Algunos llaman a nuestro camino en la vida “destino”, como uno de los Eternos de esta obra guionizada por Neil Gaiman, “Sandman”. Y creen que esa senda está marcada de antemano, niegan el libre albedrío y rechazan toda responsabilidad en aquello que les sucede. Pero Sueño conoce bien a Destino, y aunque no sea omnisciente, sabe a dónde van a parar algunos hilos vitales.
El presente volumen, el noveno de la serie, titulado “Sandman 9: Las Benévolas”, arranca con el rapto de Daniel, el hijo pequeño de Lyta Hall, y su desesperada búsqueda. Por el camino, conoce a las Furias (trasuntas de las Erinias griegas, personificación de la venganza, también presentes como “Furias” en la mitología romana), quienes se ofrecen a ayudarla a vengarse.
Lyta cree que su hijo está muerto, y que el responsable del infanticidio no es otro que Sueño, debido a la amenaza que el Eterno le espetó en el pasado sobre su hijo. Las Furias –nombre que les enoja, por lo que prefieren autodenominarse las Benévolas- se ofrecen a vengar el supuesto crimen, ya que, aunque son conscientes de que no ha matado a Daniel, sí acabó hace tiempo con la vida de su propio hijo, Orfeo. Y las reglas de su mundo permiten la venganza bajo esta condición.
Sin duda este es uno de los volúmenes más densos de la serie, algo que puede comprenderse por la necesidad que tiene el guionista de cerrar las tramas abiertas en los anteriores tomos y no dejar cabos sueltos. A pesar de esa densidad, el volumen se disfruta enormemente, ya que toda las las subtramas están interrelacionadas y forman parte de una historia única.
Gracias al grosor del volumen, casi todo termina a plena satisfacción del lector, pero Gaiman, como escritor inteligente que es, deja siempre cosas en tinieblas, pequeños misterios que actúan como aderezo de una historia ya de por sí atrayente y magnífica. El último volumen –que sigue a éste y del que ya hablaremos-, titulado “El velatorio” actúa como epílogo y despedida de un mundo que nos atrapa desde el principio hasta el final, con una poderosa catarsis emocional… pero el auténtico final de trama sucede aquí, en “Las Benévolas”.
El tomo está repleto de fatalismo y melancolía, de una sensación oscura penetrante y plomiza que emana del mismo Sueño y se filtra por todas las rendijas de sus dominios. Las Furias le acosan, y el pasado vuelve de nuevo para acosarle. En realidad, Morfeo no ha olvidado ni mucho menos la muerte de su hijo y cómo aconteció, y aunque ya empezó a pagar por ello sabe que aún no ha podido expurgar ese pecado, todavía carcome su ya cansada mente. ¿Querrá pagar el precio del perdón?
Aparecen en estas páginas algunos de los personajes más queridos por los lectores –por distintas razones- que ponen punto y final a su participación en la trama y de paso se despiden del lector. Rose Walker, Lucifer, el Corintio, Campo del violín, Zelda, Loki… Algunos adioses son amargos, otros agridulces, y unos pocos son justo lo que podríamos esperar. El dramatismo y cierta epicidad son otros de los pilares básicos de esta historia de cierre, que varían en intensidad en cada subtrama, según los personajes que toman parte en ella.
En el plano gráfico, me ha gustado Marc Hempel, el dibujante con más presencia en “Las Benévolas”, por su trazo claro y las sensaciones que transmite esa mezcla con los tintes y fondos ominosos, aunque en ocasiones ambos aspectos no terminen de cuajar. El aspecto visual está rematado por Charles Vess, Glyn Dillon, Kevin Nowlan, Richard Case y Teddy Kristiansen, y en general consiguen transmitir y refozar las sensaciones que el guión de Neil Gaiman deja entrever. Como siempre, “Sandman” huye de la uniformidad gráfica en toda la saga –y en cada volumen- y este tomo no iba a ser una excepción.
Puedes leer la reseña del tomo anterior en «Sandman 8: El fin de los mundos«, y del último en «Sandman 10: El velatorio«.