Estamos quizá ante el arco argumental más intimista de la obra gráfica guionizada por Neil Gaiman, y al tiempo el único que hasta el momento me ha dejado un sabor de boca a capítulo recopilatorio. Acostumbrado a la excelencia en “Sandman”, este tomo reeditado por ECC sabe a poco. Hay que decir, sin embargo, que el mismo Sueño, tan ocupado en el pasado en luchas de poder, venganzas o en su propio deleite, se ve ahora a sí mismo en medio de una depresión provocada por una ruptura sentimental, y su concurso en esta historia es testimonial, aunque su presencia sea constante: la auténtica protagonista en esta ocasión es su hermana Delirio.
Ambos Eternos parten a la búsqueda de su hermano Destrucción, quien dejó su cargo por hartazgo hace más de trescientos años. Aunque su desaparición apenas provoca cierta inquietud temporal en el resto de sus hermanos, Delirio siente que Destrucción advirtió el desapego del resto de los Eternos, y que es el momento de buscarle y convencerle de que vuelva. Delirio normalmente es incapaz de tomarse las cosas con cierto sosiego o de planificar sus movimientos, y en su obsesión, intentará convencer a Deseo y Desesperación, pero al encontrarse con su clara negativa, acudirá a Sueño. Éste –que conoce bien a su hermana y sus esquemas psicológicos-, no se ve inclinado a complacerla al principio, pero termina comprendiendo que, si bien el viaje será inútil, al menos mientras dure quizá olvide el dolor provocado por su última ruptura sentimental.
Así pues, Delirio y Sueño inician un viaje por el mundo de los mortales, cada uno de ellos con un propósito bien distinto. Su búsqueda les lleva a intentar contactar con ciertos seres que albergan en su interior poderes especiales, y que podrían tener pistas del paradero de Destrucción; pero al poco tiempo se enteran de que su viaje está provocando la muerte de estos seres, que llevaban camuflados entre los mortales tanto tiempo, incólumes.
Sueño, consciente del daño que pueden causar, se muestra contrario a proseguir la búsqueda, pero finalmente se conmueve ante las súplicas de Delirio, que ama a su Destrucción, pero al tiempo echa de menos aquello que era antes de que su hermano desaparecido la tocase: Deleite, una hermosa, poderosa y vivaz muchacha con todo por descubrir y amar, sin rastro de las neurosis que ahora pueblan su mente perturbada. Ambos visitarán a Destino, quien les confirmará que la única forma de hallar a su hermano pasa por conseguir un peculiar oráculo: la cabeza de Orfeo, el hijo de Sueño.
Como decía al principio, el sabor a tomo recopilatorio impregna la mayor parte de la trama del volumen, aunque ciertos pasajes de la historia son básicos para comprender a los Eternos, el mundo que rigen en la sombra y el verdadero lugar del espacio mortal y onírico en el universo. Los mimbres básicos que han hecho de “Sandman” una serie imprescindible están aquí, sólo que la mayoría tan sólo se hacen patentes en toda su dimensión en estos pasajes a los que aludo. Sin embargo, esta séptima entrega dista mucho de ser banal.
Esta historia remarca sobre todo que los Eternos, en realidad, aunque lleven tal nombre, son seres mutables, y el tiempo deja en ellos huellas, dolores y trae en ocasiones vientos de cambio, como el oleaje que con paciencia pero sin pausa moldea a una costa abrupta. Y estas heridas pueden ser a veces definitivas, y trocar su temperamento y ambiciones. Este tomo es quizá donde más patente podemos apreciar sus rasgos humanos, su relativa fragilidad, y la razón por la que nos tutelan, cada uno con su misión.
En esta ocasión, el dibujo corre a cargo de Jill Thompson en solitario (algo inédito en “Sandman”), lo que facilita la unicidad gráfica de la historia –con alguna digresión, algo habitual en la serie. La veterana escritora y dibujante estadounidense, acostumbrada a trabajar en cine y televisión, despliega un estilo muy detallista y expresivo, tanto en personajes como en decorados, un punto a su favor que alcanza cotas de excelencia en las inumerables poses de Delirio, que describen a la perfección el cambiante y casi esquizofrénico estado anímico del que suele hacer gala. Sin duda, el aspecto gráfico es el gran punto diferenciador en este tomo con respecto a sus hermanos, más variables y en ocasiones hasta minimalistas… Thompson se mueve como pez en el agua en todo tipo de registros, y es capaz de plasmar perfectamente los matices del guión de Neil, algo muy complicado de conseguir. De hecho, él mismo pidió a Jill expresamente…
“Sandman” es único… si habéis llegado a esta reseña de forma accidental y todavía no habéis comenzado esta serie esencial del noveno arte, ya tardáis en hacerlo. Las nuevas ediciones de ECC están aquí para que disfrutéis.
Podéis leer la reseña del tomo anterior en «Sandman 6: Fábulas y Reflejos«, y la del siguiente en «Sandman 8: El fin de los mundos«.