Últimamente vemos cómo sagas emblemáticas prueban suerte en el género del musou, lo que vienen a ser multitudinarios combates de uno o pocos personajes contra todo un ejército de adversarios en campo abierto. The Legend of Zelda tiene su Hyrule Warriors, Dragon Quest su Dragon Quest Heroes e incluso los piratas de One Piece han cambiado sus peleas uno contra uno por batallas de cientos. Pero el que fue siempre la referencia del género es Dinasty Warriors, o Samurai Warriors si nos centramos en sus videojuegos centrados en el Japón antiguo. Con Samurai Warriors 4 Empires la franquicia le da una vuelta de tuerca a las bases clásicas, incluyendo un componente estratégico y de gestión de recursos, incluso de alianzas políticas, que enriquecen el machacabotones de siempre.
Koei Tecmo reutiliza la base que ya vimos en Samurai Warriors 4 y le añade unas opciones de personalización y de gestión que acercan a este Empires a un juego de estrategia, salvando las distancias. Lo malo es precisamente eso, que la base nuclear del juego es la misma que ya vimos en Samurai Warriors 4 y Samurai Warriors 4-II hace ya un par de años, por lo que su adquisición sólo estaría justificada para los fanáticos de la saga, de ya haber jugado los anteriores. El tener función cross-save con las tres consolas de Sony es un punto a favor, pero la evidente contra es que los gráficos se han quedado estancados entre generaciones, no llegando a lucir del todo bien. Pero vayamos por partes y veamos lo que ofrece en cada modo de juego.
Conquest es el modo campaña, con su historia particular narrada a través de algunas escenas con el mismo motor del juego. La acción nos traslada de nuevo a la época Sengoku, cuando Japón se vio sacudido por la guerra civil entre varios clanes que buscaban la conquista de territorios. Está dividida en seis campañas en las que encarnamos a los generales de cada clan y nos hacemos cargo de su política de expansión y de sus combates. Como daimyo o señor de la guerra elegiremos a los que serán nuestros generales, más de 50 por defecto y todos con sus propios ataques y características, y los dispondremos a lo largo del campo de batalla esquemático que se nos presentará antes de entrar a repartir espadazos. Elegir las tácticas de nuestro ejército será fundamental (se van desbloqueando más a medida que vamos jugando) a la hora de ir tomando las bases enemigas e ir avanzando asentamiento a asentamiento. Cuando tomamos uno de ellos, podemos decidir qué hacer con sus generales, si unirlos a nuestro ejército, liberarlos o ejecutarlos. Opciones como esta son la que sustentan el peso estratégico del título, porque cada general tendrá afinidad con otros, verá en otro comandante su némesis o incluso lo considerará su compañero de armas. Tener todo esto en cuenta es lo que nos permitirá alternar entre los oficiales en el campo de batalla y poder reaccionar a tiempo a contraofensivas de los clanes rivales, por ejemplo.
En nuestra base, un castillo que podremos ir personalizando a medida que vayamos desbloqueando mobiliario ganando combates, nos ocuparemos de la gestión de nuestros recursos asignando magistrados, que serán nuestros oficiales que más destaquen en un área. Por ejemplo, un oficial que sea especialmente bueno en batalla puede ser más valioso como magistrado encargado de estrategia militar que otro que destaque en relaciones comerciales.
Una vez hemos decidido desde la mesa de operaciones cómo vamos a encarar la expansión de nuestro clan, llega la hora de las tortas. Aunque cada oficial tiene su particular manera de combatir, puede reducirse a que tenemos dos botones para atacar y hacer combos junto con los botones de dirección, un botón para bloquear y otro para utilizar la habilidad especial de turno. Nos enfrentaremos a una cantidad ingente de soldados enemigos, siendo lo habitual terminar cada refriega con alrededor de 700 bajas en nuestro haber. Dichos enemigos son bastante clónicos entre sí y prácticamente se dedican a hacer bulto. Los que nos pondrán las cosas difíciles serán los jefes y los cambios de estrategia del ejército enemigo, que aprovechará cualquier hueco que hayamos dejado en nuestras defensas a lo largo de la disposición del mapeado para atacar. Eso o los eventos aleatorios, que incluyen terremotos y vendavales, y pueden jugar tanto a nuestro favor como en nuestra contra.
Sea como sea, nuestro objetivo será el de unificar todos los territorios de Japón bajo un sólo clan a lo largo de los 150 años que duró la guerra. Y tantos años dan para mucho, inclusive crear nuestra propia genealogía e ir sustituyendo así a nuestros oficiales. Cortando líneas de suministros y estableciendo nuestras propias rutas de comercio iremos ganando palmo a palmo el territorio de los clanes rivales. El juego sigue de manera bastante fiel, dentro de lo que cabe, los sucesos históricos, pero se toma obviamente muchas licencias a la hora de relacionar a los comandantes mediante escenas.
Si el modo Conquest nos ha parecido poco, y eso que da para sus buenas decenas de horas, tenemos el modo Genesis. Y esta es la principal novedad y la guinda del juego, porque prácticamente nos permite hacer lo que nosotros queramos. Podemos crear nuestra propia experiencia de juego, eligiendo o creando, aquí la clave, nuestros propios clanes y si decidimos empezar con uno o con varios. Prácticamente cualquier parámetro se puede modificar a nuestro antojo, convirtiéndose nuestra base en toda una sede de estrategia, pues ahora decidiremos hasta el más mínimo detalle de nuestra campaña. Las relaciones políticas, los lazos, las tácticas, incluso las bodas entre nuestros oficiales. Sin olvidar la gestión de todos los recursos de una manera más libre, rozando casi la simulación. Empires saca pecho aquí, convirtiéndose prácticamente en un juego infinito, tan duradero como nuestra dedicación e imaginación lo deseen: estableceremos pactos comerciales, políticos, militares… lo que se nos ocurra, es como si el juego se abriera ante nosotros.
A ello contribuye el editor de personajes, una verdadera obra de ingeniería en la que podemos decidir cada más mínimo detalle de los oficiales que vamos a crear, no dejándolo sólo en el aspecto físico. Podemos coger las características de los ya creados o innovar completamente y crear a nuestros soldados desde cero, para luego mandarlos a jugar a las conquistas en los demás modos. Realmente inmersivo. Además podemos traernos a nuestros personajes de los juegos anteriores, si los tenemos.
Completa la oferta de modos de juego, aunque éste no sea tal, una galería que nos hace de puerta a toda la música del juego, con ilustraciones y explicaciones históricas sobre los oficiales de la campaña, que complacerán a los fans de este periodo japonés, porque están cuidadas al detalle.
A todo esto hay que sumarle la nunca desdeñable posibilidad de jugarlo con otra persona, ya sea en local o mediante internet. Si bien es un juego que por su propio estilo es difícil de imaginar a dobles, las batallas en cooperativo local se pueden llegar a hacer más amenas.
En cuanto a su apartado técnico y artístico, ya se ha mencionado que el juego está a caballo entre generaciones, incluso adaptado a la portátil de Sony, por lo que no esperéis ningún prodigio para la vista. Sí va todo lo suficientemente fluido como para no ralentizarse entre centenares de enemigos al mismo tiempo, pero los efectos dejan bastante que desear y los escenarios pecan de vacíos y poco trabajados, no así las animaciones de los personajes principales (los enemigos ya es otro cantar). Todavía estamos esperando a que la saga se libere de las cadenas de la anterior generación y dé finalmente el salto a la actual, porque esta afirmación no dista mucho de ser verdad: parece un juego de PS3. Otra cosa es la ambientación nipona, que está cuidada al detalle y se nota que le han puesto mimo.
En el apartado sonoro todo es bastante más subjetivo. La música en general cumple bastante bien, con temas que ayudan a resaltar lo épico en las batallas y toques orientales por todos lados. Los efectos de sonido están también a muy buen nivel considerados como conjunto. Lo que quizá no guste a todo el mundo es que las voces vienen única y exclusivamente en japonés. Y al margen de valorar lo bien o mal elegidas que estén (pasión y matices no les falta), habrá a quien le eche para atrás poder escucharlas solamente así.
Otra grandísima pega del juego es que no viene traducido. Y no sería problema si nos limitáramos a jugar a lo que es el musou en sí, pues las indicaciones y diálogos mínimos durante las batallas se entienden perfectamente, pero es que Empires se diferencia de los demás de su género precisamente por su componente estratégico y político. Y hay cantidad de textos, tratados, pactos comerciales, relaciones entre clanes… que sin tener demasiada idea de inglés no se entienden, por lo complejo y específico del lenguaje en algunos términos. El juego está pensado para que nos tiremos horas y horas gestionando nuestro clan, y eso implica leer muchísimo.
Como conclusión, Samurai Warriors 4 Empires es un juego continuista con la saga y que cumple sobradamente como exponente del género de los musou. Y si además nos queremos adentrar en todo el sistema de recursos y relaciones que ofrece, nos puede tener pegados al mando durante decenas de horas, todas las que queramos dedicarle creando nuestras propias campañas y personajes. Pero tiene demasiados aspectos negativos en su contra: los gráficos, el idioma y su, a priori, demasiada complejidad para comprender y aprender a usar bien todos los recursos que nos ofrece. Si eres del tipo paciente, te gusta el género, dominas el inglés y te apetece crear tus propias campañas al detalle, es tu juego. Pero si no, al menos deberías cerciorarte bien de su funcionamiento antes de echarle el guante.