Javier Negrete es uno de esos autores españoles que conviene seguir sin importar el tema de su próxima novela. Autor de calidad ya indiscutible y con evidente querencia por lo clásico, este madrileño ya cuarentón -aunque viéndole cualquiera lo diría-, puede presumir de una bien asentada posición en el panorama del fantástico español. Lo cual no quiere decir que no tenga que moverse para publicar; se nota que lo hace mucho, y bien.
Tras el imparable éxito con la serie de Tramórea, con La Espada de Fuego y El Espíritu del Mago, publicó Señores del Olimpo, novela con la que se hizo en 2006 con Premio Minotauro de Fantasía y Ciencia Ficción, y se aproximó al mundo de la grecia antigua. Precisamente en 2007, y también bajo el paraguas de Minotauro, volvió a sorprender con Alejandro Magno y las águilas de Roma, ucronía con la que se asentó definitivamente. Sin embargo, sin perder de vista el mundo fantástico, a finales de marzo publicó con Espasa-Calpe una novela histórica de principio a final, Salamina, en la que vuelve a hacer gala de sus extraordinarias dotes de narrador y a visitar su querido mundo helénico.
Javier, siempre muy ocupado, no sólo ha tenido tiempo de ayudar a la promoción de su querido amigo J.M. Pallarés con la publicación en Fantasymundo de la reseña de El tejido de la espada (Timun Mas), sino también ha accedido a concedernos esta entrevista a propósito de su última novela hasta la fecha: Salamina. Estad atentos porque próximamente sortearemos varios ejemplares de este libro en el portal en un concurso.
Fantasymundo: Tras “Señores del Olimpo” y la ucronía “Alejandro Magno y las águilas de Roma”, parece evidente que definitivamente Javier Negrete ha orientado su carrera a la novela histórica sin matices, al menos en gran parte, aunque también has anunciado que estás escribiendo la tercera parte de Tramórea, bajo el título provisional de “El sueño de los dioses”, junto con la continuación de “Salamina”: “El espartano”. Aparte de tu gusto por la cultura helénica y sus tremendas posibilidades narrativas, ¿algo más ha motivado este cambio de tercio? ¿has encontrado diferencias a la hora de trabajar con Minotauro y Espasa-Calpe?
Javier Negrete: Empezando por la última pregunta, no demasiado. Ambas editoriales tienen un gran prestigio, cada una en su campo, y en las dos hay magníficos equipos profesionales con los que trabajo muy a gusto.
En cuanto al cambio de tercio: en realidad, “Salamina” era un proyecto que tenía planeado hace ya bastante tiempo. De hecho, aunque por aquel entonces no la tenía contratada con ninguna editorial, me había puesto a trabajar en ella antes de “La Espada de Fuego”. Pero la llamada de Minotauro y el éxito de la primera parte de Tramórea me fueron llevando a otros proyectos y retrasando la composición de “Salamina” hasta ahora.
Por actualizar noticias: Efectivamente, mi próximo proyecto con Minotauro es la continuación de Tramórea. En cuanto a Espasa, tras hablar con mis editoras, retraso “El espartano”. Eso no quiere decir que abandone mi proyecto de crear una saga sobre la Grecia del siglo V antes de Cristo, pero la novela en la que estoy trabajando ahora trata sobre el mito de la Atlántida.
En resumen, siempre me ha gustado probar géneros y mezclarlos. En mi futuro habrá más fantasía, más novela histórica…, y otros géneros, seguramente.
Fantasymundo: ¿Es difícil acercarse a una cultura antigua como la helénica, con grandes matices que diferencian a cada uno de sus pueblos, un mundo que uno adora visitar, con la suficiente ecuanimidad de juicio? En algunas aproximaciones literarias, se nota que el autor no ha sabido despegarse de sus ataduras sentimentales –algunos crecimos con la Historia como afición-, y su novela se lastra por ello. No es el caso de “Salamina”, que parece una escritura honesta al cien por cien, y principalmente te apoyas en los huecos que deja la historia que nos ha llegado. Aparte de leer mucho sobre el tema y confrontar distintas visiones del mundo griego, ¿cómo has conseguido resaltar los buenos y los malos aspectos de esta cultura?
