Más de treinta años después, el final de la URSS y su comparación con el ánimo imperialista ruso revivido, siguen dominando los debates sobre el análisis del escenario geopolítico mundial. Una vez descompuesta la URSS, con un sistema semiparlamentario instalado en la Federación Rusa y con los comunistas prácticamente sumidos en la irrelevancia, la más reciente guerra ruso-ucraniana ha puesto el foco de nuevo en los cambios sufridos por el país y su esfera de influencia desde 1985, fecha del ascenso al poder de Mijaíl Gorbachov, hasta el día de hoy, con Vladímir Putin al mando de su presidencia.
En marzo de 1985, el Comité central del PCUS elegía al nuevo Gensek, el abogado y político Mijaíl Gorvachov, como secretario general de la Unión Soviética. Tan solo seis años después, el imperio más vasto que hubiera conocido el ser humano se derrumbó de forma relativamente pacífica, como consecuencia de un progresivo debilitamiento de factores internos y externos. Es precisamente ese breve lapso de tiempo el que analiza en “Seis años que cambiaron el mundo” (Ariel) la historiadora francesa Hélène Carrère d’Encausse (1929 –2023), Gran Cruz de la Legión de Honor y miembro de la Académie Française desde 1991 y su Secretaria Perpetua desde 1999 hasta 2023, cuando murió.
En “Seis años que cambiaron el mundo”, Hélène Carrère d’Encausse logra sintetizar unos acontecimientos que, en su día, nos llegaban muy filtrados por la prensa occidental y por los mecanismos del poder soviético
En este magnífico ensayo, Carrère, descendiente de aristócratas georgianos, no solo traza la agonía de la URSS durante los seis años mencionados, sino que también los sitúa en contexto, teniendo en cuenta los antecedentes históricos que llevaron a ese punto de inflexión, y analizando brevemente la historia reciente de la moderna Federación Rusa de Putin.
“Seis años que cambiaron el mundo” es un libro detallado y al mismo tiempo conciso que nos relata las despiadadas luchas intestinas por el poder dentro del PCUS, y la vida diaria de los habitantes de la URSS durante todo ese período, y algo más allá. La sociedad soviética, que poco a poco comenzó a ver muestras de apertura, asistía estupefacta a las nuevas formas de hacer política, a menudo inmaduras y contradictorias, necesitadas del perfeccionamiento que suele dar la costumbre del paso del tiempo. Pero pronto, los soviéticos se dieron cuenta de que los aires de cambio social, que insuflaban nuevo brío democrático a un sistema anquilosado y autoritario, también llevaban aparejados cambios económicos traumáticos, que trajeron en muchos casos más pobreza y escasez.
Un Gensek «inteligente»
El físico nuclear soviético Andréi Sájarov, entonces exiliado en Gorki por su defensa de los derechos humanos, definió en 1985 al nuevo Gensek ─secretario general─ de orígenes proletarios Mijaíl Gorvachov, con una frase que pasaría a la posteridad: “El país tiene una oportunidad: por primera vez desde hace mucho tiempo tenemos un dirigente inteligente”. Harto de dirigentes viejos e inmovilistas, cuando no claramente seniles, el pueblo soviético se hallaba esperanzado con un secretario general relativamente joven, de 54 años, que, aunque formaba parte del aparato tradicional, hablaba abiertamente de acometer las reformas necesarias para modernizar una URSS anquilosada y agrietada, con claras muestras de desgaste, y salir del zastoi ─estancamiento─ en que se hallaba inmersa.
Las tensiones entre los comunistas de distintas tendencias políticas eran ya palpables en 1985, pero durante los seis años siguientes esas corrientes de pensamiento dieron paso a guerras abiertas no solo por el poder, sino por las medidas sociales y económicas a aplicar, con la amenaza de un ejército desmoralizado y nostálgico ─y con las manos llenas de armas nucleares de gran potencia─ en el horizonte.
Gorvachov Vs. Yeltsin
En este volátil escenario, la lucha entre la figura conciliadora y ligeramente reformista de Gorvachov ─cuya frase preferida era «ya no se puede vivir así», en referencia a la cotidianeidad soviética─, en dura pugna con su enemigo Boris Yeltsin, el apparatchik apóstata, abiertamente rupturista, dominarían las refriegas políticas de estos años, y polarizarían las calles, que los ciudadanos soviéticos descubrían por primera vez como armas propias de agitación y manifestación.
La URSS hubo de hacer frente durante aquel tiempo también a las tensiones nacionalistas que sacudían las repúblicas soviéticas (y los estados satélite), que comenzaban a desperezarse del dominio comunista y a sentir sus primeros soplos de aire fresco, por los aires de apertura. Gorvachov tuvo el gran acierto de no sofocar estas tensiones con el uso de las armas ─como sí había ocurrido previamente en Hungría y Checoslovaquia─, mostrando el camino de una apertura política real, más conciliadora, alejada de la dureza y contundencia de tiempos pasados. Yeltsin, consciente de que, del desastre, debía salvar al menos a Rusia, daría un paso más allá en la relación entre repúblicas dentro de la URSS, abriendo la mano de forma clara en este sentido, dejando la puerta entornada a la disolución de la Unión Soviética. Y también a conflictos posteriores, según Putin, que sitúa las concesiones de Yeltsin a Ucrania como punto de partida real de la guerra ruso-ucraniana presente (un punto de vista ciertamente discutible).
La disolución de la URSS
A finales de 1991, Yeltsin impulsaría la Confederación de Estados Independientes, como una especie de “divorcio civilizado”, que marcaría el fin de la URSS. Esta confederación, compuesta por nueve de las quince repúblicas que componían la comunidad soviética, buscaba sobre todo crear una zona económica común, más que una unión política o social, y pretendía salvar al menos los lazos productivos que unían a los diferentes estados, ya abiertamente soberanos.
En “Seis años que cambiaron el mundo”, Hélène Carrère d’Encausse logra sintetizar unos acontecimientos que, en su día, nos llegaban muy filtrados por la prensa occidental y por los mecanismos de un poder soviético que, aun mermados, lograban en parte evitar que ciertos detalles llegasen a trascender, pero que después han podido ser analizados con detalle en numerosos estudios previos a este ensayo.
Un ensayo muy disfrutable
En general he disfrutado mucho con este libro, aunque particularmente interesantes han sido las líneas dedicadas a abordar los cambios profundos acometidos por Gorbachov, Yeltsin y luego Putin en las estructuras de poder, pero también en la sociedad soviética primero y rusa después. Carrère permanece atenta a todas las variables, lo que nos ofrece una perspectiva larga y bastante completa, al menos dada la extensión de este ensayo. Muy recomendable, sobre todo si aún tienes lagunas sobre este proceso histórico que cambió el mundo.
Hélène Carrère d’Encausse (París, 6 de julio de 1929 – 5 de agosto de 2023) fue historiadora, Gran Cruz de la Legión de Honor y miembro de la Académie Française desde 1991 y su Secretaria Perpetua desde 1999, siendo la primera mujer en ocupar el cargo. Firmó una extensa bibliografía sobre sus dos especialidades, Rusia y Asia central, y escribió biografías de los Románov, de Lenin y de Stalin. Entre sus obras figuran “Le Malheur russe, Nicolas II”, “Lénine”, “Les Romanov”, “Seis años que cambiaron el mundo” (Ariel, 2016), “Le Général de Gaulle et la Russie” y “La Russie et la France”. En 2023 fue galardonada con el Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales.