Bajo el título de “Capítulos del BOOO”, el tomo arranca con unas páginas a color en las que una caperucita roja de las nieves –o algo parecido- nos da la espalda, mientras permanece impávida en un paisaje inmaculado. Se admiten interpretaciones.
La estructura continúa la línea marcada por el anterior, organizándose en torno a cinco grandes bloques que desarrollan una premisa a la que se ciñen las brevísimas historias que contienen, respecto de las cuales una escueta nota a pie de página nos advierte que pertenecen a una obra de ficción sin relación alguna con personas u organizaciones reales. Menos mal.
Un olvidadizo currito va camino de la estación de tren cuando cae en la cuenta de que se ha dejado el móvil en la oficina. De vuelta en el edificio, el zumbido que retumba por el pasillo anticipa una sorpresa que traerá buenos recuerdos a los fans de Paranoia Agent. Así comienza “En lugares públicos”, primer conjunto de relatos caracterizado por llevar el terror a espacios colectivos como hospitales, ascensores o el metro. Se repiten los ambientes y el esquema: un protagonista -del que casi nada sabemos- en una situación cotidiana, ve alterada su calma por un ruido o suceso extraño que se resuelve con la aparición –o desaparición- de un ente monstruoso. Al contrario de lo que pueda parecer, la redundancia no lleva al aburrimiento. Sabemos a dónde vamos, pero el cómo y el hacia quién mantienen la tensión y el interés.
Los engendros son sustituidos por seres más complejos en “Personas que te incitan”. El peligro en esta ocasión son las posesiones y la interacción de los espectros con sus víctimas. Nakayama, aparte de darnos miedo, quiere decirnos algo acerca de las relaciones y la soledad con esos susurros que suplican un amigo y esos “hombres” que desaparecen sin previo aviso tras reclamar atención. Decide el lector. Otro punto para Maasaki.
La traca final vuelve a cambiar de tercio, abandona los escenarios materiales y se vuelca en los intrincados recovecos de la mente para hallar el horror más puro: el que navega entre realidad e impostura, entre percepción y autosugestión. “¿Son imaginaciones mías?” utiliza la paranoia para angustiarnos mostrándonos únicamente lo que queremos ver, como anticipa la frase “si no hubiera prestado atención, no habría ningún estorbo en mi vida, pero me fijé” con la que nos recibe este capítulo, original hasta el punto de que en una de las historias Nakayama cede el lápiz al personaje para que él mismo nos narre su drama.
El apartado gráfico sigue el estilo limpio y focalizado del que hace gala el autor japonés y resulta en una narrativa clara conseguida a base de primeros planos. ECC Cómics recoge el guante con una edición de gran calidad en la que destaca una sobrecubierta minimalista y elegante fiel a la original japonesa.
El segundo volumen de “Semillas de ansiedad”, que podría funcionar como título independiente, incide en ese terror refinado del que presume Nakayama sin renunciar a inundar de sudores fríos cada rincón de nuestro día a día.