Javier Negrete: Aunque amo profundamente la cultura griega, lo bueno en mi caso es que puedo acercarme a ella sin el menor rastro de nacionalismo. Quiero decir, si fuera un estudioso griego o iraní, seguramente me habría tomado toda esta historia de una forma más visceral. Sé que puede sonar extraño hablando de hechos ocurridos hace 2.500 años, pero sólo hay que recordar las reacciones en Irán ante la película de 300, o en Grecia ante el Alejandro de Oliver Stone.
Por otra parte, no es que haya intentado hacer especial hincapié en los aspectos negativos de la cultura griega. Hay hechos que son bien sabidos y es natural que aparezcan en mi novela: los griegos estaban desunidos, relegaban a la mujer —aunque esto variaba según las ciudades—, eran esclavistas, exageradamente competitivos, etc.
Fantasymundo: Has tomado a Heródoto como principal fuente de tradición –sin renunciar a otros-, lo que no significa precisamente que sigas sus escritos a pies juntillas, especialmente en cuanto a cifras, fechas o líneas temporales se refiere. Tú mismo asumes en “Salamina” que la tradición que nos legaron los clásicos adolece de rigurosidad, lirismo o manipulaciones, en parte debido a la falta de datos que suele acompañar al desenlace de una batalla. Si encima el cronista escribe su relato años más tarde, esto se agrava especialmente. ¿Mientras escribías “Salamina” era más importante procurar que las cifras de hombres y naves o los acontecimientos casaran entre ellos aunque no tuvieran que ver con la tradición o directamente causar un mayor impacto en el lector fuese como fuese? En realidad los cronistas clásicos también se tomaron licencias…
Javier Negrete: Mientras consultaba la bibliografía sobre las Guerras Médicas trataba de hacerme mi propia composición de lugar. Por ejemplo, en cuanto a la magnitud de la expedición de Jerjes. Según Heródoto, movilizó millones de hombres, como si se tratara de Hitler invadiendo la Unión Soviética. Obviamente, hay que reducir esas cifras tan exageradas, porque son imposibles desde el punto demográfico, logístico —a ver quién daba de comer a tanta gente— e incluso geográfico —¿en qué campo de batalla cabían?—. Pero, una vez que no las aceptamos, ¿con qué nos quedamos? ¿Quinientos mil, trescientos mil, cien mil, cuarenta mil? Si uno se aparta de las fuentes escritas porque no parecen fiables, el único criterio que puede seguirse es el de lo que parece verosímil.
Creo que la cifra que doy en mi novela, algo más de 120.000 combatientes para el ejército de tierra, es creíble, y en el apéndice histórico que hay al final de “Salamina” la razono. Pero Jerjes también podría haber contado con menos efectivos, incluso sólo con la mitad. Si hubiera escrito un libro de historia habría tenido que mencionar esta posibilidad. Ahora bien, se trata de una novela, y hay que tomar decisiones. He procurado que estas decisiones fueran verosímiles y que tuvieran lógica histórica. Pero cuando me encontraba con varias opciones que me parecían igualmente razonables —por ejemplo, la fecha de la propia batalla de Salamina—, siempre me he decantado por aquéllas que funcionaban mejor narrativamente.
Fantasymundo: Confieso que “Salamina” me ha encantado e impactado como pocas novelas históricas, en gran parte por la crudeza y la sinceridad tanto de los personajes como del autor. No has tenido complejos a la hora de juzgar las reacciones de los personajes según el contexto o de usar tacos o expresiones barriobajeras, y encima has procurado adaptarlas a la tradición griega. Todo junto no sólo da sensación de realismo, sino de leer una novela en la que la historia no se cuenta, se bebe directamente. Me costaba dejar aparcada “Salamina”, no precisamente por mi gusto por lo helénico, seguramente daría igual si estuviese ambientada en Marte. ¿Cuánta documentación y cuántas reescrituras cuesta esto? ¿Tienes que renunciar a tu vida personal mientras escribes? Ya me imagino a tus alumnos tirándose bolas de papel mientras Negrete se queda mirando al vacío mientras piensa como tendrá que reaccionar Temístocles ante la siguiente escena…
Javier Negrete: Me alegra mucho que te haya costado aparcar la novela. Lo que más compensa los esfuerzos y sinsabores es saber que algunos lectores no consiguen apagar la luz de la mesilla aunque saben que al día siguiente tienen que madrugar :—)
La documentación es importante para conseguir una presentación lo más realista posible. En fantasía o en novela histórica tenemos que sacar a los lectores de su mundo para llevarlos a otros lugares y otras épocas. Eso sólo se logra creando escenarios convincentes, sensoriales, en tres dimensiones, de tal manera que el lector suspenda realmente su incredulidad.
Luego están los trucos del oficio. Sobre todo, crear personajes con los que los lectores se identifiquen, o que al menos, si son muy distintos, les importen. Y también colocar ganchos entre escenas, de modo que se relacionen entre sí los hechos de la trama: la ficción no puede ser como la vida real, donde el azar y el absurdo juegan un papel tan importante. En una novela, todo ha de tener un significado. Y si de paso esos ganchos evitan que el lector cierre la novela y al día siguiente se olvide de ella, mejor que mejor…
En cuanto a mi vida personal, es cierto que escribir es una tarea solitaria y a menudo sacrificada. Por eso mi sección de “Agradecimientos” es más bien de disculpas para toda la gente a la tengo abandonada cada vez que me enfrasco en una novela. Eso sí, mis alumnos son buena gente y no se tiran bolitas de papel :—) En cuanto a que no se hayan copiado en algún que otro examen… No pondría la mano en el fuego por eso.
Fantasymundo: Hablando de Temístocles… parece un hombre atípico, que no casa en el contexto de la Atenas que se dibuja en “Salamina”: no es especialmente arrogante, conoce los entresijos del poder, huye de la ostentación –aunque sea por interés-, tiene una mente inquisitiva y mordaz, casi siempre acierta en sus juicios y sobre todo, tiene valor. Su búsqueda de la grandeza propia y de su modelo de estado parecen sus principales anhelos –en este orden-. Uno podría decir que es el héroe de la novela, prácticamente indestructible, excepto cuando hablamos de Apolonia y de sus hijas en común, pero al mismo tiempo, tiene la suficiente humildad como para no ser un megalómano, como Jerjes, y ver la realidad más allá de la arrogancia. Parece un ser de otro planeta… y sin embargo, reconocemos en él a las primeras trazas del demagogo, consustancial a la democracia ateniense y contemporánea. ¿Temístocles encajaría mejor en la actualidad o en su Atenas? ¿Qué hay del Temístocles de Plutarco en Salamina?
Javier Negrete: La visión que Plutarco tiene sobre Temístocles es ambigua. Por un lado, admira su inteligencia y su clarividencia, sus mayores virtudes según los historiadores antiguos. (En este aspecto, quien hace el mayor elogio de él es el gran Tucídides.) Por otro lado, Plutarco simpatiza más con los aristócratas, y eso se nota mucho cuando habla de Arístides, el gran rival de Temístocles. De ahí que incluya en su biografía anécdotas negativas que nos muestran a un Temístocles más bien corrupto y pesetero. Es imposible saber con certeza si era así, o si la tendencia a aceptar sobornos que le atribuyen Plutarco y el propio Heródoto es una calumnia maquinada por sus enemigos políticos. En cualquier caso, aunque el Temístocles de mi novela no es ningún santo, esta codicia no cuadraba con el personaje que yo quería crear, de modo que prescindí de ella.
Fantasymundo: En “Salamina” el episodio de las Termópilas, magnificado por la cultura occidental, apenas ocupa unas páginas, y el tono de la narración está muy alejado de la épica tradicional. En mi opinión, es un acierto, ya que aparte de cuadrar más con lo que pudo haber ocurrido allí, de esta forma la novela parece huír como alma que lleva el diablo de la moda originada por la película “300”, dirigida por Zach Snyder. ¿He acertado o sólo estoy diciendo disparates?
Javier Negrete: Aunque 300 me parece una película muy entretenida, jamás se me ocurriría ponerla en clase como ilustración del mundo griego. Una cosa es tomarse ciertas licencias y otra cosa es alucinar en colores. De hecho, en mi novela hay una pequeña burla de 300, en una escena que transcurre en la tienda real de Jerjes y que creo que muchos lectores reconocerán.
Por otra parte, las Termópilas han sido narradas ya muchas veces. Entre otros, por Steven Pressfield en su magnífica novela Las puertas de fuego. Yo quería contar esa batalla de otra manera, y por eso se me ocurrió que los lectores la vieran desde el punto de vista del otro bando, el persa. Y, por otra parte, en mi versión he tratado de responder a ciertas preguntas: ¿Por qué los persas se detuvieron unos días en las Termópilas antes de lanzar el ataque? ¿Por qué había tan pocos hombres defendiendo una posición que era sólida, pero no inexpugnable?
Fantasymundo: El conflicto entre el modelo consolidado de gobierno tiránico y el basado en la incipiente y débil democracia ateniense está muy presente en “Salamina”, tanto en los choques entre los persas y los griegos como en las propias diferencias entre atenienses y espartanos. Esto le da un valor añadido a la novela, y es un placer asistir al nacimiento de la “democratización” de Atenas. Las palabras de Clístenes ponen la carne de gallina a los tripulantes de las naves griegas, cuando Temístocles las pronuncia: “Si Atenas quiere ser grande de verdad, necesita a todos sus ciudadanos por humildes que sean. La pobreza no debe impedir a nadie que luche por el bien de la ciudad. ¡Nos hacen falta todas las manos!”. Esta es la grandeza de la democracia, al mismo tiempo usada por los demagogos para pervertirla. Estamos de acuerdo en que Temístocles es un visionario, supongo, pero… ¿está más cercano a la sinceridad interesada o a la manipulación vil?
Javier Negrete: Reconozco que lo de la pobreza no es mío. Está sacado del discurso que pronunció Pericles para honrar a los caídos de Atenas en el primer año de la Guerra del Peloponeso. Ese discurso, tal como lo plasmó Tucídides en el libro II de su obra, es en realidad un incomparable elogio a la democracia ateniense.
Considero que Pericles era, en buena medida, heredero de Temístocles. Un hombre inteligente, sereno, con amplitud de miras. Partidario de la llamada democracia radical, pero no un demagogo como los que tras su muerte acelerarían la derrota de Atenas contra Esparta.
En ese sentido, creo que ambos, Temístocles y Pericles, eran a la vez sinceros, puesto que creían estar actuando por el bien de su ciudad, y también manipuladores, como buenos políticos. De alguna manera, eran como el Salvor Hardin de Fundación: “Que tu sentido de la moral no te impida hacer lo que realmente está bien.”
Fantasymundo: Gracias a Artemisia y a Sicino (Mitranes), y sobre todo a la visita casi suicida de Temístocles a Persia, conocemos un poco más de la vida en las satrapías de Jerjes. En “Salamina” huyes del mito de la “horda salvaje” como explicación de la victoria griega: los persas de la Spada no eran ni cobardes ni estaban desorganizados. ¿Cómo se ha consolidado este mito a lo largo de la historia? Confieso que echo de menos algo más de información sobre Persia; en la continuación de “Salamina” tendremos más?
