de equipo hacen de Rocket League la fórmula perfecta del juego al que uno nunca para de jugar.
Y es que el típico «Un turno más y me voy a la cama» de los Civilization se aplica casi idénticamente en el juego de Psyonix. Las partidas son rápidas, los controles sencillos y el flujo de juego es tan ágil como divertido. Rocket League hace que nos exijamos cada vez más jugando, que busquemos esa victoria que nos haga resarcirnos de la anterior derrota, ese gol que no conseguimos en el partido anterior o simplemente seguir con el subidón de meter un gol en el descuento que nos haga ganar el partido. Por una cosa u otra queremos seguir y eso es algo que consiguen muy pocos juegos.
Pero ya llevamos un tiempo con Rocket League en distintas plataformas. ¿Qué hace que los poseedores de una Switch quieran hacerse con él en la consola de Nintendo? La respuesta es sencilla: la portabilidad. El punto fuerte (a parte de los exclusivos) de la semiportatil. Poder echarte unos partidos allá a dónde vayas es algo que no se podía hacer hasta ahora.
Y es que hay que tener los puntos fuertes de esta versión muy en cuenta para no fijarnos en los débiles. Nintendo Switch no es una consola puntera tecnológicamente hablando y para sacar adelante las virtudes de Rocket League había que sacrificar algunas cosas. Los gráficos se ven reducidos en casi todos los aspectos en esta adaptación. En modo portátil tenemos una resolución que varía entre los 720 y los 500p para poder ofrecernos una tasa de imágenes por segundo estable. Y eso se nota bastante, sobre todo para los que vengan de otras plataformas como PS4 o PC, donde (aunque no son el top de la generación) las texturas y los detalles tanto de los coches como de los escenarios son bastante mejores que en Switch. Algo que no es indispensable para los amantes del juego, pero que hacen que el conjunto se vea empeorado. Aunque una vez puesta en el dock y viéndolo en una televisión los frames se mantengan casi siempre en las 60 imágenes por segundo, en el modo portátil se notan unos bajones que, en ocasiones, hacen injugables las partidas, o algunas jugadas de las mismas. No es algo constante, pero sí que ocurre las suficientes veces como para plantearnos si lo mejor para jugar una partida seria, para subir de rango, es mantenernos con la consola entre las manos o si deberíamos jugar en la tele.
En el resto de apartados, Rocket League para Nintendo Switch es casi idéntico a sus otras versiones. Sonoramente sabe a lo que va, y los efectos de los coches, los impactos, los efectos de gol y los turbos, que son sonidos muy característicos, se escuchan a las mil maravillas.
En el control, que al final es de lo que dependerá que sigamos jugando o no, es una gozada. Y ya no solo por la respuesta que, quitando esas bajadas de imágenes por segundo, es precisa y responde perfectamente, sino que la sensación de jugar en cualquier sitio es una maravilla. El control con los Joycon tanto en modo portátil como en modo sobremesa es cómodo, aunque no tanto como con el mando Pro de Nintendo Switch, para el que Rocket League trae compatibilidad completa.
Otro de los aspectos en el que nos tenemos que fijar es en la conectividad y el matchmaking. Esta versión trae un online cruzado con PC y Xbox One, con lo que nos podremos encontrar con contrincantes de estas dos versiones en nuestras partidas online. Para Playstation 4, por políticas de Sony, no encontramos este crossplay. Y aunque sí que podamos encontrar a otros jugadores de otras plataformas, no podremos hacer grupo con ellos. Algo que, quizás, encontremos en un futuro. Pero también podremos disfrutar del juego en modo local. Cada Joycon, por separado, nos permite controlar un vehículo distinto en modo pantalla dividida, algo que agradecerán los amantes de las quedadas con amigos.
En cuanto a opciones de juego encontramos exactamente las mismas que en el resto de versiones. De hecho, en la versión base se incluye hasta la última actualización de consolas, por lo que el contenido llega simultáneamente a Switch y al resto de plataformas. Como única novedad en contenido encontramos tres coches propios, algo a lo que ya nos tiene acostumbrados Psyonix en cada una de sus versiones. Tendremos el coche de Mario, de Luigi y de Samus, elegidos cuidadosamente como iconos para ser representados. Cada uno tiene su propio turbo, animación de gol, ruedas y personalización de color propios.
Así que si no nos importa sacrificar algo de resolución y, en ocasiones, framerate, en favor de poder disfrutar de los frenéticos partidos que nos ofrece, la versión de Nintendo Switch de Rocket League es una genial opción para hacerse con el juego. El control con los Joycon es muy cómodo para ponerse al volante sea donde sea y la conectividad con las otras plataformas hace que siempre encontremos gente con y contra la que jugar. Quizás algún que otro modo o contenido extra propio de Nintendo hubiera sido un buen guiño a la comunidad, pero en general, Rocket League se mantiene fiel a sí mismo.