Javier Negrete: Como comento en mi apéndice, por desgracia se sabe poco del Imperio Persa. Los manuales que tengo, incluyendo un tocho de más de mil páginas del francés Pierre Briant, tienen que basarse en los historiadores griegos más de lo que sus propios autores querrían.
En cuanto a ese mito de una horda desorganizada, que la mayoría de los historiadores desechan, tal vez la culpa sea de los propios griegos. Por un lado, para acrecentar el mérito de su victoria exageraron de forma increíble el número de tropas de Jerjes. De hecho, seguirían haciéndolo más tarde, al narrar las campañas de Alejandro. Y claro, cualquiera que lea que los persas perdían batallas pese a su abrumadora superioridad numérica tiene que pensar: “Es que no eran un ejército. ¡Eran una banda!”
Por otra parte, para resaltar las que ellos consideraban sus virtudes —libertad, disciplina, frugalidad, vida sencilla, valor—, los griegos tendían a representar a los persas como una horda decadente que sólo luchaba espoleada por el látigo de su déspota. Por supuesto, habría que saber qué opinión tenían los persas de los griegos. Desgraciadamente, no la dejaron por escrito.
Fantasymundo: Confieso que Jerjes me ha decepcionado en un sentido. Tras su primera aventura con Artemisia, esperaba a un personaje menos megalómano y más cercano a la realidad del combate. Su orgullo sofoca a su inteligencia más tarde en Salamina, y sin embargo, en Maratón me dio otra impresión. ¿El trono de Persia transforma a Jerjes?
Javier Negrete: Es posible que tenga un toque de megalomanía, pero no ha sido mi intención retratarlo así. Cuando asume el trono persa ya no es sólo Jerjes el hombre, sino Jerjes el Rey de Reyes, el Aqueménida, y etc. Él representa toda la grandeza del imperio, y debe actuar en todo momento para no menoscabarla. La astucia y el engaño pueden ser virtudes para Temístocles, pero para Jerjes son bajezas que no puede permitirse. El personaje al que he intentado retratar es el mismo que aparece en los relieves persas, sentado en su trono siempre en actitud hierática. Un esclavo, en realidad, de su propia imagen de grandeza.
Fantasymundo: Si algo se puede decir de Negrete es que, aparte de escribir como un poseso, de documentarse ampliamente –sólo hace falta repasar la bibliografía final- y de conocer su arte, es que tiene tiempo y ganas de publicitar sus obras con vídeos explicativos y de escribir en su propia página web (La Espada de Fuego), aparte claro está, de trabajar como profesor en Plasencia. Confiesa, tienes a un “negro” secuestrado en tu casa –o a dos-, tu familia no te ve el pelo, no duermes nunca o todo eso junto?
Javier Negrete: ¡Ja, ja! No es para tanto, hombre. Cuando ya estoy concentrado en una novela prácticamente no hago otra cosa, y en ocasiones he pedido permisos no remunerados para poder terminar una novela. Por otra parte, cuando ya has decidido lo que quieres contar y tienes claros los personajes y la estructura, se puede escribir con cierta rapidez. Eso sí, la vida social se resiente bastante.
Fantasymundo: Entre los agradecimientos finales, aparte de José Miguel Pallarés (que estrena en Timun mas la novela “El tejido de la espada”), Juanma Aguilera, Rafael Marín y David Mateo (que mantiene una columna de opinión en Fantasymundo), figura León Arsenal, con quien ya colaboraste en el pasado, y que según afirmas te ha facilitado muchos conocimientos sobre marinería. ¿Cómo te ayudó éste en el dibujo de la batalla de Salamina, teniendo en cuenta que la tradición que nos ha llegado resulta muy confusa?
Javier Negrete: Hombre, con León no es que haya colaborado exactamente. Se trata más bien de conversaciones de taberna, porque somos muy amigos y nos vemos siempre que voy a Madrid. León no sólo ha sido marino, sino que además tiene una gran imaginación y es capaz de inventarse una historia nueva antes de que la espuma de mi cerveza tenga tiempo de bajar.
En cuanto a la batalla de Salamina en sí, le di muchas vueltas al asunto, y tuve que dibujarla en mi pizarra para empezar a verla medio clara. Se me ocurrió que tal vez los persas pretendían algo que muchos años más tarde conseguiría el almirante espartano Lisandro en la batalla de Egospótamos: sorprender a la flota ateniense con sus dotaciones en tierra. Eso explicaría que, guiados por una información falsa, se internaran en un estrecho, un escenario que, a priori, no les favorecía.
Fantasymundo: ¿Qué te parece el mundo de internet? ¿Es útil para documentarse o es más sencillo utilizar bibliotecas o publicaciones físicas? ¿Funciona a nivel de promoción? Últimamente algunos escritores se deciden por el blog personal y por colaboraciones directas con algunas páginas como Sedice o Fantasymundo, por poner dos ejemplos. ¿Es el camino para la la autopromoción? He de confesar que tanto con “Alejandro Magno y las Águilas de Roma” como con “Salamina”, los vídeos promocionales fueron determinantes para seducirme como lector.
Javier Negrete: Internet es muy útil para documentarse, siempre que uno ande con cuidado. Por ejemplo, la Wikipedia: contrastando con otras fuentes, viene muy bien, y además ofrece muchos enlaces con otras páginas.
También hay bibliotecas virtuales como Questia que, por un precio razonable, permiten consultar un fondo bibliográfico bastante amplio. Pero en realidad las páginas que más he utilizado son Amazon, Alibris y Abebooks. Vamos, que me he dejado un dineral comprando libros nuevos y de segunda mano.
En cuanto a la promoción, es evidente que la importancia de Internet es cada vez mayor. Pero Internet es tan grande que la información acaba perdiéndose en ella. La clave está en aparecer en páginas como las que mencionas, que tengan muchos visitantes. Así que gracias por esta entrevista :—)
Fantasymundo: Por último, en el foro de Fantasymundo escriben varios autores jóvenes que piden al resto de visitantes de la página opinión sobre sus libros o relatos (algunos de ellos a través de la autoedición con sistemas como Lulu). Tú mismo comenzaste en la escritura muy joven… aparte de paciencia, leer mucho de distintos autores y acumular bagaje, ¿qué les aconsejaría Javier Negrete?
Javier Negrete: Como tú mismo has dado las claves principales, voy a añadir otra: Autocrítica. Empezar a publicar es muy difícil, y cuando uno cosecha un rechazo tras otro y se desanima, la tendencia es echar la culpa a los demás, los editores, los críticos, el lobby de los autores consagrados, etc., que parecen conspirar contra nosotros.
Sin duda, cuando un autor edita con asiduidad —y vende, que esto es importante—, puede permitirse el lujo de publicar ciertas cosas que a un novel no se las pasaríamos por alto. Pero pensar “Fulanito acaba de sacar una novela que es mucho peor que la mía” no sirve de mucho, como no sea para amargarse la vida. Lo que cada aspirante a escritor debe hacer es centrarse en su propia obra y hacerlo lo mejor posible.
También viene bien leer manuales sobre escritura creativa, asistir a talleres si es posible, y tener buenos lectores que no nos doren la píldora demasiado ni nos digan: “Chaval, Tolkien a tu lado era un principiante”. Eso sí, que tampoco nos aplasten, que la moral del escritor es quebradiza…
Recuerdo que cuando escribí la primera versión de La Espada de Fuego perdí mucho tiempo y muchas energías intentando publicarla. Por fin me olvidé de ella, me decidí a escribir otra cosa, La luna quieta, y conseguí que saliera a la luz. Recomiendo a quienes empiezan que no se obsesionen con publicar la primera obra que consideren “publicable”. Sí, hay que insistir para entrar en el mundo editorial, escribir cartas, llamar por teléfono… Pero, sobre todo, hay que escribir y aprender y mejorar en el proceso. Al final, la calidad se acaba reconociendo.